Francia se dirigía este domingo hacia una abstención récord en la primera vuelta de unos comicios municipales que se celebran en un contexto inédito y en un país casi paralizado por la epidemia del coronavirus.
A las 17:00 locales, tres horas antes del cierre de los centros electorales, la participación era de 38,77%, frente a 54,54% en 2014, indicó el ministerio del Interior.
“Nos encaminamos a una caída de la participación de casi 20 puntos en relación a 2014. Estimamos que la participación se ubicará en 45-46%”, dijo a la AFP el director de la encuestadora OpinionWay, Bruno Jeanbart.
Para los especialistas consultados por la AFP, la abstención por el coronavirus se verá sobre todo entre el electorado de la tercera edad, lo que penalizaría a la derecha.
Estas cifras récord relanzan las interrogantes sobre la celebración de la segunda vuelta, prevista en una semana, sobre todo teniendo en cuenta el rápido avance de la epidemia en este país, donde los casos se han multiplicado por dos en las últimas 72 horas.
Según el constitucionalista Didier Maus, entrevistado por la AFP, si se aplaza la segunda vuelta de los comicios, los resultados de la primera ronda serían anulados.
Todos con sus propios bolígrafos
Pese al cierre de sus escuelas, restaurantes, museos, cafés y comercios no indispensables, Francia, uno de los principales focos en Europa del COVID-19 con 4.500 infectados y 91 muertos, decidió, contra todo pronóstico, mantener sus elecciones de este domingo.
Debemos “asegurar la continuidad de la vida democrática y de las instituciones”, urgió el presidente Emmanuel Macron, que aseguró haber tomado esta decisión tras haber consultado a científicos que estimaron que “no hay nada que impida a los franceses, incluso a los más vulnerables, ir a las urnas”.
En la entrada de los 35.000 centros electorales del país se puso a disposición de los votantes gel antiséptico para que puedan desinfectarse las manos antes de depositar sus votos y se colocó cinta adhesiva en el suelo para que mantengan entre ellos una distancia de seguridad de al menos un metro.
“Todos respetan las reglas de seguridad”, comenta serena Laurence Berthier, de 50 años, a la salida de un centro electoral de París.
“¡Si respetamos las consignas y nos lavamos las manos antes y después no hay por qué tener miedo!”, estima Vanessa Bouissou, de 40 años.
Frente a un centro electoral en Escames, una pequeña localidad rural al norte de París particularmente afectada al inicio de la infección, un paquete de guantes quirúrgicos y una botella de gel antiséptico acogían a los electores.
“Prácticamente todos los electores traen su propio bolígrafo para votar”, cuenta Daniel Mooser, un comerciante jubilado de 74 años, encargado de recibir las firmas de los sufragantes.
“Tenemos que votar. No hay casi nadie y el riesgo es pequeño”, estima Bernard Gallis, de 66 años, que vino a votar con su esposa en Aulnay-sous-Bois, cerca de París, poco después de la apertura de los centros. No obstante, cuenta, sus hijos, de 40, 36 y 32 años no votarán a causa del virus.
¿Derrota para Macron?
En el plano político, los resultados de los candidatos del partido presidencial, La República en Marcha (LREM), que no existía en los últimos comicios municipales en 2014, serán observados con lupa.
Tras más de dos meses de manifestaciones y paros en los transportes, la crisis de los “chalecos amarillos” y el escándalo sexual que obligó al candidato de Macron, Benjamin Griveaux, a retirarse de la carrera por la alcaldía de París, los pronósticos no son buenos para el partido presidencial.
En la capital, la exministra de Sanidad, Agnès Buzyn, que remplazó a último minuto a Griveaux, está rezagada en tercer lugar en los sondeos, por detrás de la exministra de Justicia de Nicolas Sarkozy, la conservadora Rachida Dati, y la actual alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, empatadas a la cabeza.
En Marsella, la segunda ciudad de Francia, el macronista Yvon Berland, no supera el 10% de intenciones de voto. Incluso el primer ministro, Edouard Philippe, candidato a la alcaldía de Le Havre, su feudo electoral, no tiene asegurada la victoria, lo que pondría en peligro su puesto a la cabeza del ejecutivo.
“Una nueva derrota tras la de las elecciones europeas de 2019 sería una muestra más de que los poderes mágicos de Macron ya no son tan mágicos, lo que puede despertar las ambiciones de sus adversarios para las presidenciales de 2022”, comenta Bruno Cautrès, investigador en la universidad Sciences Po.