Carismática y profundamente feminista, Simone Veil, fallecida este viernes a los 89 años, estuvo marcada por su deportación a Auschwitz y se convirtió en una de las grandes figuras de la política francesa, luchando toda su vida para defender la condición de las mujeres.
Defensora de los valores morales y republicanos, esta feminista inflexible fue la primera mujer en ser ministra en Francia, así como presidenta del primer Parlamento Europeo.
Su combate por la legalización del aborto le valió admiración pero también la convirtió en blanco de virulentos ataques, que incluso se burlaron de su condición de víctima del Holocausto.
Luciendo un traje Chanel y el pelo recogido en un moño, Veil proyectaba una imagen de seguridad, pero no dejaba de tener un aire maternal. De carácter fuerte, era exigente, autoritaria y a la vez apasionada.
Nacida el 13 de julio de 1927 en Niza, en el sudeste de Francia, en una familia judía no practicante, fue deportada en 1944 al campo de exterminio de Auschwitz. Logró sobrevivir junto con sus dos hermanas, pero sus padres y su hermano murieron.
“Creo ser una optimista, pero desde 1945 estoy desprovista de ilusiones”, resumió.
“Sesenta años después, todavía me atormentan las imágenes, los olores, los gritos, la humillación, el viento y el cielo lleno del humo de los hornos”, dijo en una entrevista en televisión en 2005.
Su lucha por legalizar el aborto
En 1945 conoció en la escuela de Ciencias Políticas a Antoine Veil, con quien se casó un año después. La pareja tuvo tres hijos, uno de los cuales falleció en 2013. Su marido murió en abril de 2013.
Simone Veil ejerció como magistrada hasta 1974, cuando fue nombrada ministra de Sanidad en el gobierno del conservador Jacques Chirac.
Su duro combate para lograr impulsar la ley que despenalizaba el aborto en Francia, que contó con los votos de la izquierda, pero con la oposición de la derecha, la convirtieron durante mucho tiempo en la personalidad más popular de Francia, aunque también tuvo detractores.
“Escribieron en la puerta de mi casa: ‘Veil = Hitler"”, recordó en el año 2000, cuando fue nombrada presidenta de honor de la Fundación Francesa para la Memoria del Holocausto.
Su imagen en la Asamblea Nacional francesa a finales de 1974 quedará grabada en la memoria colectiva del país.
En 1979 encabezó de lista del centroderecha en la primera elección por sufragio universal para el Parlamento Europeo y fue elegida presidenta de la institución hasta 1982.
“El hecho de haber construido Europa hizo que me reconciliara con el siglo XX”, dijo Veil.
Después volvió a la política francesa y fue ministra durante el periodo de cohabitación entre la izquierda y la derecha, bajo la presidencia de François Mitterrand.
Desde 1998 hasta 2007 estuvo en el Consejo Constitucional y en 2005 pidió votar sí a la Constitución europea, finalmente rechazada por la mayoría de los franceses.
Ese año ganó el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional por su trabajo en “defensa de la libertad, la dignidad de la persona, los derechos humanos, la justicia, la solidaridad y el papel de la mujer en la sociedad moderna”.
‘Demasiado independiente’ para el Elíseo
En 2007 apoyó al conservador Nicolas Sarkozy cuando asumió la presidencia de Francia y nuevamente en 2012, al término de su mandato.
En 2008, en reconocimiento de su trayectoria, fue elegida miembro de la Academia Francesa.
En su espada, símbolo de la institución, hizo que se grabaran los tres ejes de su vida: el número que lleva tatuado en el brazo, tras su paso por Auschwitz, el lema “Libertad, igualdad y fraternidad”, que representa a Francia, y la frase “Unidos en la diversidad”, símbolo de la Unión Europea.
Sin embargo nunca aspiró a ser presidenta. “Nunca me sentí capaz de ejercer un poder así (…) Soy demasiado independiente para eso”, aseguró en una ocasión.