Cuando Choi Jung Hun trataba a sus pacientes en Corea del Norte, tenía que encargarse personalmente de conseguir el material de protección: “Me pidieron que me comprara guantes y mascarillas quirúrgicas”. No había equipo protector para los médicos, dijo a DW a través de Skype.
Sus declaraciones no pueden ser verificadas, pero coinciden con otros informes sobre el aislado país.
El neurólogo huyó a Corea del Sur en 2012. Anteriormente trabajó en el Centro para el Control de Enfermedades en la ciudad portuaria de Chongjin, en Corea del Norte. Ya en 2002/2003 le tocó enfrentar la epidemia de SARS en su país. En ese entonces, tenía poco más que un termómetro clínico para realizar diagnósticos.
En la actualidad, trabaja en la Universidad de Corea, en Sejong. Este hombre delgado, de expresión seria, considera que la información de los medios estatales de Corea del Norte de que hasta ahora el país se ha salvado del coronavirus, es propaganda. Sobre todo porque la frontera de 1.400 kilómetros con el país vecino y socio comercial más importante, China, estuvo abierta hasta finales de enero.
Choi cree que el virus entró al país ya en ese entonces. “Por supuesto que gente murió por el coronavirus en Corea del Norte”, enfatiza. En su tierra natal, ya hubo gente que falleció por otros virus en el pasado. También por aquellos que no son letales en otros lugares: “Corea del Norte es un museo de virus”.
No sorprende que el régimen afirme persistentemente que ha logrado mantener fuera al COVID-19. “El sistema de salud es muy débil. Esto no se quiere mostrar al mundo”, aclara.
Otro aspecto relevante es el mensaje que se envía al propio pueblo. “Cuando quede claro que el sistema de salud no puede cuidar a la gente, esta perderá la confianza en su Gobierno, lo que significaría que el sistema no es infalible”, afirma.
La cobertura informativa estatal
De hecho, hay mucha cobertura sobre el COVID-19 en los medios estatales norcoreanos. Hay actualizaciones diarias, con titulares que sugieren que el régimen está haciendo todo lo humanamente posible para proteger a la población.
A mediados de junio, el diario surcoreano online Daily NKzum, especializado en el país vecino, informó que según una fuente del norte, mantenida en el anonimato por razones de seguridad, “más de 5.000 personas, que fueron dadas de alta en centros de cuarentena del país, podrían haber fallecido”. Esta información tampoco se pudo verificar.
Pero un hecho sí es cierto: la aislada Corea del Norte respondió a la crisis de la pandemia con amplias medidas. Se cerraron fronteras, no hubo clases en escuelas y universidades durante meses. Y luego, a fines de julio, los medios estatales informaron del primer y, hasta ahora, único caso sospechoso: supuestamente un desertor que habría regresado arrepentido de Corea del Sur.
El politburó, encabezado por Kim Jong-un, celebró una reunión de emergencia y decidió poner en confinamiento a los 200.000 residentes de la ciudad fronteriza de Kaesong.
Hace unos días, el Comité Central del Partido gobernante, encabezado por Kim Jong-un, se reunió en una sesión plenaria. Las fotos publicadas por el periódico estatal de ese país, Rodong Sinmun, muestran filas llenas de gente sin mascarilla.
En la estadística sobre covid-19 de la Universidad Johns Hopkins, Corea del Norte brilla por su ausencia.
Casi ningún extranjero en el país
La mayoría de los extranjeros se han ido del país. Muchas embajadas, incluida la mayoría de las europeas, retiraron a su personal; la alemana está cerrada desde el 9 de marzo. En cambio, algunos países de Europa del Este aún están presentes en Pyongyang. “Por el momento no hay planes de cerrar la embajada”, dijo a DW un vocero de la embajada polaca.
En el sitio web del Ministerio de Asuntos Exteriores de Suecia, otro de los países que cerró su embajada, se puede leer que “no es posible decir si en Corea del Norte ha habido infecciones. Debe asumirse que el sistema de salud local no tiene los medios para diagnosticar y tratar una enfermedad grave de COVID-19″.
Esta información también la confirma el doctor Choi Jung Hun. Sin embargo, no se debe a las cualificaciones de los médicos y enfermeras. El personal médico está bien formado: “Los médicos son capaces de reconocer el COVID-19, basándose en los síntomas. Pero incluso si lo hacen, no pueden confirmar oficialmente este diagnóstico, porque carecen del material necesario”.
No solo los kits de prueba para SARS-CoV-2 escasean en Corea del Norte. “Simplemente no hay infraestructuras. Siempre hay cortes de energía en los hospitales y, a veces, no hay agua corriente”, afirma Choi.
Además, llevar suministros de ayuda al país es difícil, no solo por el cierre de fronteras, sino también por las amplias sanciones de la ONU. En marzo llegó al país material de Médicos sin Fronteras. Allí solo están activas la Cruz Roja norcoreana y la Media Luna Roja.
Los médicos del país no tienen más remedio que trabajar con lo que tenía el doctor Choi: un termómetro.