La asociación entre Estados Unidos y Arabia Saudita -basada en un intercambio de petróleo contra seguridad-, sellada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, nunca fue una alianza de corazón sino más bien de conveniencia.
El enojo del ogro estadounidense hacia su aliado Arabia Saudita es proporcional a la bofetada que proporcionó el país del golfo al presidente Joe Biden.
Pero el margen de maniobra del mandatario, que asegura querer “revisar” la relación con su socio, tan estratégica como tensa, parece limitada, al menos en el corto plazo, según expertos.
Washington podrá difícilmente arriesgarse a llevar a cabo una maniobra que sería percibida como favorable al poderoso rival iraní.
Esto, dado que “la administración Biden al igual que sus predecesoras parece obnubilada por una suerte de paranoia iraní”, anota Bruce Riedel, del instituto Brookings en Washington.
“Miope”, “decepcionante”, “manipulación”… Con estos términos raros en materia de diplomacia, los funcionarios estadounidenses alzaron la voz como pocas veces.
Lo anterior, para acusar a Riad de haber influido con todo su peso en el seno de la Opep+ para lograr una reducción de la producción petrolera en plena crisis energética.
Y de haber al mismo tiempo entregado un “respaldo” inesperado a Rusia en su guerra contra Ucrania.
Biden advirtió luego que esta decisión de la Opep+ tendría “consecuencias”. Esto, mientras sus consejeros más cercanos hablaban de una “reevaluación” de las relaciones bilaterales con Arabia Saudita a más largo plazo.
Joe Biden y Arabia Saudita
Pero más allá de su furia, los funcionarios estadounidenses admiten, en privado, que su país no hará nada que vaya en contra de sus “intereses de seguridad en la región”.
Los desafíos en Medio Oriente, y en particular el asunto iraní, son tales que no se vislumbra un retiro estadounidense. Además de que más de 70.000 de sus ciudadanos viven en Arabia Saudita.
Sin contar que a corto plazo, el presidente estadounidense se encuentra maniatado por las elecciones legislativas que se realizarán el 8 de noviembre, decisivas para su futuro.
“Lo que es práctico cuando usted dice que va a ‘reevaluar’ su política, es que permite hacer algo sin tener que actuar de inmediato”, explica a la AFP Lucas Russell, experto en Medio Oriente en la universidad del Estado de Michigan.
Sin embargo, “cuando el Congreso vuelva a sesionar en noviembre podrían aplicarse medidas”, agrega.
Esto, citando por ejemplo una reducción de la entrega de armas o municiones que podría “molestar a los sauditas que tendrán dificultades para aprovisionarse en otra parte”.
Mientras tanto, muchos críticos del presidente estadounidense aprovecharon el momento para denunciar su visita al reino en julio, hecha a pesar de sus reticencias, según divulgaron medios estadounidenses.
Matrimonio de conveniencia
El presidente estadounidense viajó a Arabia Saudita para reunirse con el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, luego de haber jurado hacer del reino un “paria” durante la campaña, tras el asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi.
A la defensiva, la diplomacia estadounidense trató de justificar el viaje rechazando cualquier “error”, según el vocero del Departamento de Estado, Ned Price.
Esta autoridad aseguró que la visita tenía como objeto “una multiplicidad de intereses en común”, más allá del petróleo.
El jueves, el secretario de Estado, Antony Blinken, resaltó que el presidente estadounidense se esfuerza por “recalibrar” la relación con Riad “desde hace ahora dos años”.
Esto, con los derechos humanos en la mira, o la distancia que tomó Washington con los sauditas acerca del conflicto en Yemen.
“Este proceso continuará con un solo objetivo en mente, que la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita haga avanzar nuestros intereses con más eficacia”, agregó.
“Estados Unidos sigue necesitando a los sauditas, por odioso que pueda parecer”, precisa a la AFP Stephen Cook, del Council on Foreign Relations.
Pero, independientemente de eso, el país norteamericano “debe tener una verdadera política energética. Si hubiésemos tenido una durante los 40 últimos años, no estaríamos en éstas”, agrega el experto.
Mientras Estados Unidos no tenga la capacidad de pesar realmente sobre los precios del petróleo. la reevaluación de su relación podría ser mínima, asegura Annelle Sheline, del Instituto Quincy.