La crisis política, que se venía gestando desde hacía meses en Roma con el telón de fondo de las luchas internas con los antisistema del Movimiento 5 Estrellas (M5E), terminó por desmoronar la coalición variopinta y abrir el camino hacia las elecciones.
Un último intento de reunir a sus tropas fracasó el miércoles en el Senado. Necesitamos “un nuevo pacto de confianza, sincero y concreto”, propuso el ex presidente del Banco Central Europeo, al ilustrar sus condiciones y las reformas pendientes.
Pero antes de un voto de confianza crucial en el Senado, Mario Draghi fue defraudado no sólo por el Movimiento 5 Estrellas, sino también por dos de sus aliados de derecha, la Liga y Forza Italia.
De cabello canoso, traje y corbata sobrios y perfil aquilino, este hombre discreto y poco aficionado a la mundanalidad nunca se ha sometido al voto popular pese a su gran popularidad.
Hace 17 meses, Mario Draghi aceptó la propuesta del presidente de la República para convertirse en jefe de gobierno con el fin de sacar a Italia de la crisis y sobre todo negociar con la Unión Europea un millonario plan para la recuperación económica.
Por encima de los partidos
Figura muy respetada, que suele colocarse por encima de los partidos, demostró que supo conducir al país liderando una coalición que caminaba sobre una línea delicada, con partidos antagónicos, tanto de extrema derecha como de la izquierda.
No faltaron roces con las formaciones de la coalición tanto con el M5E como con la Liga de Matteo Salvini, conocida por su política contraria a la migración, hasta que la cuerda cedió.
El “abuelo al servicio de las instituciones”, como suele definirse, mostró los primeros síntomas de cansancio en diciembre pasado, cuando aspiraba al cargo de jefe de Estado.
Los partidos de la coalición impidieron su nombramiento, experiencia que lo llenó de amargura.
Respetando su lema “nunca rendirse”, como confesó a Christine Lagarde al final de un turbulento mandato en el Banco Central Europeo, Draghi se mantuvo en el poder.
Para Benoît Coeuré, ex miembro del Comité Ejecutivo del BCE, Mario Draghi “tiene un profundo sentido del deber y de servicio público”.
Sin embargo abandona el barco en un momento delicado para Italia, que está lidiando con el impacto económico por la guerra en Ucrania, así como con una nueva ola de covid.
Además debe preparar la ley de presupuestos para 2023 y poner en marcha todas las medidas exigidas por la Unión Europea para beneficiarse de los aproximadamente 200.000 millones de euros (casi lo mismo en dólares) concedidos a Roma.
Prestigio internacional
En sus ocho años al frente del BCE, Draghi tomó medidas que eran inimaginables cuando nació el euro hace más de 20 años: recortar los tipos de interés hasta llevarlos a territorio negativo, inyecciones de liquidez a través de compras masivas de activos en el mercado y préstamos gigantescos a los bancos.
Con la llegada al poder de “Super Mario”, una figura con enorme prestigio, Italia se colocó en la primera fila y su primer ministro se convirtió en una de las voces de referencia de la Unión Europea.
El semanario británico The Economist no ha ahorrado palabras de elogio al considerarlo el “primer ministro más competente y respetado a nivel internacional”.
Nacido en Roma el 3 de septiembre de 1947, casado y con dos hijos, estudió en el colegio de los jesuitas y es católico practicante.
Licenciado en Economía, con un doctorado del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ha sido catedrático de Economía en varias universidades italianas y representó a su país en el Banco Mundial de 1984 a 1990, antes de convertirse en 1991 en director general del Tesoro de Italia, un cargo que ocupó 10 años bajo gobiernos de izquierda y de derecha.
Desde allí lidió con las grandes privatizaciones llevadas a cabo entre 1996 y 2001.
En 2002 se incorporó a la dirección del banco estadounidense Goldman Sachs. Una experiencia por la que fue muy criticado ya que el banco estadounidense, acusado de haber disfrazado las cuentas de Grecia, encarna para muchos los excesos de Wall Street.