Cincuenta años después de que conmocionara a Washington y al resto del país, el caso Watergate sigue siendo una historia de advertencia sobre la amenaza del poder presidencial sin límites y la vara de referencia con la que se miden y juzgan todos los demás escándalos políticos en Estados Unidos.
Sin embargo, algunos historiadores creen que su artífice, el entonces presidente Richard Nixon (1969-1974), corre el riesgo de ser desplazado en la historia por el magnate republicano Donald Trump (2017-2021) y la tormenta sobre su papel en la trágica invasión del Capitolio -sede del Congreso de Estados Unidos- el 6 de enero de 2021.
El delito subyacente de Nixon fue encubrir una intrusión en la sede del Comité Nacional Demócrata, que estaba localizada en el complejo Watergate de Washington, para robar documentos que podrían haberle ayudado en unas elecciones que finalmente ganaría claramente de todas formas.
Las acusaciones contra Trump -que incitó a sus partidarios a un motín sangriento para interrumpir el traspaso pacífico del poder, como parte de una conspiración para anular las elecciones ganadas por Joe Biden en 2020- parecen ser “mucho más graves”, según el profesor de historia Michael Green.
Nixon “ya ha sido derribado de su pedestal, francamente”, dijo Green, de la Universidad de Nevada Las Vegas, a la Agence France-Presse.
Cinco hombres -llamados “plomeros”- fueron sorprendidos con las manos en la masa el 17 de junio de 1972 dentro del complejo Watergate portando cámaras de fotos y grabadoras y rápidamente se supo que algunos estaban vinculados a la campaña de Nixon y a la Casa Blanca.
La investigación subsiguiente acabó abriendo una caja de Pandora que incluía el espionaje político, la falsificación de correspondencia e incluso el robo de un par de zapatos para intimidar a un rival de Nixon.
Pero el encubrimiento fue inicialmente tan exitoso que Nixon ganó 49 de los 50 estados con una aplastante victoria sobre el demócrata George McGovern en las elecciones presidenciales de 1972.
“El primer presidente sedicioso”
El encubrimiento podría haber tenido éxito si no fuera porque a mediados de 1973 se descubrió por casualidad que el presidente había grabado en secreto todas sus reuniones en la Casa Blanca.
Entre ellas, se encontraba una cinta en la que se oía a Nixon ordenando se diga al FBI, que iba a investigar la irrupción en el Watergate, que “se mantuviera fuera de esto”.
Nixon renunció después de que una delegación de veteranos dirigentes republicanos, encabezada por el ultraconservador Barry Goldwater, acudiera a la Casa Blanca en 1974 para decirle que era probable que se le abriera un proceso de destitución en el Congreso.
Finalmente fue indultado por su sucesor, pero muchos de sus principales colaboradores fueron a la cárcel.
Carl Bernstein y Bob Woodward, los dos periodistas que desempeñaron un papel fundamental en la caída de Nixon, han escrito un nuevo prólogo para su emblemático libro “Todos los hombres del presidente” estableciendo paralelismos con Trump.
Sugieren que la incitación de Trump a una turba para marchar hacia el Capitolio constituyó “un engaño que superó incluso la imaginación de Nixon”.
“Por definición legal esto es claramente sedición (…) así Trump se convirtió en el primer presidente sedicioso de nuestra historia”, alegan.
“Una historia más”
Y mientras el Senado votó por unanimidad la creación de una comisión de pesquisa bipartidaria sobre el caso Watergate, los republicanos de la década de 2020 vetaron una comisión mixta y castigaron a dos miembros que se unieron al comité de la Cámara de Representantes (baja), dirigida por los demócratas, que investigaba el 6 de enero.
Unos 80 millones de estadounidenses -más de un tercio de la población- sintonizaron en vivo el testimonio televisado del entonces consejero de la Casa Blanca, John Dean, contra Nixon en las audiencias del Watergate.
En contraste, alrededor de 20 millones -apenas el 6% de los estadounidenses- vieron la exitosa primera audiencia organizada por el panel acerca de la invasión del Capitolio, que se saldó con cinco muertos, uno de ellos policía.
Para David Greenberg, autor del libro “La sombra de Nixon: la historia de una imagen”, las audiencias del Watergate fueron “decisivas” y remarca una “diferencia”: “En 1973 y 1974 un gran número de congresistas y senadores republicanos leales a Nixon acabaron admitiendo que estaba involucrado en actividades criminales”, indicó
“Hoy, sólo unos pocos (…) han estado dispuestos a reconocer la complicidad de Trump” en los hechos, explica a la Agence France-Presse.
La destitución de Trump por incitar a la insurrección -y el aparente encubrimiento de casi ocho horas de sus llamadas telefónicas el 6 de enero- no han erosionado significativamente su base de apoyo.
Durante el caso Watergate “los estadounidenses estaban unidos y confiaban en sus fuentes mediáticas como parte de un diálogo nacional. Hoy eso es imposible”, dijo a la Agencia AFP Rick Sánchez, expresentador de la cadena de noticias CNN.
Si los medios de noticias por cable de derecha que dominan el discurso conservador actual hubieran existido en la década de 1970, argumenta Sánchez, el Watergate habría sido “una historia más”.