Responsables europeos y británicos coincidieron en señalar el miércoles que “quedan cuestiones por resolver” para alcanzar un acuerdo de Brexit, en la víspera de una crucial cumbre en Bruselas y a dos semanas de la fecha prevista para el divorcio.
Los grupos negociadores estuvieron reunidos el martes hasta pasada la medianoche y reanudaron el trabajo por la mañana.
“Las conversaciones han sido constructivas, pero aún quedan varias cuestiones importantes por resolver”, aseguró en Bruselas el comisario europeo de Migraciones, Dimitris Avramopoulos, transmitiendo las explicaciones dadas por el negociador Michel Barnier a la Comisión Europea.
El responsable comunitario, que no precisó cuáles son los escollos en la negociación, aseguró en rueda de prensa que las “discusiones a nivel técnico, que se prolongaron durante la noche, siguen en curso”.
La discusión fue “constructiva” y “se realizaron avances pero queda trabajo por hacer”, dijo por su parte en Londres un portavoz del primer ministro Boris Johnson.
“Es cierto que quedan cuestiones por resolver”, subrayó.
Johnson habló por teléfono por la mañana con su homólogo irlandés, Leo Varadkar, para ponerlo al corriente de los progresos, tras lo cual este, que también está en contacto con la Comisión Europea, emitió el mismo mensaje.
“Estoy convencido de que todas las partes son serias en su determinación por llegar a un acuerdo a finales de este mes. Hay un camino hacia un posible acuerdo, pero hay muchas cuestiones que aún necesitan ser resueltas”, afirmó en Dublín.
El tiempo apremia. El Brexit está previsto el 31 de octubre, pero Londres tiene hasta el sábado para alcanzar un acuerdo con la Unión Europea. De lo contrario, debe pedir una nueva prórroga, tal y como le impone una ley aprobada en septiembre por el Parlamento británico.
En este contexto, la cumbre de jueves y viernes se anuncia crucial para alejar el temido escenario de un Brexit sin acuerdo, contra el que han advertido las instituciones económicas internacionales.
Los negociadores intentan ver cómo garantizar un comercio fluido de bienes entre Irlanda, país de la UE, y la provincia británica de Irlanda del Norte, territorios que ya gozan de la libre circulación de ciudadanos entre ambos.
El objetivo es además respetar los acuerdos de paz del Viernes Santo de 1998, que pusieron fin a tres décadas de conflicto sangriento en la isla de Irlanda, y proteger el mercado único europeo, de eventuales ‘dumpings’ de su todavía socio.