Tras ocho meses de represión de los movimientos contra el Kremlin, los rusos podrán elegir, en las legislativas que se celebran del viernes al domingo, entre el impopular partido gobernante, Rusia Unida, y una serie de candidatos anecdóticos o formaciones dóciles.

En Moscú es imposible votar por un detractor de Vladimir Putin.

“No tenemos ninguna opción real. Todos lo sabemos, todos lo vemos. Es imposible ver estas elecciones de forma positiva (…) es solo una farsa”, dice Grigory Matveyev, técnico de iluminación en un teatro de Moscú.

Para impulsar la participación, la megalópolis se cubrió de carteles que animan a votar electrónicamente desde el sofá. Si lo hacen, participan en una lotería para ganar una casa o un automóvil.

En las cuestiones de fondo, la campaña para elegir a los 450 diputados es casi inexistente, salvo algunos carteles y debates televisivos.

A falta de una competencia real, se espera que el partido Rusia Unida mantenga su mayoría de dos tercios en la Duma, necesaria para cambiar la Constitución.

En 2020, la cámara autorizó así a Vladimir Putin a permanecer en el poder hasta 2036.

También se espera que el partido gane la mayoría en las elecciones locales y regionales que se celebran al mismo tiempo.

Sin embargo, Rusia Unida es impopular, con un 28% de opiniones favorables, según Vtsiom, un instituto cercano al gobierno.

La razón son los múltiples escándalos de corrupción y un estilo de vida que contrasta con la caída de los ingresos reales de los rusos, que se ha agravado con la pandemia.

“Hay una casta de ciudadanos, altos funcionarios y diputados, que llevan una vida completamente diferente”, afirma Nikolai Ribakov, líder del pequeño partido liberal Yabloko, tolerado por el Kremlin.

“Nada que ver con unas elecciones”

Irina Petrova, una artista moscovita de 46 años que se describe como una putinista decepcionada, está de acuerdo: “Dejar a tu pueblo con hambre no es correcto”.

En este contexto, el siempre popular presidente Putin se implicó en la campaña.

En el congreso de Rusia Unida, a finales de agosto, anunció ayudas económicas para 44 millones de pensionistas, policías y soldados, categorías en el corazón de su electorado.

Y se deshizo en elogios hacia sus “enérgicos y activos” candidatos, en medio de grandes aplausos.

En paralelo, los críticos más populares del Kremlin han sido excluidos de las elecciones, encarcelados o puestos bajo arresto domiciliario. Otros se han exiliado.

Esta ola de represión comenzó con la detención en enero de Alexei Navalny, que regresaba a Rusia tras un envenenamiento del que acusó al Kremlin.

En junio, su movimiento fue prohibido por “extremismo”. Según uno de sus allegados, estas legislativas “no tienen nada que ver con unas elecciones”.

“Todo el mundo ha sido excluido de la carrera, (…) todo se ha hecho para que Rusia Unida tenga una mayoría aplastante”, dijo Leonid Vólkov a la Agence France-Presse desde el exilio.

Sin embargo, cree que es posible “presionar a Putin” gracias a la estrategia del “voto inteligente”, que consiste en apoyar en cada circunscripción al candidato con más posibilidades de vencer al del Kremlin.

Un método que ha tenido cierto éxito en el pasado.

Confianza

Para el vicepresidente de la cámara saliente, Piotr Tolstói, había que detener a estos opositores, porque en su opinión quieren “derrocar el poder existente con métodos revolucionarios”.

“Son un poco como los talibanes de la intelectualidad rusa”, dijo a la Agence France-Presse.

La oposición también considera que los comicios estarán marcados por el fraude, sobre todo por los obstáculos a los observadores electorales.

Los observadores internacionales de la OSCE estarán ausentes porque no se les ha permitido venir en número suficiente.

Las autoridades también retiraron las cámaras web que durante años habían estado filmando el proceso electoral en cada colegio electoral.

Y muchos medios de comunicación y ONGs independientes han sido clasificados como “agentes del extranjero”, un estigma que les dificulta operar y financiar sus actividades.

Pero para el diputado Tolstói, los rusos confían en sus líderes.

“Lo que quieren es tener desarrollo económico, sentirse seguros. Y todo esto es lo que el poder ruso está proporcionando”, dijo.