Decenas de miles de bielorrusos volvieron a desafiar este domingo la feroz represión del régimen para protestar contra la reelección de Alexander Lukashensko en Minsk, donde había un gran despliegue de fuerzas de seguridad y del ejército.
Más de 100.000 personas se concentraron en el centro de la ciudad antes de converger delante del palacio de la Independencia, sede de la presidencia, según periodistas de la AFP.
Lukashenko, de 66 años, en el poder desde 1994 y cuya reelección es considerada fraudulenta por la oposición, continúa por su parte descartando cualquier diálogo y busca el apoyo de Moscú.
Al son de tambores, con las banderas de color rojo y blanco de la oposición, los manifestantes partieron al comienzo de la tarde en marchas desde los distintos barrios de Minsk, para reunirse y formar dos impresionantes desfiles en avenidas que convergen en el centro.
La masa coreaba consignas como “¡Tribunal!” o “¿Cuánto te pagan?”, dirigidas a la policía.
“Pese a la lluvia y las presiones de las autoridades, pese a la represión, hay mucha más gente en Minsk que el domingo pasado”, declaró a la AFP una importante figura de la oposición, Maria Kolesnikova.
“Estoy convencida de que las manifestaciones continuarán hasta que ganemos”, añadió.
Al igual que la semana pasada, hubo un gran despliegue de las fuerzas de seguridad, incluso con vehículos blindados del ejército alrededor de edificios estratégicos. Las estaciones de metro estaban bloqueadas con barreras y alambre de púas.
Alrededor de 250 personas fueron arrestadas en el país, de las cuales cerca de 170 en Minsk, según la ONG de defensa de derechos humanos Viasna.
La portavoz del ministerio del Interior rechazó confirmar estas cifras a la AFP.
Al comienzo de la noche los manifestantes abandonaban progresivamente los alrededores del palacio de la Independencia.
En muchas otras ciudades del país, como Grodno (oeste) o Brest (oeste), también hubo protestas.
“¿Por qué la presidenta legalmente electa está refugiada en el exterior?”, preguntaba a la AFP Nikolai Diatlov, empleado de banca de 32 años, refiriéndose a la líder opositora Svetlana Tijanóvskaya, quien reivindica la victoria y se exilió en Lituania tras las elecciones.
“Quedé conmocionado por la detención y golpizas a ciudadanos pacíficos […] Estoy a favor de nuevas elecciones porque ninguno de mis amigos votó a Lukashenko”, declaró por su lado Nikita Sazanovish, de 28 años.
Exilio en Polonia
Lejos de retroceder, el régimen de Alexander Lukashenko respondió esta semana con nuevas detenciones durante protestas de estudiantes, que se pusieron en huelga al inicio del año escolar el 1 de septiembre.
Varias decenas de personas fueron arrestadas durante la semana, una respuesta represiva que se extiende también a periodistas bielorrusos, de los cuales unos veinte fueron detenidos.
La represión fue particularmente brutal en los primeros días que siguieron a las elecciones: al menos tres personas murieron, decenas resultaron heridas y más de 7.000 fueron detenidas durante las primeras manifestaciones. Además se documentaron numerosos casos de torturas y malos tratos.
Desde entonces, las detenciones masivas se han reducido pero el régimen multiplica la presión contra trabajadores en huelga o figuras de la oposición, varias de los cuales se refugiaron en el extranjero por temor a ser arrestadas.
Una de ellas, Olga Kovalkova, anunció el sábado haber partido a Polonia tras amenazas de la inteligencia bielorrusa.
Alexander Lukashenko, que antes de los comicios no encontraba palabras lo suficientemente duras para denunciar los intentos de “desestabilización” rusos, denuncia ahora un “complot” occidental e intenta acercarse a Rusia.
Moscú intensificó su apoyo con la visita a Minsk el jueves de su primer ministro Mijaíl Mishustin, en el primer viaje de este nivel desde el inicio de la crisis, o con el encuentro entre los titulares de la diplomacia de ambos países.
Durante su reunión con Mishustin, Lukashenko dijo que sus servicios habían interceptado una comunicación entre Berlín y Varsovia que demostraba que el envenenamiento del líder opositor ruso Alexéi Navalni, hospitalizado en Berlín, era una “falsificación” occidental para disuadir a Moscú de intervenir en Bielorrusia.