En los últimos días de noviembre diversos hechos afectaron la imagen de Beijing.

En las elecciones municipales de Hong Kong del día 24, los demócratas obtuvieron 387 de los 452 cargos de concejal. Esto dejó en control de la oposición 17 de los 18 consejos municipales. Demuestra también el apoyo que hay de parte de la población al movimiento social que lleva seis meses de protestas, y que en las últimas semanas estuvo marcado por la mediática ocupación de la Universidad Politécnica.

A esto se agregó la aprobación de parte de ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos, y de forma casi unánime, de dos leyes que irritaron a Beijing. Una de ellas establece sanciones a funcionarios tanto del gobierno central chino como de Hong Kong que vulneren los derechos humanos de los habitantes de la excolonia británica.

La segunda ley prohíbe exportar a Hong Kong gas lacrimógeno y municiones no letales como balines. El Ministerio de Relaciones Exteriores chino respondió diciendo que esas leyes interferían con sus asuntos internos, y que aplicarían represalias, las que aún no han especificado. Todo esto ocurre en medio de la ya dilatada guerra comercial entre Beijing y Washington, cuyo final aún no se vislumbra.

La Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, también abordó el tema publicando una columna en el diario hongkonés South China Morning Post. Invitó a un diálogo inclusivo y a una investigación independiente sobre el actuar policial. Tal intervención fue igualmente condenada por el gobierno central como una intromisión en los asuntos internos.

YE AUNG THU / AFP
YE AUNG THU / AFP

Otro traspié sufrido por China fue la filtración de documentos oficiales que confirman la existencia de campos de concentración en la región de Xinjiang. En tales campos estarían internados más de un millón de personas pertenecientes a la minoría uigur, de confesión musulmana.

El gobierno central estaría buscando erradicarla o por lo menos transformarla culturalmente haciendo que la minoría abandone su identidad religiosa. Según las autoridades chinas estos no serían campos de concentración sino que centros de reeducación para prevenir el terrorismo donde las personas entrarían de forma voluntaria. Lo cierto es que la filtración de esta información ha significado un bochorno internacional para Beijing.

Por otro lado se difundieron por redes sociales videos de las fuerzas policiales reprimiendo manifestantes en el pueblo de Wenlou, cercano a Hong Kong en la sureña región de Guangdong. Los hechos ocurrieron en el marco de protestas de sus habitantes en contra de la construcción de un crematorio. Este tipo de protestas son muy comunes en China, pero rara vez se difunden registros de ellas en el exterior. El hecho es sintomático de una situación interna tensa.

Xi Jinping se encuentra en un escenario complejo, en el que la legitimidad del Partido Comunista se ve gravemente afectada. Como una más de las dinastías que ha tenido China a lo largo de su historia, el Partido Comunista es consciente de que puede llegar a convertirse en otro gobernante más y ser despuesto, como él mismo lo hizo con el régimen que le precedió.

Matías Letelier Eltit: Realidad y Perspectivas.

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