La caravana migrante que salió hace un mes de Honduras siguió acelerando vertiginosamente su paso este miércoles para alcanzar la frontera con Estados Unidos, hacia donde incluso cruzaron unos pocos centroamericanos, desafiando la presencia del secretario de Defensa estadounidense.
Tras recorrer más de 4.300 km, a pie y a “dedo”, casi un millar de migrantes llegaron ya a la fronteriza Tijuana, en el estado de Baja California: el fin de semana arribó un primer grupo conformado por un centenar de transexuales y algunos homosexuales, el martes llegaron otros 350 migrantes y este miércoles una cifra similar, todos integrantes de la gran caravana que salió el 13 de octubre desde San Pedro Sula.
Emocionados, corrieron a la playa de Tijuana a bañarse y metían la cabeza entre las rejas metálicas de la frontera para divisar su destino soñado.
Dos de ellos saltaron la alta valla y escribieron en la arena del lado estadounidense la palabra “catracho”, como se llama popularmente a los hondureños, y a los pocos minutos regresaron a territorio mexicano, constató Agence France-Presse.
El objetivo de los migrantes es que el gobierno estadounidense les otorgue el estatus de refugiados debido a la extrema violencia y pobreza que viven en sus países, pero para lograrlo deben cruzar por un acceso oficial, de acuerdo con un decreto firmado recientemente por el presidente Donald Trump.
“Siento emoción porque es un anhelo poder llegar aquí después de cruzar todo México”, comentó Lester Velázquez, de 39 años y originario de Honduras, quien espera ejercer en Estados Unidos sus oficios de albañil, soldador y barbero.
Al menos nueve migrantes de la caravana cruzaron ilegalmente a Estados Unidos y fueron arrestados por la patrulla fronteriza, constató Agence France-Presse. Entre ellos una mujer con tres meses de embarazo de nombre Jazmín Monserrat, de 19 años.
“No me dijo nada, cuando corrí ya estaba del otro lado (…) estamos cansados de la pobreza que hay en nuestro país”, dijo su pareja, Moisés Hernández, de 17 años.
También una mujer hondureña intentó cruzar con sus tres hijos y un bebé, aunque fue arrestada tras avanzar pocos metros.
Avanzando día y noche
En tanto, en el vecino estado de Sonora, también fronterizo con Estados Unidos, el grueso de la caravana avanzaba a pasos agigantados en buses dispuestos por la sociedad civil, en un trayecto sin descanso, de día y de noche, que se inició el martes en Guadalajara.
Desde entonces no han pasado la noche en campamentos, como solían hacerlo, sino sobre la carretera.
Exhaustos pero determinados, más de 1.000 migrantes pasaron esta tarde por Guaymas, una localidad sobre la costa del Pacífico, donde prolifera el narcotráfico y el crimen organizado.
“¡Somos una máquina, nadie nos detiene!”, gritaba Soyer Domínguez, un guatemalteco de 32 años que asomaba la cara y su brazo tatuado desde la ventanilla de uno de los 20 buses de su convoy.
Cada autobús, algunos escolares de color amarillo, transportaba unos 40 migrantes.
“Vamos hechos polvo pero vamos”, exclamó un anciano de barba blanca y piel arrugada, apretujado entre otros dos pasajeros.
“Están bien, no presentaron mayor afectación física”, comentó Edmundo Márquez, del departamento de Protección a Migrantes de Sonora.
Grupos de “católicos, dueños de autobuses y sociedad civil se organizaron” para ofrecer los vehículos con combustible y choferes, que tienen orden de llegar hasta Tijuana, explicó.
Márquez esperaba que este miércoles pasaran por Guaymas al menos 2.000 migrantes rumbo a la frontera.
Los obstáculos de Trump
Ante la inminente llegada de la caravana, Estados Unidos cerró parcialmente con barricadas y alambre de púas las garitas fronterizas de San Ysidro y Otay Mesa, que conducen a California.
El 9 de noviembre, Trump decretó el fin de los pedidos de asilo para quienes ingresen ilegalmente Estados Unidos, en un intento de disuadir a los centroamericanos de cruzar.
El mandatario ha calificado a los migrantes de “criminales” y acusa a la caravana de impulsar una “invasión”. Para contenerla, dispuso el controvertido envío de hasta 9.000 soldados a su frontera sur.
Este miércoles, el secretario de Defensa Jim Mattis dijo que esta operación “es necesaria” y “absolutamente legal”, durante una visita a las tropas al ras de la frontera.
“Trump puede poner lo que quiera poner, pero para Dios no hay obstáculos ni para nosotros”, desafió Rivera, quien era albañil y chofer en El Salvador.
Pese a su fe, el sacerdote Miguel Ángel Soto, defensor de los migrantes en Sinaloa, es menos optimista: “Van determinados pero no van a pasar. Se va a hacer un cuello de botella en Tijuana”.
La caravana llegó a sumar 7.000 integrantes según Naciones Unidas, pero muchos claudicaron en el camino reduciéndose a 6.011 (incluyendo 902 menores) que arribaron a Guadalajara, según autoridades locales.
Además de hondureños, se sumaron migrantes de Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela.
A la primera gran caravana le siguen a la distancia otras dos, con unos 2.000 migrantes cada una.