El Chapo, su apodo mexicano por su baja estatura, tiene 61 años. A pesar de su tierno alias, Joaquín Guzmán tiene un prontuario de execrables crímenes. Se enfrenta a cadena perpetua por delitos que bien podrían salir del libreto de una película de ficción.
Pero el fiscal de Manhattan quiere probar que sus crímenes son una brutal realidad: con 300.000 páginas de evidencias, busca demostrar el asesinato de 33 personas y el contrabando de más de 150 toneladas de cocaína. Sus pecados y sus espectaculares escapatorias de la cárcel han captado titulares en todo el mundo.
Su ascenso comenzó en los años ochenta. Gracias a su gran habilidad como administrador, y a medios brutales, se puso a la cabeza del contrabando de cocaína, que transportaba de México a Estados Unidos. Su gente cavó el primer túnel fronterizo, asumiendo el negocio de pasar droga y migrantes hacia el norte, y armas del norte hacia el sur. En los últimos 25 años, las autoridades han descubierto unos 180 de estos túneles de contrabando.
Primera cacería en 1993
En 1993, México quiso poner freno al negocio a El Chapo. El Gobierno dictó, por primera vez, una orden de captura. Guzmán escapó a Guatemala. Poco más tarde, las autoridades lo capturaron y lo llevaron a un tribunal de México, que lo condenó a 20 años de prisión. Pero no duró mucho en su celda: en 2001, El Chapo huyó de una cárcel, por primera vez. En un vagón de lavandería se escapó de la prisión de Puente Grande.
Protegido por su ejército privado, Guzmán se escondió después en su natal Sinaloa. Pero en lugar de disfrutar de su libertad, volvió a su negocio y lo expandió a un tamaño inimaginable. El actor Sean Penn, quien se reunió con Guzmán en 2015 para una entrevista, contó del próspero comercio de bienes ilegales de El Chapo, quien se jactaba de ser “el mayor narcotraficante de heroína, metanfetamina, cocaína y marihuana del mundo”. Además de poseer “una flota de submarinos, aviones, camiones y barcos”.
Esta flota global le significó a El Chapo una fortuna de miles de millones, y el respeto de sus compatriotas. Muchos mexicanos adoran a El Chapo, pese a ser uno de los responsables de la guerra contra las drogas, que tantos problemas le causan a su país. Pero es que El Chapo tiene lo que muchos mexicanos quieren: dinero y poder.
Túnel de escape
Trece años después de su primera huida, Guzmán fue recapturado en México. Esta vez fue recluido en una prisión de máxima seguridad. Pero ni las mayores precauciones de seguridad sirvieron. Sólo un año después escapó de su celda nuevamente, gracias a una probada estrategia: un túnel de casi 1.5 kilómetros de largo, que cavó desde una de las duchas de la prisión. Guzmán sólo pudo haber burlado las altas medidas de seguridad con la complicidad de las autoridades de la cárcel.
En 2016, poco después del encuentro con Sean Penn, la policía mexicana logró nuevamente capturar a El Chapo. En enero de 2017, El Chapo fue extraditado a Estados Unidos, y desde entonces ha estado en un régimen de aislamiento durante todo el día, en una celda sin ventana. Se le permite usar una bicicleta estática o ver televisión una hora al día.
Guzmán se queja de las condiciones de detención en Nueva York, que le generan “depresión y alucinaciones”. Sólo sus abogados y sus dos hijas gemelas de siete años pueden visitarlo. El narcotraficante de otrora parece haber aterrizado en la dura realidad de la prisión.
Proceso bajo altas medidas de seguridad
Este 5 de noviembre comenzó finalmente el proceso definitivo, que ya debía haber comenzado en septiembre. En ese momento, los abogados defensores de El Chapo argumentaron con éxito que necesitaban más tiempo para evaluar las pruebas.
Los doce miembros del jurado serán escogidos, en un proceso secreto. La identidad de los jurados no será revelada. Los 16 testigos también gozarán de especial protección.
Dichas precauciones no son una exageración. El último juez que condenó a El Chapo en México fue asesinado en 2016 en la calle, mientras hacía deporte. De cualquier modo, se espera que en unos cuatro meses se emita una condena.