El presidente ruso, Vladimir Putin, celebró el miércoles el sacrificio soviético, y la deuda que el mundo tiene aún con Moscú durante las conmemoraciones de la derrota nazi, una ceremonia patriótica en vísperas del referéndum que busca darle la posibilidad de mantenerse en el poder hasta 2036.
“Cuesta incluso imaginar cómo habría sido el mundo si el Ejército Rojo no hubiera salido a defenderlo”, proclamó Putin, dando comienzo a este desfile que debería haberse celebrado el 9 de mayo pero que fue aplazado por la epidemia de nuevo coronavirus.
Los soldados soviéticos “liberaron los países de Europa de los invasores, pusieron fin a la tragedia del Holocausto, y salvaron del nazismo, esa ideología mortal, al pueblo de Alemania”, señaló el presidente ruso ante sus tropas en uniformes ceremoniales, y sin mascarilla pese a la epidemia.
Este evento que celebra los 75 años del final de la Segunda Guerra Mundial, vio desfilar en la Plaza Roja de Moscú a 14.000 soldados, así como tanques, misiles, sistemas antiaéreos y aviones, algunos de los cuales participan en la guerra en Siria, lo que ilustra el regreso del poder ruso al escenario internacional.
En su discurso, el jefe del Estado ruso evitó sus acusaciones contra los países occidentales, a los que la semana pasada volvió a acusar de “revisionismo” histórico antirruso en un largo artículo.
También pidió unidad a la comunidad internacional para enfrentar los desafíos actuales, insistiendo en la importancia de “la amistad, la confianza entre los pueblos” y de un “diálogo y una cooperación sobre las cuestiones actuales que están en la agenda internacional”.
Las conmemoraciones han sido en cambio menos espectaculares de lo previsto, debido a la Covid-19. Ningún presidente o primer ministro occidental estuvo presente, junto a Vladimir Putin.
Incluso algunos dirigentes de los países de la ex Unión Soviética tampoco se desplazaron. En cambio, si lo hicieron sus aliados los presidentes kazajo, moldavo, bielorruso o el serbio Aleksandar Vucic.
Una semana para votar
El evento, que también simboliza el orgullo y el poder de Rusia tras 20 años bajo Vladimir Putin, tiene lugar justo antes del referéndum constitucional que busca particularmente dar al actual jefe del Estado la posibilidad de permanecer en el poder hasta 2036, cuando cumplirá 84 años.
Debido a los riesgos ligados al nuevo coronavirus y para evitar colas, los colegios electorales abrirán a partir del jueves 25 de junio, una semana antes de la fecha oficial del plebiscito, el 1 de julio. Los rusos podrán votar también por internet.
Los detractores de Putin critican que haya organizado el desfile y el referéndum en un momento en el que el país sigue sumando casos de Covid-19 cada día y que Moscú, pese al desconfinamiento, aún prohíbe las manifestaciones públicas.
El presidente ruso señaló en un discurso televisado el martes que “el combate contra la epidemia continúa” y tanto el Kremlin como la alcaldía de Moscú pidieron a los rusos seguir el desfile por televisión, en lugar de salir a la calle.
Pero gracias al cambio de los días de votación y a la provisión de mascarillas y gel desinfectante, el Kremlin estima que votar en el referéndum no era “más peligroso que ir al supermercado”.
De por vida
Aparte de la derogación que hizo Putin para ejercer el poder más allá de 2024 por dos mandatos más, esta reforma de la ley fundamental le da al presidente potestades adicionales, como el nombramiento de jueces.
Anunciada para sorpresa general en enero y realizada justo antes de que la covid-19 frenara el proceso, esta revisión también inscribe en la Constitución principios conservadores venerados por Putin.
El matrimonio queda definido como la unión de un hombre y una mujer, cerrando la puerta a los homosexuales.
La fe en Dios también tiene cabida, una pequeña revolución en un país marcado aún por 70 años de ateísmo soviético, y en un momento en el que la Iglesia ortodoxa se ha convertido uno de los grandes aliados del presidente ruso.
Para la oposición, esta reforma solo tiene como objetivo dar a Putin todas las herramientas para mantenerse en el poder de por vida.