“Un sacerdote reconoció abusar de niños, pero negó los reportes de dos niñas que lo acusaron: ‘No tienen pene’, explicó. Otro sacerdote, ante la pregunta de si había abusado de sus feligreses, respondió de manera evasiva: ‘Con mi historial todo es posible’. Y otro sacerdote al final decidió renunciar después de años de haber enfrentado denuncias, pero pidió —y recibió— una carta de recomendación para su siguiente trabajo: Disney World”.
Así inician las más de mil páginas del informe que elaboró la Fiscalía de Pensilvania sobre los miles de casos de abusos sexual cometidos por sacerdotes estadounidenses, la gran mayoría fueron ocultados por la jerarquía de la iglesia.
Aquí algunos de los casos más terribles.
El que abusó de más de 35 niños
“Básicamente si él no hubiera sido descubierto continuaría con su comportamiento, sin pensar que hacia algo malo”, así describe un informe médico al padre Edmond Parrakow, un sacerdote que reconoció en 1985 haber abusado de unos 35 menores entre 14 a 16 años, durante el tiempo en que sirvió como religioso.
Parrakow fue llevado a un centro médico luego de que un hombre lo denunciara en 1985 de haber abusado de él 15 años antes. En sus entrevistas con los doctores del recinto de salud confesó la atracción sexual que sentía por menores de edad, aunque sólo hombres, pues el sexo con mujeres lo consideraba “pecaminoso”.
“Parrakow admitió haber abusado de aproximadamente 35 niños varones en los 17 años que había servido como sacerdote (era 1985). Parrakow indicó que prefería que sus víctimas tuvieran entre 15 a 16 y admitió haber tenido contacto sexual, masturbación mutua, felación mutua y coito anal con menores. Parrakow declaró además que “pensaba que el sexo con una niña era pecaminoso y que el sexo con un niño no era violación”, señala la investigación de la fiscalía de Pensilvania.
Los médicos como conclusión del informe señalaron que el sacerdote -luego de un tratamiento- tenía claro como era su personalidad, por lo que recomendaron a las autoridades eclesiásticas que el cura no tuviera contacto en su trabajo con menores, o que al menos se limitara al mínimo posible.
Aunque la Diócesis de Greenburgh señaló que mantuvo cargos alejados de niños, tanto en Nueva York como Pensilvania, una nueva denuncia contra Parrakow se registró en 1989. Un joven identificado como “víctima 2” por el informe judicial, describe al religioso como un “pervertido” y llevó la pista a una tercera víctima.
“La víctima tres informó que, mientras él era monaguillo, el padre Ed, como los muchachos llamaban a Parrakow, les decía que no usaran ropa debajo de sus sotanas porque Dios no quería ropa hecha por el hombre rozase la piel mientras estaban sirviendo a la misa. Parrakow también les decía a los niños que sus sotanas habían sido bendecidas y que estaban destinados a ser usados sobre la piel”, explica el documento.
Fue alejado de actividades públicas entre 1989 a 2003 y en 2004 recibió su laicización por parte del Vaticano y fue removido del clero (dejó de ser cura)
Paone: un caso de encubrimiento
“Otra víctima informó a la Diócesis de Pittsburgh que fue abusado sexualmente por Paone en la década de 1960. El abuso incluía caricias, sexo oral y anal. Los hechos ocurrieron en la casa de la víctima, en un campamento de caza y en el automóvil de Paone (…) También proporcionó alcohol a la víctima, revistas pornográficas y dinero en efectivo”, cuenta el informe de la Fiscalía.
El caso de Ernest Paone es uno de los más emblemáticos en Estados Unidos, debido a sus cambios de Diócesis y de Estados, por las constantes denuncias en su contra por abuso sexual en cada lugar de trabajo, por lo que el informe le sindica como ejemplo de las maniobras usadas por la jerarquía católica para encubrir las acusaciones.
Paone pasó por Pensilvania, California y Nevada, además en el primer estado estuvo en más de seis iglesias y nunca dejó de pertenecer a la Diócesis de Pittsburgh, también trabajó en labores administrativas en tres arquidiócesis. Traslados motivados por las denuncias en su contra.
Desde 1985 Paone habría sido protegido directamente por el actual arzobispo de Washington, Donald Wuerl, apuntado en la actualidad como uno de los encubridores, quien habría autorizado los cambios de sede de California a Nevada.
El caso fue archivado por la justicia en 2002 cuando la Diócesis entregó algunos escasos documentos a las autoridades, después que este caso fuera revelado por el periódico The Boston Globe, que en 2001 publicó una extensa investigación sobre los abusos contra menores y encubrimientos de la Iglesia Católica en la costa este de Estados Unidos.
Paone murió en 2012, casi 9 años después de retirarse, debido al reportaje en su contra.
“Aproximadamente 41 años después de que la Diócesis (de Pittsburgh) se enterara de que Paone estaba abusando sexualmente de niños (1961), finalmente fue retirado de la actividad eclesiástica (2002). A pesar de las declaraciones de Wuerl ante el Vaticano, la amenaza clara que Paone representaba para los niños había sido escondida y mantenida en secreto a los feligreses en tres estados”, concluye el informe.
El sacerdote que abusó de una familia
Una de las primeras denuncias al interior de la Iglesia Católica de Pensilvania se registró en abril de 1987 en contra del padre Augustine Giella, responsable del instituto religioso de ese estado, donde una joven afirmaba que el sacerdote lo presionó para ver cómo hacía sus necesidades en el baño.
Tras esa denuncia vinieron más por parte de otras niñas, quienes aseguraban que conductas inapropiadas de Giella en los baños. Sólo su retiro voluntario en 1988 detuvieron las actividades de este sacerdote reporta diario El País de España.
El cura fue denunciado en 1992 ante la policía por el padre de una víctima, después de que fracasaran sus intentos de acudir a la justicia eclesiástica. El acusado reconoció conductas impropias con las niñas, como tocaciones sexuales o haberles tomado fotografías en los baños.
En su casa se hallaron ropas de mujer, envases con vello púbico y fotografías de niñas en poses sexuales. Giella nunca fue juzgado debido a su muerte en 1993.
Pero en 2016 este caso se mediatizó nuevamente, luego que cinco hermanas denunciaran públicamente cómo actuaba Giella, revelando que el religioso recolectaba muestras de orina de las chicas, vello púbico y sangre menstrual, incluso llegó a consumir alguna de las muestras.
“En la iglesia San Juan el Evangelista, Giella conoció a una familia que lo acogió como su sacerdote. En la familia había ocho niñas y un niño. Giella comenzó a abusar a las niñas casi inmediatamente después de ser nombrado a la parroquia. Giella abusó sexualmente de cinco de las ocho menores. Giella también abusó de otros integrantes de la misma familia. Su conducta incluye una serie de delitos punibles según la ley de Pensilvania”, revela el documento presentado por la justicia, según constata el New York Times.
Encubrimiento y “abusadores unidos”
Otro punto que aborda el informe son los casos de encubrimiento de las denuncias de abuso sexual, lo que habría sido una política por parte de la jerarquía de la Iglesia Católica en Estados Unidos y principalmente en Pensilvania.
“Lo que podemos decir es que, pese a algunas reformas institucionales, los líderes individuales de la Iglesia han eludido la rendición de cuentas pública. Los sacerdotes estaban violando a niños y niñas pequeños, y los hombres de Dios que eran responsables de ellos no solo no hicieron nada, sino que lo escondieron todo. Durante décadas. Monseñores, obispos auxiliares, obispos, arzobispos, cardenales fueron en gran parte protegidos; muchos, incluyendo a los que son nombrados en este reporte, recibieron ascensos. Hasta que eso cambie, creemos que es demasiado pronto para cerrar el libro sobre el escándalo de abuso sexual de la Iglesia católica”, concluye el documento.
La llamada “Carta de Dallas”, aprobada por los obispos católicos estadounidenses en 2002 tras el estallido del escándalo de abuso sexual de menores por parte de sacerdotes en Boston, fue un avance para intentar disciplinar a los abusadores. Pero solo se aplica a los sacerdotes, no a los obispos. Estos son los principales involucrados en los casos de encubrimiento, como ocurre con Donald Wuerl, quien es el sacerdote en Estados Unidos más cercano al papa Francisco.
La investigación no sólo apunta a que los obispos trabajan en ocultar estos casos, sino también a que los sacerdotes abusadores mantenían una red de contacto y “marcaban a sus víctimas”.
En base al testimonio de una víctima del padre George Zirwas, se pudo establecer cómo los sacerdotes abusadores eran capaces de identificar a víctimas de otros curas. El método era simple: regalar una cruz específica a los niños y/o monaguillos que habían abusado.
“El gran jurado observó que estas cruces cumplían otra función además de engatusar a las víctimas: eran un método de identificación clara de que estos niños eran víctimas del abuso sexual. Eran una señal para los demás depredadores de que los niños ya estaban insensibilizados al abuso y podían ser blanco de más victimización”, explican los fiscales.