Alexéi Navalny, arrestado nada más regresar de Alemania, fue condenado este 2 de febrero por un tribunal de Moscú a tres años y medio de cárcel. En el hospital o frente a los policías, al activista ruso casi siempre se le ha visto junto a su esposa Yulia, a la que el líder opositor ruso asegura que le debe la vida desde su supuesto envenenamiento del pasado agosto.
“¡Yu-li-a! ¡Yu-li-a!”, coreaba una multitud cuando apareció, sola, en el vestíbulo de llegadas del aeropuerto Sheremétievo de Moscú, después de que el opositor fuera arrestado, en cuanto regresó a su país tras cinco meses de convalecencia en Alemania.
Justo antes, frente a las lentes de medio mundo, Yulia Navalnaya besó a su marido en el control de pasaportes, antes de que la policía se lo llevara, y luego se limitó a declarar, escuetamente, que su esposo no tenía “miedo”.
“Yo tampoco tengo miedo y les pido a todos que no tengan miedo”, agregó.
“Yulia, me salvaste”
A medida que Alexei Navalny ha ido superando obstáculos, su esposa ha captado cada vez más atención en la esfera pública. Sobre todo desde el pasado agosto, en Omsk (Siberia), donde el avión en el que viajaba su esposo aterrizó de emergencia después de que Navalny perdiera el conocimiento, lo que hizo sospechar que había sido envenenado.
Ella removió cielo y tierra para lograr que su marido fuera evacuado a Alemania, lejos del ambiente turbio del hospital provincial en el que fue ingresado, repleto según ella de agentes secretos a los que acusó de presionar a los médicos.
Mientras que el opositor se debatía entre la vida y la muerte, ella informaba a los periodistas con sangre fría y perseguía a los médicos por los pasillos, hasta que le exigió directamente al presidente, Vladimir Putin, que dejara que su marido fuera tratado en el extranjero, en una carta pública. El presidente ruso acabó aceptando que su rival fuera evacuado a Berlín.
“Yulia, me salvaste”, declaró Alexéi Navalny cuando salió del coma.
“Fue horrible. Pero yo no debía relajarme (…) Soy su esposa. Si me hundo, todo el mundo se hunde, como un dominó. Así que hice todo lo que pude para mantenerme serena” y “salir adelante”, contó al “youtuber” Yuri Dud.
“De figurante a personaje principal”
Ese momento “la transformó, de figurante a personaje principal”, comentó Alexandre Baunov, del Centro Carnegie de Moscú. El episodio también le valió el título de “Heroína del año” del diario Novaya Gazeta (afín a la oposición), que publicó que “Navalny tuvo suerte. No por sobrevivir al Novichok […], sino con su esposa Yulia”.
Yulia Navalnaya, de 44 años como su marido, cabello rubio y ojos claros, es licenciada en Economía. Se conocieron en 1998, y en agosto, cuando el opositor estaba en coma, cumplieron 20 años de casados. Al contrario que Vladimir Putin, muy receloso de su vida privada, Alexei Navalny se ha construido una imagen.
Tanto él como su esposa muestran orgullosos en las redes sociales su familia, al parecer bastante corriente, unida y sonriente, con sus hijos, Daria (20 años, estudiante en Estados Unidos) y Zajar, de 13 años. Los Navalny, una pareja fotogénica, son conscientes del poder de la imagen.
¿La Tijanóvskaya de Rusia?
“Su papel ha cambiado. De esposa de un político, se ha convertido ella misma en una política. Tiene carisma y encanto, es una persona creativa, valiente y puede sustituir fácilmente a su marido si hace falta”, declaró a la Agence France-Presse el politólogo Konstantin Kalachev.
“Todos los que conocen a Navalny conocen a Yulia […]. En este sentido, ella hace política con él”, afirmó Alexandre Baunov. “Hay gente que simpatiza mucho más con ella que con Navalny”.
Las autoridades rusas parecen temer un “escenario bielorruso”, donde Svetlana Tijanóvskaya, esposa de un opositor encarcelado, se ha convertido en el rostro visible de un movimiento antigubernamental histórico.
Un medio, propiedad del multimillonario Konstantin Malofeyev –próximo al Kremlin–, amenazó a la pareja con publicar unas supuestas imágenes íntimas del opositor con otras mujeres, pidiendo a cambio que Yulia se comprometa a no “convertirse en la Tijanóvskaya de Rusia” y a no “jugar el juego de la política”.
Un día después de haber vuelto a Rusia, Yulia Navalnaya publicó una foto de ambos, mirándose de forma cómplice en el avión, con la frase “No hay nada que no podamos superar” acompañada de un corazón rojo.
Este 2 de febrero, al escuchar su condena, Navalny hizo un gesto en forma de corazón a su esposa.