Desde el pasado sábado, los brasileños que quieran viajar a México necesitan una visa, y esto no tiene nada que ver con la relación entre los dos países. Este nuevo requisito es el resultado de la presión del Gobierno de Joe Biden, que intenta reducir la llegada de brasileños indocumentados a suelo estadounidense.
La preocupación de las autoridades estadounidenses por la migración brasileña es relativamente nueva. Hasta 2018, la detención anual de brasileños en la frontera sur de Estados Unidos nunca representó más del 1% del total de arrestados. En 2019 hubo un cambio importante: 17.900 brasileños fueron detenidos (2,1% del total).
En 2020, el año cumbre de la pandemia, las detenciones se redujeron a 6.900 (1,7% del total). Pero entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, se ha batido un récord: 56.900 brasileños han sido detenidos (3,3% del total). El fenómeno ocurrido este año tiene explicaciones locales, como la crisis económica, que obliga a buscar alternativas, y la red de brasileños cada vez más estructurada en Estados Unidos, que facilita la atracción de nuevos migrantes.
Sin embargo, este no es un problema exclusivamente brasileño. En 2021, Washington detuvo a 1,7 millones de indocumentados en su frontera sur, una cifra histórica y el doble del récord anterior. Esto tiene que ver con la crisis social derivada de la pandemia en varios países y con la expectativa de que la administración de Joe Biden tendría políticas más favorables a los migrantes, lo que no ha sucedido.
La mayor preocupación para los estadounidenses sigue siendo los migrantes de Centroamérica. Este año, 655.000 mexicanos, 319.000 hondureños y 283.000 guatemaltecos han sido detenidos en la frontera entre Estados Unidos y México.
La crisis económica como estímulo
En el ámbito económico, Brasil ha registrado resultados desalentadores. El Producto Interno Bruto (PIB) actual del país es el mismo que hace 12 años, es decir, más de una década de estancamiento. Este año se espera que la inflación alcance el 10%, lo que afecta al poder adquisitivo, mientras el desempleo también es elevado.
El sacerdote Jairo Guidini, director ejecutivo de la Red Internacional de Migración, con sede en Nueva York, es responsable de una red de casas y refugios para migrantes en Estados Unidos y en el extranjero, activa también en tres ciudades estadounidenses con grandes comunidades brasileñas: Boston, Nueva Jersey y Miami.
“Falta de empleo, inflación, aumento de la miseria: la gente se ve obligada a marcharse, y algunos están tratando de tener una oportunidad en suelo estadounidense”, dice Guidini a Deutsche Welle, recordando que muchos son engañados por anuncios falsos. “Los coyotes, que cobran de 10 a 20 mil dólares, les dicen que van a conseguir buenos trabajos, que van a cruzar la frontera tranquilamente, pero cuando llegan se encuentran con otra realidad, y a menudo tienen que pedir ayuda a las iglesias, a los familiares y a los amigos para pagar el alquiler y comer”, relata.
Atraídos por sus contactos
Por su parte, Dimitri Fazito, profesor de Sociología de la Universidad Federal de Minas Gerais y experto en migraciones, señala que también la red de brasileños que vive hoy en Estados Unidos y que fomenta la llegada de más compatriotas es mucho mayor que en décadas pasadas. Esta red incluye a familiares y parientes que ya han emigrado y pueden ayudar tanto económicamente como a que los migrantes consigan documentos falsos y ofertas de trabajo.
“El tema económico es un detonante. Pero este volumen de migración no se produciría si no existiera ya un sistema operativo para ello”, afirma Fazito. Esta estructura, según él, empezó a tomar forma a finales de los años 90 y creció en las dos décadas siguientes, y hoy hay brasileños en Estados Unidos que ganan dinero para facilitar la migración de indocumentados.
Fazito también cita una “cultura migratoria establecida” en algunas regiones del país y el factor cultural de una juventud “hoy mucho más dispuesta a este desplazamiento, sin esas familias que te frenan”. “Y hay una nueva generación que ha adquirido más capital humano en los últimos 10 o 15 años y busca la realización personal”, agrega.
Además, según los expertos, si bien la crisis económica y las redes personales, estimulan la migración, por otro lado la política exterior del Gobierno de Jair Bolsonaro no ayuda a que los brasileños indocumentados reciban un mejor trato por parte de las autoridades estadounidenses.