La más reciente fricción diplomática del Ejecutivo de Javier Milei ha quedado cerrada con las disculpas pedidas por la ministra argentina de Seguridad, Patricia Bullrich.
Previamente, Bullrich había aludido, en varios medios de comunicación, a las “células” de Hezbolá en la Triple Frontera de Brasil, Paraguay y Argentina, alertando de la presencia en Chile y Bolivia de integrantes de la milicia chií libanesa apoyada por Irán.
Las palabras de Bullrich tenían un claro precedente, ya que fueron pronunciadas pocos días después de que el senador republicano Marco Rubio aludiera, ante la subcomisión de Relaciones Exteriores estadounidense, a la creciente presencia de Hezbolá en América Latina y, concretamente, en Chile.
¿Tienen fundamento las palabras del senador Marco Rubio y de la ministra Patricia Bullrich?
“Presencia documentada”
El politólogo Emanuele Ottolenghi, de la Fundación para la Defensa de las Democracias, con sede en Washington, asegura que la presencia en ambos países latinoamericanos de Hezbolá, cuyo brazo militar es considerado como organización terrorista por la Unión Europea (UE), “está documentada”.
En el caso concreto de Chile, Ottolenghi, experto en el conflicto árabe-israelí y sus repercusiones en Latinoamérica, asegura que las redes de Hezbolá se nutren del creciente narcotráfico que sufre el país sudamericano, una situación que Hezbolá podría aprovechar “para actividades de blanqueo”.
“La presencia de Hezbolá en Chile ya se mencionó hace 20 años, con las primeras sanciones estadounidenses contra Hezbolá en América Latina. No es un problema reciente”, destaca Ottolenghi.
Comunidades chiítas libanesas en América Latina
Danilo Gelman, experto en terrorismo internacional del Latin American Jewish Congress, recuerda a DW que, en Santiago, la capital chilena, “existen unos 100 musulmanes chiítas y se calcula que hay más de mil en todo Chile, que dependen del sheik que vive en Buenos Aires, quien tiene una relación directa con Irán, el principal enemigo de Israel”.
“Las actividades terroristas y subversivas de Hezbolá, y en parte de Irán, se basan en las comunidades chiítas libanesas dispersas por el mundo. En América Latina, se concentran en comunidades chiítas que viven en áreas de libre comercio: Triple Frontera, Iquique en Chile, Isla Margarita en Venezuela, Panamá…”, enumera a DW Ely Karmon, investigador principal del Instituto Contra el Terrorismo del Centro Interdisciplinar de Herzliya, en Israel.
Precisamente en Iquique, según Karmon, tenía actividades comerciales el grupo de Assad Ahmad Barakat, un paraguayo de origen libanés, detenido en 2018, al que EE. UU. acusaba de tener vínculos con Hezbolá, organización para la que recaudaba y lavaba dinero.
Bolivia: estrecha relación con Irán
En el caso boliviano, el experto Ottolenghi recuerda que este país firmó, el año pasado, un acuerdo de cooperación militar estratégico con Irán, con detalles desconocidos “por ser secretos”.
“Y en Bolivia hay una historia de ya casi dos décadas de existencia y fortalecimiento de las redes de Irán y de Hezbolá, sobre todo con una presencia poderosa de representantes iraníes de las fuerzas revolucionarias. Irán estableció un hospital cerca de La Paz, tiene presencia en las universidades, así como una embajada desproporcionadamente grande, por la importancia comercial y económica de la relación con Bolivia. Eso indica, probablemente, la presencia de inteligencia”, presume Ottolenghi.
Juan Félix Marteau, director del Centro sobre Seguridad Hemisférica, Terrorismo y Criminalidad Financiera de la Universidad de Buenos Aires, subraya también los lazos de Bolivia con Irán, que han ido desde la cooperación científica y cultural, hasta cuestiones relativas a la seguridad y el control fronterizo.
Por otro lado, Marteau advierte que, “como país miembro del Mercosur, los bolivianos tienen la capacidad de ingresar y residir en la Argentina hasta dos años, sin necesidad de acreditar ningún documento. Es una muy buena estrategia de Irán penetrar a un actor afín, como puede ser Bolivia, porque eso implica la capacidad de usar los activos bolivianos para penetrar en la comunidad argentina y provocar todo tipo de estragos: desde participación en marchas que organizan caos en Argentina, hasta la propia realización de un atentado”, alerta.
¿Una amenaza remota?
Ante la escalada de la tensión en Medio Oriente, ¿aumenta también el riesgo de ataques de Hezbolá en Latinoamérica?
“La posibilidad existe”, sentencia Emanuele Ottolenghi, quien explica que el riesgo en la región está vinculado a tres elementos: “El primero, la existencia de una estructura de apoyo. El segundo, la facilidad de entrada y salida de personas que proporciona la porosidad de las fronteras, así como la debilidad de los controles y la corrupción existente a todos los niveles de la administración pública en muchos países de la región. Y el tercero, la falta de conocimiento de la amenaza que existe en muchos Gobiernos de la región, que piensan que este tema es una amenaza remota, que se queda en Oriente Medio”, enumera el experto.
Aparte de los graves atentados en Buenos Aires, en 1992 y 1994, así como del derribo de un avión de Alas Chiricanas en Panamá, también en 1994, Ottolenghi recuerda un historial de incidentes recurrentes en la región: “Hubo en caso en Brasil en noviembre de 2023, otro en Colombia en 2021, cuando Irán encargó a dos sicarios colombianos el asesinato de objetivos israelíes y estadounidenses en Bogotá. Además, se produjo la detención de un agente iraní de las Fuerzas Al Quds en Perú, y el descubrimiento de dos toneladas y media de nitrato de amonio en Bolivia, vinculadas a Hezbolá”.