El último ensayo nuclear norcoreano, presentado como un desafío a Estados Unidos, puede percibirse también como una manera de presionar a China para que convenza a Washington de que entable el diálogo con Pyongyang.
El sexto ensayo atómico de Pyongyang, de lejos el más poderoso hasta ahora, coincidió el domingo con la apertura en China de la cumbre anual de los BRICS, las cinco grandes potencias emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
El ensayo le robó todo el protagonismo al presidente chino Xi Jinping en la cumbre. Pekín es teóricamente el principal aliado del régimen de Pyongyang.
El malestar es tal que el ensayo norcoreano apenas apareció en la prensa oficial el lunes, a pesar de que el Pentágono habló de una “masiva respuesta militar”, agitando el espectro de una guerra a las puertas de China.
Con este último ensayo, el líder norcoreano Kim Jong-Un quiere presionar a los dirigentes chinos, asegura David Kelly, del gabinete de investigación China Policy, con sede en Pekín
“Su mensaje es: ‘Conmigo no se juega"” indica el especialista, porque a su entender Kim Jong-Un tiene la impresión de ser “la víctima de un juego al que se libran Washington y Pekín”.
China suspendió a principios de este año sus compras de carbón a Corea del Norte, una fuente de ingresos crucial para la dinastía de los Kim, y aprobó los siete paquetes de sanciones adoptados en los últimos años por la comunidad internacional.
Pero el gigante asiático —destinatario del 90% de las exportaciones norcoreanas— bajo presión del presidente estadounidense Donald Trump, que le exige que haga más para corregir a su turbulento vecino.
Trump ha amenazado con suspender sus relaciones comerciales con los países que hagan negocios con Corea del Norte, lo que apunta directamente a China.
Según Kelly, Corea del Norte quiere demostrar que unas “nuevas sanciones solamente producirían los mismos efectos”, a saber más ensayos nucleares y de misiles, según Kelly.
Entre la espada y la pared
Según los expertos, China está en una posición muy incómoda. Por un lado, bajo presión de Washington, para que a golpe de sanciones convenza a su aliado a renunciar a las armas nucleares. Por el otro, bajo la presión de Pyongyang, que quiere obtener a través de su mediación la apertura de negociaciones con Estados Unidos.
“Xi Jinping, que se ha forjado una imagen de hombre fuerte, está entre la espada y la pared, y está obligado a reaccionar” opina el sinólogo Jean-Pierre Cabestan, de la universidad bautista de Hong Kong.
Aunque China exige el cese del programa nuclear norcoreano, pone en el mismo nivel a Washington y Pyongyang y aboga por una “doble moratoria”, es decir, la suspensión simultánea de los ensayos norcoreanos y de las maniobras militares conjuntas de Estados Unidos y Corea del Sur.
El ministerio chino de Exteriores condenó con firmeza el último ensayo de Pyongyang pero sin aludir a nuevas sanciones.
La prensa china, que en el pasado habló de una posible suspensión de las exportaciones de petróleo a Corea del norte, se mostraba mucho más comedida este lunes.
“Si las actividades nucleares de Corea del norte no contaminan las regiones (fronterizas) del noreste de China, China debe abstenerse de imponer sanciones demasiado agresivas a Corea del Norte” reza un editorial del diario nacionalista Global Times.
El sismo provocado por la explosión del domingo tras el ensayo nuclear se sintió en el noreste de China. Las autoridades, que de inmediato procedieron a un control de radiaciones en la frontera, aseguraron el lunes que no se había detectado “ningún impacto” en la población o el medio ambiente.