“Ya nos ocuparemos de ellos”. Lo que el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, quiso decir este domingo a la oposición fue bien claro.
Al menos dos miembros del comité de coordinación fundado por los opositores fueron detenidos este lunes, así como dos líderes de la huelga en fábricas estatales. Además, el presidente se manifestó a favor de despedir a maestros que apoyasen a la oposición y de cerrar las fábricas que se adhirieron a la protesta.
Lukashenko: armado y sin consenso
Mientras los opositores al gobierno de Lukashenko volvieron a movilizar, este fin de semana, a más de 100.000 personas a las calles, el presidente se mostró ante las cámaras de televisión vestido con un chaleco antibalas y con una Kaláshnikov en la mano.
Un video mostraba cómo sobrevolaba la capital, Minsk, en helicóptero, y agradecía a las fuerzas especiales de seguridad que habían colocado rejas de metal y alambre de púas alrededor de su residencia, y que la vigilaban dentro de vehículos especiales como si fuera un fuerte rodeado por fuerzas enemigas.
A diferencia de las últimas semanas, cuando la policía intentó dispersar a los manifestantes con balas de goma y granadas cegadoras, las protestas transcurrieron de manera pacífica. La oposición en torno a Svetlana Tijanóvskaya reclama el triunfo en las elecciones presidenciales del 9 de agosto de 2020. La Unión Europea tampoco reconoce el resultado electoral según el cual Lukashenko ganó con un 80% de los votos.
Con esta “escenificación a lo Rambo”, Lukashenko quiso demostrar su fuerza, dijo a DW Jakob Wöllstein, director de la sede en Bielorrusia de la Fundación Konrad Adenauer (KAS), cercana a la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU) alemana. Pero eso, según él, “es para muchos una señal de que se siente cada vez más presionado”.
Alexander Lukashenko, que gobierna Bielorrusia desde hace 26 años, y quien se ha autodenominado “el último dictador de Europa”, no muestra intenciones de llegar a un acuerdo. Sólo habrá nuevas elecciones “sobre su cadáver”, según dijo recientemente, en una visita a una fábrica de tractores en Minsk, durante la cual fue abucheado por los trabajadores.
Su aparición ante cámaras con una Kaláshnikov “hace temer que esa frase es en serio”, dijo Astrid Sahm, investigadora invitada de la Fundación Ciencia y Política de Berlín (SWP) y experta en Bielorrusia, en entrevista con DW.
Para ella, el diálogo “es lo único que podría resolver esta crisis”, pero el presidente no muestra ninguna disposición a llevarlo adelante.
¿Cómo podría desarrollarse la situación en Bielorrusia?
La lucha de poder en la exrepública soviética ya lleva tres semanas. La oposición continúa con las huelgas y protestas, y el gobierno reacciona, a veces con violencia y detenciones, y a veces liberando detenidos.
Las protestas parecían, en un comienzo, acéfalas, luego de que la candidata Svetlana Tijanóvskaya, de 37 años, que se declaró ganadora de los comicios, huyera a la vecina Lituania. Ahora trata de mantener la presión contra Lukashenko con mensajes en video. La oposición demanda la liberación de los detenidos políticos, entre los que se cuenta también el esposo de Tijanóvskaya.
Aún no se puede prever cómo se desarrollarán los acontecimientos en Bielorrusia. Según analistas, el margen para una solución pacífica del conflicto no disminuyó este fin de semana. “A pesar de la presencia de la Policía y del Ejército, no hubo episodios violentos”, señaló Astrid Sahm.
Jakob Wöllstein, por su parte, dice que las huelgas son “el recurso más doloroso” de las protestas, y piensa que el desarrollo de esta situación seguirá dependiendo de cuánto afecten esas medidas a Lukashenko y a la ya debilitada economía bielorrusa.
Cuanto más tiempo duran las protestas, más recuerdan al levantamiento en Ucrania, en el invierno boreal de 2013-2014. Allí, cientos de miles salieron a las calles a protestar en paz, hasta que se produjeron enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes. En el caso de Bielorrusia, parecería que Lukashenko estuviera esperando que justamente eso suceda para contraatacar.
“Está claro que trata de provocar una escalada, al menos en cuanto a las imágenes que propaga y a su retórica”, subraya Wöllstein. Pero la apuesta de Lukashenko no parece funcionar hasta el momento: “La gente se comportó, hasta ahora, pacíficamente y sabe que la legitimidad de sus protestas depende de ello”.
Lukashenko acude a Putin
Mucho dependerá también de lo que haga el gran vecino, Rusia. Hasta ahora, si bien Moscú apoya a Lukashenko, trata de evitar dar la impresión de que se entromete abiertamente en el conflicto.
El ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, por el contrario, criticó este fin de semana la supuesta intromisión de Occidente, en referencia, entre otras cosas, al encuentro de Tijanóvskaya con el subsecretario de Estado de EEUU, Sephen Biegun, este lunes, en la capital lituana de Vilna.
Por su parte, Lukashenko habló nuevamente por teléfono con el presidente ruso, Vladimir Putin. Lukashenko habría informado a Putin sobre “medidas de normalización” en el país, según el Kremlin.
Un retorno a la situación anterior es improbable, según los expertos. Alexander Lukashenko no estaría dispuesto a negociar con la oposición porque, en el caso de haber nuevas elecciones libres, perdería, explica Wöllstein. “La cuestión es si en algún momento estará simplemente dispuesto a irse”, añade. Ese todavía no parece ser el caso.