Más de 2.000 soldados de Rusia fueron enviados a la antigua república soviética de Kazajistán a petición del presidente Kassym Jomart Tokayev, tras una violencia no vista desde que el país obtuvo la independencia en 1991.
“La operación de mantenimiento de la paz (…) en el territorio de la República de Kazajistán concluyó”, declaró Andrei Serdyukov, jefe de la misión de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), alianza militar dirigida por Moscú que intervino a pedido del gobierno kazajo.
El Ministerio de Defensa ruso precisó que “cuatro aviones de transporte de tropas rusas con soldados despegaron de los aeropuertos de Nur Sultan y de Almaty”, en Kazajistán.
Estos aviones “transportan a las últimas unidades” y a sus responsables, según el ministerio.
Estas tropas no participaron en los enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas kazajas, pero su envío significó el apoyo político y militar de la Rusia de Vladimir Putin al régimen de Kazajistán.
El estado de emergencia instaurado en el país tras las manifestaciones terminó el miércoles. El portavoz presidencial Berik Uali escribió en Facebook que “la unidad y la integridad del pueblo y el ejército” restablecieron el orden en el país.
Las autoridades locales acusaron a “terroristas” formados en el extranjero de organizar estos disturbios, lo que permitió solicitar esta ayuda de la OTSC, que, además de ser liderada por Rusia, incluye a Armenia, Bielorrusia, Tayikistán, Kirguistán y Kazajistán.
El contingente, desplegado el 6 de enero en esta antigua república soviética de Asia central, estaba compuesto por 2.030 militares rusos, bielorrusos, armenios, tayijos y kirguises. Su retirada comenzó el pasado 13 de enero.
¿Lucha de poder de Rusia en Kazajistán?
En Almaty, periodistas observaron que la policía aún bloqueaba el acceso a varias calles luego que un grupo de oposición prohibido convocara una protesta.
Los acontecimientos en Kazajistán siguen siendo muy opacos, con indicios de una lucha interna por el poder en la cúpula.
El martes, el influyente expresidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, de 81 años, aseguró, en un video en el que apareció por primera vez desde los disturbios, ser un “jubilado”. Además, negó todo conflicto con su sucesor.
Nazarbáyev aseguró que Tokayev, a quien cedió la presidencia en 2019, “tenía todas las facultades”. “Por lo tanto, no hay ningún conflicto o confrontación dentro de la élite”, agregó, denunciando “rumores sin fundamento”.
La ira de los alborotadores estaba dirigida en particular contra Nazarbáyev, acusado de haber hecho prosperar la corrupción en la antigua república soviética.
Después de su salida de la presidencia en 2019, Nazarbáyev mantuvo un papel influyente en la política de su país. Se atribuyó el título de Elbassy, Jefe de la Nación en kazajo, y conservó la cabeza del influyente Consejo de Seguridad.