Rusia ha estrechado en las últimas semanas sus relaciones económicas y políticas con Libia y Argelia.
Se trata de dos países con los que mantiene relaciones bilaterales estrechas desde hace décadas.
Ahora observa como un trampolín para su estrategia expansionista en el norte de África y el Sahel, regiones claves para el futuro de la Unión Europea.
En el caso de Libia, el ancla ruso está asentado con firmeza en el este, donde colabora desde 2015 con el controvertido mariscal Jalifa Hafter.
Es el tutor del Parlamento en la ciudad oriental de Tobrouk y hombre fuerte del país gracias a su control de la mayoría de los recursos petroleros.
Hafter dejó entrever que se presentará a las elecciones presidenciales previstas para diciembre de este año, a lo que se opone el bloque que controla Trípoli y la ciudad-estado de Misrata.
El mariscal cuenta desde 2017 con el apoyo de varias compañías privadas de Seguridad militar (PSMC), en particular del conocido “Wagner Group”.
Se trata de una propiedad del oligarca Yevgeni Prighozin, uno de los amigos de juventud del presidente, Vladimir Putin.
La salida de los mercenarios rusos es uno de los puntos de fricción que amenazan el acuerdo de alto el fuego negociado entre Ankara y Moscú.
Esto, además del proceso de transición política lanzado por la ONU, que debe desembocar en los comicios de fin de año.
Acuerdos petroleros
En este contexto, altos funcionarios del Kremlin mantuvieron esta semana un inusual encuentro con el ministro libio de Petróleo y Gas, Mohamed Aoun.
Según la prensa local, durante la reunión, organizada para resucitar el comité conjunto de Libia y Rusia, los asistentes acordaron trazar un plan para aumentar el volumen de comercio bilateral, las inversiones y la cooperación científica y técnica.
Además de fortalecer proyectos ya en marcha como el iniciado por la rusa Tatneft, que a principios de octubre reanudó las operaciones de perforación para el pozo de evaluación en Ghadames, en el noroeste de Libia, en colaboración con la Compañía Nacional de Petróleo libio (NOC).
Tafnett suspendió sus operaciones en febrero de 2011, fecha del inicio de la revolución que acabaría con la dictadura de Al Gadafi.
“El interés de Rusia ha evolucionado en los dos últimos años. Antes veía Libia como una simple plataforma para instalarse en la OTAN y un trampolín en su pulso con China”, explicó diplomático libio.
“Pero ahora entienden que además es un país con muchos recursos económicos que sus empresas también pueden aprovechar. No tanto para enriquecerlas si no para evitar que las empresas europeas o norteamericanas puedan entrar”, añade ¿un colega europeo.
Hafter, y Rusia, son dos de los actores libios que más se resisten a la retirada de los mercenarios extranjeros, que exige igualmente la ONU.
Libia y Argelia, una puerta al Sahel
En la misma línea, Rusia ha intensificado en las últimas semanas sus contactos con Libia y Argelia, el país que comparte la frontera más extensa e inestable del Sahel, lugar de interés geoestratégico esencial para la UE.
Días atrás, se informó de un supuesto acuerdo secreto para la entrada de unidades de “Wagner Group” con el presunto objetivo de posicionarse en los márgenes con Mali y Níger, pacto que ambos gobiernos ni han confirmado ni desmentido con firmeza.
Y esta semana, altos funcionarios de ambos países conversaron por teléfono sobre el conflicto en el Sahara Occidental en el marco de una visita oficial de Frente Polisario a Moscú con el objeto de coordinar políticas en la región tras el desbloquearse el nombramiento del nuevo enviado especial de la ONU, obstaculizado por marruecos durante los últimos dos años.
“Rusia siempre ha estado del lado de Argelia, así como Marruecos siempre ha contado con Estados Unidos y Europa. Ahora los argelinos han roto las relaciones con su vecino y Rusia entiende que hay una mejor oportunidad para colocar sus peones en un área muy delicada para Europa. Es una relación de ganancia mutua”, concluye una fuente militar europea en la región.