Un escándalo internacional y los ojos del mundo sobre el caso, la desaparición del periodista Jamal Khashoggi, se ha convertido en un dolor de cabeza para las autoridades de Arabia Saudita, que no han sido capaces de dar una respuesta satisfactoria a lo que ocurrió con este reportero crítico del rey Salmán y el príncipe heredero Mohamed bin Salmán.
Periodista crítico con el poder de Riad, que trabajaba para el Washington Post, Jamal Khashoggi, de 59 años, se presentó al consulado de Arabia Saudita en Estambul el 2 de octubre y nunca más se supo de él. Desde entonces Turquía y Estados Unidos han exigido respuestas a Arabia Saudita.
Pese a la presión internacional sobre Riad, hasta el momento sólo se han podido conocer detalles a través de la prensa sobre lo ocurrido con el reportero, sin que ninguna información haya sido confirmada por autoridades.
La situación obligó al secretario de Estado y jefe de la diplomacia de Estados Unidos, Mike Pompeo, a viajar a la zona, para dialogar con autoridades saudíes y turcas, aunque de momento sólo ha logrado el compromiso de ambos gobiernos para una investigación independiente.
Las autoridades saudíes “prometieron pedir explicaciones a todas las personas cuya investigación indique que deben rendir cuentas”, incluso si la investigación toca a miembros de la familia real, declaró Pompeo a los periodistas el martes, antes de despegar hacia Ankara desde Riad.
¿Por qué importa?
Khashoggi era uno de los pocos periodistas que escribía artículos críticos sobre el gobierno de Arabia Saudita, aunque no se le consideraba un disidente, ya que había apoyado alguna de las decisiones más polémicas del príncipe bin Salmán como lo fue la invasión a Yemén, consignó diario El País de España.
El periodista en algún momento fue cercano a la familia real, siendo consejero del príncipe Turki al Faisal (exjefe de inteligencia) cuando era embajador en Reino Unido, pero en los últimos años se había distanciado de ellos.
Primero por sus críticas a la injerencia del poder clerical en los medios de comunicación en Arabia Saudí, luego por sus recriminaciones a las políticas económicas de bin Salmán (más por la falta de debate que por las decisiones en sí), algo que en los últimos años comenzó a hacer en el Washington Post.
“Mohamed bin Salmán había estado pagando millones de dólares para crear una cierta imagen de sí mismo y Jamal Khashoggi estaba destruyendo todo eso con tan solo unas cuantas palabras”, expresó Azzam Tamimi, amigo del periodista, con quien fundó la organización Amigos de la Democracia en Argelia.
Los cercanos al reportero afirman que pese a su cercanía con la monarquía, hasta al menos 10 años atrás, Kashoggi siempre fue un “demócrata oculto” y afín del islam político, hasta se ha dicho que tenía afinidad por los Hermanos Musulmanes, agrupación que busca que la vida social se organice en torno a las enseñanzas del corán.
Desde 2016 tenía prohibido ocupar redes sociales o comunicarse con periodistas extranjeros, tras convertirse en una referencia para reportes que buscaban redactar artículos sobre los cambios en Arabia Saudita. Por estas razones se autoexilió en junio de 2017 en Estados Unidos.
Aunque su calvario no terminaría en Norteamérica, debido a que desde su huida de Arabia Saudita, las autoridades detuvieron a varios de sus personas o de su círculo más cercano, les prohibieron salir del país y sus columnas fueron vetadas de los medios saudíes, consigna The New York Times.
Famoso por entrevistar en varias ocasiones a Osama Bin Laden, durante su carrera tuvo la oportunidad de conocer a personajes importantes y en los últimos meses hasta logró acercarse al presidente turco, Recep Erodgan, quien públicamente ha pedido que se aclare qué ocurrió con el periodista tras ingresar al consulado.
Aunque tuvo también cercanía con el autor intelectual del ataque a las Torres Gemelas, se mostró decepcionado tras el atentado y aseguró los aviones “también atacaron al islam como religión y a los valores de la tolerancia y la coexistencia que promueve”.
“Asesinado en el consulado”
El pasado 6 de octubre, una fuente cercana al gobierno turco declaró que “la policía sopesa en sus primeras conclusiones que el periodista fue asesinado en el consulado por un equipo que vino especialmente a Estambul y se fue el mismo día”. Lo que Riad desmintió.
Tras los primeros reportes, Turquía pidió inspeccionar el consulado y el presidente Erdogan reclamó que Arabia Saudita debe “probar” que el periodista salió del consulado, agregando que esperarán la investigación.
Al mismo tiempo, el Washington Post pidió al gobierno de Estados Unidos “exigir respuestas firmes y claras” a Riad. “El cuerpo de Khashoggi fue probablemente troceado y colocado en cajas antes de ser transferido en avión fuera del país”, afirmó el diario.
Las sospechas sobre Arabia Saudita aumentaron hace una semana, cuando las televisiones turcas difundieron imágenes de cámaras de vigilancia en las que se ve llegando a Estambul a los sauditas sospechosos de haber dirigido la operación, y una furgoneta entrando en el consulado antes de dirigirse a la residencia del cónsul.
El presidente turco presionó a Riad para revelar las imágenes de las cámaras de vigilancia. Los sauditas afirmaron que sus cámaras no funcionaban aquel día.
Según The Washington Post, Ankara habría afirmado a Washington que poseía grabaciones de audio y de video que mostraban cómo Khashoggi fue “interrogado, torturado y después asesinado” en el interior del consulado, antes de que su cuerpo fuera desmembrado.
Las sospechas apuntan al príncipe
Este miércoles, un diario progubernamental turco, basado en grabaciones de audio realizadas en el interior del consulado, informó de que el periodista fue torturado dentro del consulado antes de ser “decapitado” por agentes sauditas.
Según el New York Times, uno de los hombres identificados por las autoridades turcas como parte del equipo sospechoso de haber perpetrado el asesinato pertenece al entorno del príncipe heredero y otros tres a los servicios de seguridad.
Un quinto hombre, un forense identificado como Salah Al Tubaigy, ocupó puestos de alta responsabilidad en el ministerio saudita de Interior y en el sector médico, prosigue el periódico, señalando que “una personalidad de este nivel solo puede estar dirigido por una autoridad saudita de alto rango”.
El rotativo afirma haber confirmado que “al menos nueve de los 15 (sospechosos) trabajaron para los servicios sauditas de seguridad, el ejército u otros ministerios”.
Riad rechazó cualquier amenaza de sanciones, y prometió responder en caso de medidas hostiles, negando rotundamente que haya dado “ordenes de asesinar”. Mientras Trump, después de una conversación telefónica con el rey Salmán, sugirió que la desaparición del periodista “podría ser obra de asesinos fuera de control”.
Por la noche, policías turcos inspeccionaron el consulado, y recogieron muestras, especialmente de la tierra del jardín, según un responsable.
El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, afirmó que Riad estaba a favor de una investigación “exhaustiva”, después de sendos encuentros con el rey y el príncipe heredero. Los sauditas no excluirán a nadie de sus investigaciones, declaró.
Algunos medios estadounidenses afirmaron que Arabia Saudita ha evaluado reconocer su responsabilidad en la muerte de Jamal mientras era interrogado, algo que finalmente no sucedió tras la visita de Mike Pompeo a la región.