El presidente argentino, famoso por su cruzada en contra del Estado y el socialismo, aprovecha a su favor los ataques del autoproclamado vencedor en las elecciones de Venezuela, allanando el camino para un nuevo bloque en Latinoamérica. ¿Lo logrará?
Atrás quedaron las postales que mostraban cómo Argentina y Venezuela estrechaban lazos políticos y económicos para romper la hegemonía de Estados Unidos, amparados por Lula da Silva en Brasil, Pepe Mujica en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Michelle Bachelet en Chile. Néstor Kirchner (2003-2007), luego su esposa Cristina Fernández (2007-2015) y hasta no hace mucho el controvertido Alberto Fernández (2019-2023) supieron posar sonrientes con Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, el autoproclamado presidente reelecto de Venezuela que sigue sin mostrar las actas. Pero cambia, todo cambia, como supo repetir tanto la cantante Mercedes Sosa.
El ascenso del presidente libertario Javier Milei agitó el tablero político de la izquierda y derecha en Sudamérica, a tal punto que su par chileno Gabriel Boric, ubicado en el extremo ideológico opuesto, coincidió en su repudio al aparente fraude del régimen de Maduro. Rompiendo relaciones con el socialismo, Argentina ahora figura alineada a los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y líderes como el salvadoreño Nayibe Bukele y el israelí Benjamin Netanyahu, llegando a costarle amenazas de Irán, quien fuera autor de los dos atentados terroristas en Buenos Aires en los años 90. El país vecino es hoy el indiscutido polo antichavista. Y cada vez que Maduro le dice “nazi”, “satánico” o “imperialista”, Milei fortalece su liderazgo en el renovado (y confuso) mapa de la región.
Las tensiones entre Maduro y Millei
El primero en lanzar la piedra fue el propio Maduro. Allá por diciembre de 2023, apenas Fernández le pasó la banda y el bastón presidencial a Milei, el líder venezolano lo acusó de “destruir el Estado porque quiere convertir a Argentina en colonia del capital extranjero y en un feudo de los cuatro o cinco multimillonarios que le financiaron la campaña”, acusándolo de ser “una tremenda amenaza” para América Latina, comparándolo con el dictador Augusto Pinochet.
De aquella definición a hoy, las cosas no cambiaron demasiado. Maduro tildó a Milei como un “malparido nazi fascista”, por nombrar una de las frases más elegantes, y el 28 de julio pasado, tras autodeclararse el ganador de las elecciones en Venezuela, le sumó términos como “fascista”, “feo”, “estúpido”, “bicho cobarde” y “vendepatria”, así todo de corrido. Arengó ante su séquito de militantes: “No me aguantás un round. Milei, basura, vos sos la dictadura”.
A riesgo de tensionar la diplomacia mientras la embajada argentina en Caracas estaba rodeada por militares, el presidente argentino agarró el guante y usó el ataque a su favor para encabezar los pronunciamientos de fraude contra Maduro. Aseguró que hubo “una victoria aplastante de la oposición”, dando aval al candidato Edmundo González Urrutia, y expresó que “Argentina no va a reconocer otro fraude”. “La Libertad Avanza en Latinoamérica”, sacó Milei a exportar su eslogan. Por su parte, la canciller trasandina Diana Mondino aportó: “La diferencia de votos en contra de la dictadura chavista es abrumadora. Perdieron en todos los estados por más de 35%. No hay fraude ni violencia que oculte la realidad”.
Maduro acusó también al magnate estadounidense-sudafricano Elon Musk, simpatizante de Milei y Donald Trump, y al jefe de Estado argentino de formar parte de “una secta satánica” contra Venezuela, a lo que el libertario supo responderle con que “el cielo aplastará” a los “comunistas”. Extremos irreconciliables, pero sintonía discursiva para manifestarse ante el pueblo.
Milei: en antichavista
La confrontación con Maduro le sirve a Milei para contener la simpatía popular, ya que el socialista reúne los peores temores de la ciudadanía de la Argentina de hace algunos años. De hecho, el vaticinio “vamos camino a ser Venezuela” se hizo moneda corriente entre los votantes antikirchneristas cuando se acumularon 16 años de peronismo en el poder desde 2003 y asomaba en la Casa Rosada la amenaza del “vamos por todo”. La asociación de los K con Chávez y Maduro goza de un mal recuerdo en un vasto sector de la población, al repasar ciertos paralelismos con la crisis económica, la colosal cifra de inflación y el atraso en el desarrollo de ambos países.
Ahora, al ponerse al frente de esta guerra, Milei se aleja de otros líderes de peso en Latinoamérica como son Andrés Manuel López Obrador (México), Gustavo Petro (Colombia) y Lula da Silva (Brasil), que apenas le pidieron “transparencia” a Maduro para exhibir las actas electorales.
Cuando llegó el turno de votar la resolución conjunta de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para condenar el fraude y la represión, México se ausentó, mientras que Colombia y Brasil se abstuvieron para no desnudar su postura benévola con Maduro. Argentina quiso liderar la cruzada anti-Maduro -en que Chile le acompañó-, pero no le alcanzaron los votos: “Esos imbéciles son cómplices”, arremetió el argentino en la red social X y volvió a enfocar los titulares de la prensa hacia su persona.
Mientras se agudiza el conflicto en las calles de Venezuela con -según las cifras de la ONG Foro Penal- más de 20 fallecidos y 1.000 detenciones, Milei evalúa reunir en Buenos Aires al grupo de países de la región que desconoció la victoria de Maduro. La canciller Mondino mantiene un contacto “directo y permanente” con sus pares de ese nuevo bloque para definir la fecha de concreción del encuentro y la posterior declaración contra el régimen. Cambia el clima con los años, cambia el pastor su rebaño…