Rusia quiere imponer sus reglas de juego y ser vista de nuevo como potencia, y para ello recurre a líneas rojas difíciles de aceptar por Occidente como el veto al ingreso de nuevos miembros en la OTAN, la concentración de tropas cerca de Ucrania o la utilización del gas como medio de presión.
El presidente ruso, Vladímir Putin, “ataca a veces a Occidente por placer y Rusia recibe en ocasiones el mismo trato, pero en esta ocasión su motivación es mucho más compleja”, dijo a Efe Alexander Baúnov, experto del Centro Carnegie de Moscú.
EEUU y Europa están en alerta ante el despliegue de entre 70.000 y 94.000 soldados rusos en la frontera con Ucrania, que están listos, según Occidente, para atacar al país vecino a principios de 2022.
No hay un estado de nueva Guerra Fría entre Rusia y Occidente, pero sí en cierto modo un comportamiento y una retórica que recuerdan a esa época, sostiene el analista.
¿Una nueva “Guerra Fría”?
“La Guerra Fría clásica estaba basada en la idea de la bipolaridad, fue una competición entre iguales, entre los antaño ganadores de la Segunda Guerra Mundial”, afirma Baúnov.
“En la situación actual es una competencia entre los ganadores de la Guerra Fría y aquellos que la perdieron. Rusia está en una posición muy inferior. Pero quiere ser tratada como una gran potencia, como la que era entonces (…)”, añadió.
Para Baúnov, el “objetivo de Putin no es invadir y engullir Ucrania”, sino dejar claro que hasta aquí hemos llegado con la expansión de la OTAN hacia Rusia y garantizar la seguridad del país.
“Él lo intenta (dictar las reglas), pero sus ambiciones no son las mismas que las globales soviéticas. Él dice: mirad, cuando EEUU fue la única superpotencia y Occidente el único polo global, vosotros podíais permitiros todo, pero esos años han pasado a la historia y vosotros os habéis acercado demasiado” a nuestras fronteras, afirma.
“Sus palabras son similares a lo que ocurrió en la Guerra Fría, pero, al menos por ahora (…), las ambiciones se limitan a una pequeña parte del antiguo territorio ruso y una pequeña esfera de influencia de Rusia”, dijo.
Porque el mismo Putin ha permitido que Turquía, un miembro de la OTAN y una potencia autosuficiente, se meta en el Cáucaso, algo que no hubiera sido posible jamás durante los años 1990. Y solo hay que ver la presencia de China en Asia Central, argumenta.
Ataque o contraataque
Occidente ve a menudo los desafíos del líder ruso como un ataque, pero para él son “contraataques, movimientos defensivos” ante esa relación entre desiguales.
En el fondo, detrás del desafío del jefe del Kremlin a Occidente hay razones históricas y motivos que tienen que ver con el legado de Putin, opina.
En 2024, cuando podrá presentarse de nuevo a las elecciones gracias a la reforma Constitucional de 2020, el presidente ruso habrá estado un cuarto de siglo en el poder y sabe que debe “consolidar algo”.
“Resolvió el problema checheno, por la fuerza por cierto, (…) luego vino Crimea (la anexión de la península ucraniana en 2014) y ahora tenemos otro conflicto no resuelto en el Donbás”, donde Moscú apoya desde hace siete años a los separatistas prorrusos, señala.
“Se trata de eso y de cómo ve el Kremlin la reciente historia de Rusia”, agrega Baúnov.
“Rusia fue eliminada como gran potencia en el sistema mundial a principios de los años 1990 y ser reinstalada en esa capacidad enmendaría el trauma, las heridas”, opina.
El tiempo corre y, por ello, Putin ha puesto sobre la mesa exigencias que no había planteado nunca antes, líneas rojas muy difíciles de cumplir por parte de EEUU y Europa.
Quiere arrancar a Occidente la promesa de que Ucrania no entrará en la OTAN y que no emplazará armamento en el territorio vecino.
Putin sabe que sus demandas son imposibles de aceptar, pero en unas negociaciones uno siempre parte de una postura de máximos.
La opción menos mala
“¿Es mejor arriesgar y que haya una guerra en Europa que no puedes afrontar o hacer algunas concesiones, teniendo en cuenta algunas de las inquietudes de Rusia?”, cuestiona Baúnov.
Las principales opciones son armar al Ejército ucraniano y la amenaza de sanciones.
“Las sanciones funcionan, pero es algo con lo que Rusia puede vivir. Lo ha hecho desde 2014”, cuando se anexionó Crimea, afirma.
EEUU ya prepara un paquete de sanciones en caso de un ataque ruso a Ucrania, que incluye la suspensión del polémico gasoducto Nord Stream 2, que transportará gas ruso directamente a Alemania.
La dependencia energética de Europa de Rusia la ha utilizado el Kremlin a su favor cuando ha querido y, en momentos en los que las reservas de gas en el Viejo Continente están en niveles mínimos y los precios son muy altos, aprovecha esta coyuntura.
“Es lógico (…), recuerda que hay otro gasoducto. Dice: autorícenlo y tendrán más gas y será más barato”, señala Baúnov.