La Francia que no se siente representada ni por la ultraderechista Marine Le Pen ni por el liberal Emmanuel Macron acude este domingo a las urnas dividida entre respaldar al “menos malo” de ambos candidatos o expresar su descontento con el voto en blanco o la abstención.
Annie, exconsultora de 78 años, es de quienes han optado por esa papeleta en blanco tras un quinquenio en el que Macron la ha decepcionado “muchísimo”.
“Para mí es un tipo dirigido por las multinacionales. No tiene sentido de la escucha y creo que no va a cambiar. Todo el mundo dice que es muy inteligente, pero si lo fuera se habría adaptado mejor”, apunta esta ciudadana a EFE.
En 2017 respaldó al antiguo ministro de Economía, que se enfrentaba por primera vez a Le Pen, pero este año, tras haber votado en la primera vuelta al izquierdista Jean-Luc Mélenchon, ha preferido no decantarse por ningún candidato.
En el distrito X de París, donde se encuentra, ganó la izquierda: el líder de la Francia Insumisa obtuvo el 38,45 % de los sufragios, por delante de Macron (31,47 %) y del ecologista Yannick Jadot (10,36 %).
Hèlene, música de 69 años, dio su confianza también a Mélenchon el 10 de abril y en esta segunda ronda se la dará a Macron, a pesar de que el actual jefe de Estado “ha cometido muchos errores y es arrogante, lo que resulta insoportable”.
“Pero es alguien que va más allá y pese a todo tiene la ambición de salvar Europa. Lamentablemente no ha hablado de ecología. Espero que recuperemos eso en las legislativas”, comenta sobre la conocida como la conocida como “tercera ronda”, que se celebrará en junio.
Muchos votantes de Macron volverán a su partido de preferencia en esos nuevos comicios, como Satria, cocinero de 26 años, que en la primera de las presidenciales votó por Jadot y en la segunda lo ha hecho por Macron.
“Para mí la primera vuelta es más un voto ideológico que un voto útil. En la segunda no tenía opción, no puedo votar por la extrema derecha. Las legislativas creo que están hechas para volver a tus propias ideas”, sostiene.
Juliette, jurista de 26 años, prefirió escoger el voto útil desde el principio. Iba a apoyar a la socialista Anne Hidalgo, alcaldesa de la capital, pero los sondeos le daban pocas posibilidades de victoria y no se equivocaron: solo obtuvo el 1,76 % de los votos en todo el país.
“Preferí votar por el candidato que en mi opinión puede hacer frente a la extrema derecha, es decir, Macron. Le Pen da miedo, da mucho miedo. Por eso espero que la gente vaya a votar, que no voten en blanco, que voten a Macron”, apunta la joven.
Una baja participación
A mediodía, cuatro horas después de la apertura de los colegios electorales, la participación se situó en el 26,41 %, ligeramente superior a la de la primera vuelta a la misma hora (25,48 %), pero la cifra más baja desde la de 2002 (26,19 %).
“Francia está muy dividida. Hay tres bloques muy grandes: la extrema derecha, el centro y la izquierda con todos sus componentes. Tenemos miedo de que en la tercera ronda, en las legislativas, esto se convierta en movilizaciones populares y manifestaciones”, recalca Jorge Partida, presidente de la mesa electoral del colegio Pierre Bullet de la capital.
Annie, jubilada de 73 años, lamenta que haya de nuevo un candidato ultraderechista en la segunda ronda, como en la de 2002, con Jean-Marie Le Pen, padre de Marine, que se enfrentó al conservador Jacques Chirac, o en 2017 con Macron y la líder de la Agrupación Nacional.
“La situación cada vez está peor, pero tener el derecho a votar es muy importante”, dice para justificar su participación este domingo, en el que la abstención podría ser clave. En 2017 fue del 25,4 % y en la primera ronda de estos comicios llegó al 26,3 %.