China debe aceptar una coexistencia pacífica junto a un Taiwán democrático que nunca aceptará una dominación del gobierno de Pekín, aseguró el miércoles la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen en su discurso de investidura, rechazado de inmediato por las autoridades chinas.
Los taiwaneses reeligieron triunfalmente a Tsai, que consiguió un segundo mandato con una victoria aplastante en enero, en una clara respuesta a la constante campaña china para aislar a la isla.
La dirigente, de 63 años, es considerada como una gran enemiga por el gobierno de Pekín, pues defiende que su isla es un Estado soberano de facto, y rechaza con firmeza la visión china de una “China única”.
Sin embargo Tsai ha renovado su oferta de conversaciones con China y pidió al presidente Xi Jinping que trabaje con ella para reducir las tensiones.
“Ambas partes tienen el deber de encontrar una manera de coexistir a largo plazo y evitar la intensificación del antagonismo y las diferencias”, afirmó la presidenta.
Pero Desde que Tsai asumió el cargo por primera vez, en 2016, China ha rechazado las ofertas de conversaciones y aumentado la presión económica, militar y diplomática contra una isla que considera como una provincia rebelde que algún día debe volver a la soberanía de la madre patria.
En efecto, Pekín considera a Taiwán como parte de su territorio y ha prometido recuperar ese territorio por la fuerza si fuera necesario. El gigante asiático prevé un modelo de “un país, dos sistemas” que, como en Hong Kong, permitiría a Taiwán mantener algunas libertades mientras acata el dominio de China continental.
Sin embargo, Tsai dejó claro en su discurso de investidura que ese modelo no tiene futuro.
“No aceptaremos el uso por parte de las autoridades de Pekín del modelo ‘un país, dos sistemas’ para degradar a Taiwán y socavar el statu quo”, dijo. “Nos mantenemos firmes en este principio”.
“Soberanía nacional”
Taiwán -llamada oficialmente República de China- ha sido gobernado por separado de la parte continental desde 1949 después de que los nacionalistas del Kuomintang, liderados por Chang Kai Chek, perdieron una guerra civil contra los comunistas y huyeron a la isla para establecer un gobierno rival.
A lo largo de las décadas, en particular tras el levantamiento del estado de emergencia en la isla en los años 1990, una identidad taiwanesa distinta ha emergido, y muchos taiwaneses no desean ya la reunificación con China.
Esta evolución preocupa en Pekín, que considera como una línea roja cualquier declaración formal de independencia.
Este mismo miércoles tras el discurso de la presidenta Tsai, un alto responsable chino reiteró que no aceptaría jamás una secesión de la isla.
“Tenemos una determinación inquebrantable, una confianza total y todas las capacidades para defender la soberanía nacional y la integridad territorial”, advirtió el portavoz de la Oficina de Asuntos de Taiwán, Ma Xiaoguang
Pekín “jamás tolerará actividades separatistas”, dijo el portavoz. Ma criticó asimismo la injerencia de las “fuerzas exteriores”, en alusión a Estados Unidos, que pese a haber reconocido diplomáticamente a China popular, sigue siendo aliado militar de Taiwán.
El secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo envió precisamente un mensaje saludando “la valentía y la visión” de la presidenta de Taiwán, que fue leído durante su investidura.
Por otro lado, esta investidura se produjo en momentos en que su administración disfruta el éxito de su eficaz respuesta al coronavirus.
La isla ha logrado contener el brote y registró poco más de 400 casos de infección y siete muertes.
“El nombre de Taiwán ha estado en las primeras páginas de todo el mundo, gracias al eficaz freno puesto a la epidemia” se congratuló Tsai.