Después de un año fustigando sin miramientos a sus rivales occidentales, los beligerantes “guerreros lobo” de la nueva diplomacia china prueban su propia medicina. Instados a moderar el tono, ahora son blanco de la furia nacionalista de sus propias filas.
En los últimos años, China ha sacado a relucir una nueva generación de diplomáticos que terminaron recibiendo el nombre de “guerreros lobo” por su tono beligerante, incluso insultante, contra quienes les criticaban por vulnerar derechos humanos o esconder información sobre la pandemia del covid-19.
En un giro de 180 grados, el presidente Xi Jinping pidió el mes pasado a los principales cargos políticos modificar esta estrategia y cultivar una imagen internacional “fiable, admirable y respetable” para mejorar el poder blando de China.
La cúpula del partido comunista se ha dado cuenta que “la reciente estrategia diplomática no había sido bien recibida en el exterior, incluido entre aliados potenciales” pero este cambio requiere un delicado equilibrio, dijo Florian Schneider, director del Leiden Asia Centre en Holanda.
“Los líderes chinos se pusieron a sí mismos en una trampa. Por un lado prometieron al mundo una China templada y benevolente. Por el otro, prometieron al público doméstico una China fuerte y tajante”, añadió.
“Traidores”
En junio, influyentes líderes de opinión “patriotas” arremetieron en la red social Weibo contra destacados intelectuales chinos que participaron en un programa de intercambio académico impulsado por el gobierno japonés, acusándoles de “traidores” por aceptar dinero japonés y escribir positivamente de ese país.
Pekín salió al paso y defendió el programa como una forma de “construir confianza y una amistad más profunda” con Tokio.
Esa campaña coincidió con una visita de senadores estadounidenses a la isla de Taiwán para donar vacunas contra el coronavirus, ante el que el ministerio de Exteriores chino solo emitió una tenue reprimenda.
“¿Por qué no los hemos abatido? ¡Han violado nuestro espacio aéreo!”, reaccionó un usuario de Weibo. “Tan débiles e incompetentes”, lamentaba otro.
Pekín ha incentivado cuando le convenía el nacionalismo interno, pero ahora, incluso algunos de sus defensores más acérrimos, admiten que una retórica más calmada encajaría mejor en el rol de gran potencia que el país reclama.
Hu Xijin, editor del tabloide nacionalista Global Times, instó recientemente al gobierno a hacer “bandera de la humanidad” en redes sociales después de que una cuenta de Weibo controlada por el Partido Comunista bromeara con una imagen comparando el lanzamiento de un cohete especial chino y la incineración de víctimas del covid en India.
“A veces el sentimiento ‘guerrero lobo’ se va de las manos”, dijo a la AFP Jonathan Hassid, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Iowa (Estados Unidos).
“Pero si China intenta suavizar su imagen, los patriotas de casa van a estar furiosos”, añadió.
El cambio de tono, sin embargo, no se refleja en las acciones, como muestra la aprobación de una ley para castigar a empresas que obedezcan las sanciones extranjeras, sus incursiones en la zona de defensa aérea de Taiwán o el golpe policial contra el diario opositor de Hong Kong Apple Daily, forzado a cerrar.
Para Adam Ni, analista del Centro de Política China en Canberra (Australia), los objetivos del régimen comunista son contradictorios.
“Quiere una mejor imagen internacional, pero los factores políticos internos, así como la necesidad de reivindicar sus intereses, implican que continuará desplegando acciones en la dirección opuesta”, dijo.