El clima de desconfianza alentado por Jair Bolsonaro puede haber generado distorsiones en las encuestas, dice un estadístico de la Universidad de Michigan. El actual presidente obtuvo más votos de lo previsto.
El resultado de las elecciones de este domingo en Brasil sorprendió a quienes confiaban en las encuestas electorales, ya que los institutos se equivocaron por un amplio margen en la proyección de votos para el presidente Jair Bolsonaro.
Pero, para Raphael Nishimura, director de muestreo del Centro de Investigación de Encuestas de la Universidad de Michigan (en Estados Unidos) y miembro de la Asociación Americana de Investigación de la Opinión Pública (Aapor), no tiene sentido tratar a las encuestas electorales como a un oráculo.
Deutsche Welle: ¿Se equivocaron las encuestas?
Raphael Nishimura: Las encuestas preelectorales comienzan uno o dos días antes [de la votación]. Siempre retratarán al electorado en ese momento. Si hay cambios en el voto entre el momento en que se finalizaron las encuestas y las elecciones, ya sea porque el votante se decidió a votar en el último momento, o porque algunos consumen encuestas y en base a ellas acaban cambiando su voto, obviamente las encuestas no recogen este cambio de última hora.
Esto es así en todas las elecciones.
Entonces, ¿qué puede haber pasado?
Una posible explicación sería un movimiento de última hora de la opinión de los votantes, que no se captó porque los sondeos finalizaron antes de este movimiento.
Otra hipótesis es una posible falta de respuesta, es decir, cuando alguien no quiere responder a las encuestas, cosa que depende mucho de las opiniones que tiene el encuestado sobre lo que se está preguntando. Los votos de Bolsonaro pueden haber sido subestimados [debido a esto].
Tal vez estos votantes tengan un índice de participación en las encuestas más bajo que los votantes de otros candidatos. Es una hipótesis muy difícil de demostrar, porque no hay datos ni pruebas empíricas al respecto. Es un sesgo muy difícil de corregir, incluso con métodos estadísticos.
[Este fenómeno] ocurrió en 2020 en Estados Unidos, en parte, por la propia narrativa de Donald Trump de que las encuestas eran todas compradas. Mentira. Algunos de los votantes que escuchan eso pueden haber decidido no responder a esas encuestas. Se acaba creando un círculo vicioso que se retroalimenta, porque si eso ocurre, obviamente, las encuestas no van a poder captar bien el voto de Trump.
Se convierte en una profecía autocumplida. Bolsonaro utiliza una narrativa de cuestionamiento muy similar, desacreditando las encuestas, lo que puede hacer que sus votantes más comprometidos no estén predispuestos a responderlas.
Es una hipótesis. Y, en consonancia con esta hipótesis, está el hecho de que el voto a Lula está más cerca de lo que mostraban la mayoría de las encuestas.
Si las encuestas no son un pronóstico, ¿para qué sirven entonces?
El simple hecho de conocer el escenario actual del electorado, sus preferencias, ya es una información importante. No trabajamos sólo con la predicción del futuro, sino con escenarios que ya han sucedido y escenarios actuales. Además, si se realizan encuestas preelectorales a lo largo del tiempo, como vienen haciendo muchos institutos, se pueden observar las tendencias.
¿Tendrá esta discrepancia entre encuestas y resultados electorales alguna consecuencia en la segunda vuelta?
Es difícil de decir. Por un lado, creo que, a corto plazo, es difícil que los institutos de sondeo cambien algo de lo que están haciendo actualmente. Espero que intenten mejorar ciertos puntos de su metodología para la segunda vuelta.
Lo que más me preocupa es esta hipótesis sobre la falta de respuesta, que se agrava, no sólo por la percepción de una parte del electorado de que las encuestas están sesgadas convirtiéndose en una profecía autocumplida, sino también por las declaraciones del propio Bolsonaro, afirmando que ha vencido a los institutos de investigación, haciendo que estos votantes sean aún menos propensos a responder a las encuestas, lo que puede incrementar el problema.