En las recientes elecciones regionales de los estados orientales de Sajonia y Brandemburgo, los electores menores de 30 años depreciaron a los partidos tradicionales. Sus favoritos fueron los neonacionalistas, con sus camisas pardas de triste recuerdo y los ecologistas, más conocidos como Verdes. Ambos partidos obtuvieron sobre el 20% de los votos en este estrato.
En comparación con los resultados nacionales del 2017, llama la atención la alta votación para la derecha. Según los analistas, es el reflejo de los desniveles económicos y sociales entre el Este y el Oeste del país. La argumentación es simple y lineal: hay que defender los pocos empleos existentes, aunque sean los de la explotación del dañino carbón lignito, para mantener el ingreso familiar.
En los estratos sociales más altos, se comparte más la complejidad de hacer política, incluyendo la problemática del clima, pero igualmente hay reacciones claras. Alrededor de la mitad de los egresados universitarios abandonan su Estado de origen para buscar empleo en Berlín o en el Occidente del país. Si estos movimientos se pudiesen proyectar al futuro, los Estados orientales se estarían vaciando, manteniéndose allá solo los ancianos.
A nivel del país entero, los jóvenes entienden la política como fundamentalmente distinta a lo tradicional. No hay confianza en los partidos y su actuación. La nueva generación prefiere hacer política a través de acciones concretas: boicot, peticiones o protestas masivas como lo muestra con éxito el actual movimiento
internacional ambientalista “Fridays for Future”.
Los partidos tradicionales son considerados como instituciones que no se hacen cargo de las inquietudes de la juventud. Por lo demás, dicho sector etario no está bien representado. En el parlamento, tan solo el 1,7% de los diputados son menores de 30 años.
Si se mira sólo el éxito electoral, los partidos tradicionales tienen cierta razón, pues el 36% de los votantes son mayores y el porcentaje sigue en aumento. Lo usual es, por tanto, tratar temas como las jubilaciones y la pobreza en la tercera edad. Igualmente defienden en lo básico el esquema económico existente, aun a sabiendas de que destruye el medio ambiente.
En buenas cuentas, la política sigue amarrada al corto plazo, mientras los jóvenes alemanes quieren una perspectiva de décadas. Como muestran varios estudios, mantienen mayoritariamente un optimismo por el futuro y la inmigración para ellos es una preocupación menor, aunque temen el aumento de la xenofobia.
En esa línea, exigen que sus planteamientos sean tomados en serio, reclaman un sistema de educación más flexible y de mayor calidad y quieren que Alemania vuelva a un rol de liderazgo internacional en cuanto al desarrollo digital. Como síntesis, ya asumen que no pueden contar con un nivel satisfactorio de jubilaciones, pero quieren vivir por lo menos en un mundo respirable.
Muchas instituciones, como las fundaciones políticas, están preocupadas por la brecha entre la juventud y los partidos. Abogan por más elementos de una democracia viva, con encuentros entre ambos sectores para reorientar la política tradicional y evitar una frustración mayor de las nuevas generaciones. Si se lograse esto, habría perspectivas de que, políticamente, el verde domine al pardo.
Columna de Heinrich Sassenfeld, revista Realidad y Perspectivas, Universidad de Chile.