Digan lo que digan sus opositores, es un triunfo para el Presidente Trump el que haya sido eliminado, el líder y fundador de ISIS, grupo terrorista y fundamentalista que ha tronchado cientos de miles de vidas. Esto se consiguió bajo su batuta, como Comandante en Jefe de las FF.AA. estadounidenses.
Desgraciadamente, la forma en que manejó la información cuando se hizo pública, opacó la trascendencia global de lo conseguido. Trump erró, inexplicablemente, al intentar transformar un éxito militar en un evento televisivo preeleccionario, con él como héroe.
Sus descripciones gráficas y exageradas sobre los últimos segundos de vida de al Baghdadi y de tres de sus hijos pequeños, crearon reacciones negativas.
La más clara, quizás, ocurrió en Washington, horas después del anuncio. En uno de los encuentros de la serie final del béisbol – el deporte nacional- Trump fue abucheado mientras 50.000 fanáticos usaban una versión actualizada de su eslogan anti-Hillary de 2016: “A la cárcel con él”.
Si a esto se agregan evidencias que señalarían abusos de poder en investigaciones preliminares a un posible impeachment process; al disgusto y desconfianza globales creados por su decisión súbita y cuestionada por expertos militares – luego de cinco años de acción conjunta que costaron 10 mil vidas kurdas- de abandonarlos en las trincheras mismas en el norte de Siria; y a una serie de evidencias aparentemente claras de haber utilizado fondos federales para presionar a un país extranjero en detrimento de un posible
rival en las elecciones venideras; pareciera haber razones más que suficientes para indicar que Trump no será reelegido en 2020.
Pero no es el caso. Trump es un candidato con posibilidades, que cuenta con el respaldo de un 40% de los votantes, haga lo que haga.
Y esa es la crisis y el desafío más que serio que enfrenta la democracia en este país: “Haga lo que haga”, un populista autocrático, antipático y embustero nato puede ser reelegido Primer Mandatario en la Democracia simbólica del mundo, porque cuenta con el apoyo de grupos nativistas y de quienes controlan la mayor parte de la economía, con ramificaciones políticas que los benefician.
Por lo demás, hasta ahora sus opositores no muestran la fuerza electoral para derrotarlo. Trump los insulta con desparpajo y sus seguidores aplauden cada insolencia. Los rivales pelean entre ellos y no demuestran sapiencia mediática competitiva.
En este siglo, esto cuenta. Mientras tanto, la economía sigue creciendo, pese a signos de posibles problemas. El desempleo es el más bajo en la historia pese a que gran parte de la población no es remunerada como le corresponde.
En un país que lucha contra su propio racismo, las políticas anti-inmigrantes de Trump, su misoginia y sus ataques a quienes provienen de culturas diferentes, encuentran resonancia en parte importante de la población.
Es una realidad que duele. Faltan 12 meses para las elecciones generales. La ciudadanía tendrá la oportunidad de expresarse entonces…. Errare Humanum Est. Ojalá que no esta vez.
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