Desde el inicio de la campaña a mediados de agosto, Jair Bolsonaro y Lula da Silva desfilan casi semanalmente en horario estelar para entrevistas o debates televisivos.
Y más que las promesas o propuestas de gobierno, llama la atención la retahíla de informaciones falsas o engañosas que usan en sus discursos.
“Nuestro gobierno, a través del Banco Central, tuvo la idea de crear el PIX”, aseguró el presidente Bolsonaro en una entrevista reciente con el canal SBT, en referencia a un popular método de pago electrónico que empezó a desarrollarse en realidad en 2018, bajo el gobierno de Michel Temer.
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, favorito en las encuestas, afirmó por su parte haber sido absuelto de todos los procesos que enfrentaba en relación a la macrooperación anticorrupción “Lava Jato”. Pero en realidad, las condenas fueron anuladas por problemas procesales, sin que el fondo de las acusaciones fuese juzgado.
Declaraciones similares son difundidas por ambos candidatos en el horario electoral gratuito, exhibido a diario por los diversos canales de TV abierta.
“La campaña es principalmente una disputa de narrativas sobre lo que está en juego”, explica Amaro Grassi, del departamento de Análisis de Políticas Públicas de la Fundación Getulio Vargas ante RFI.
Y para vender su visión, los candidatos muchas veces echan mano de afirmaciones engañosas, “o algunas hasta francamente falsas”, agrega.
“Salió en TV, es verdad”
El uso de la mentira es común en la política, coinciden analistas; pero la aparición de este tipo de afirmaciones en horarios de gran audiencia permite que la desinformación, que se disemina habitualmente por las redes, alcance nuevos horizontes.
“La televisión todavía es un espacio de contacto con la población en general, llegando muchas veces más allá del público ya convencido”, considera Helena Martins, profesora de Comunicación de la Universidad Federal de Ceará.
Arthur Ituassu, profesor asociado de la Pontificia Universidad Católica de Rio coincide: al contrario que las redes sociales, la televisión alcanza un público “no segmentado”, pues es un “medio de masas”.
Y muchos brasileños ven la TV como el “espacio de la verdad”, lo que puede legitimar los discursos que allí aparecen, advierte Helena Martins, recordando un dicho popular: “Si salió en televisión es porque es verdad”.
Disputa de rechazos
En un contexto tenso, con fuego cruzado de acusaciones entre los principales candidatos y sus seguidores, 85% de los brasileños cree que la desinformación puede influir en la elección, según un sondeo del Ipec del 6 de septiembre.
Sin embargo, Grassi destaca que la disputa de 2022 ya tiene una preferencia de voto muy consolidada, a menos de dos semanas de la primera vuelta.
Entre quienes manifestaron su intención de voto en un candidato, 78% dijo estar “totalmente decidido”, según la última encuesta del Instituto Datafolha. Entre los electores de Lula y Bolsonaro, el porcentaje fue incluso mayor: 86% ya están convencidos.
“Eso dificulta que las narrativas y las estrategias de comunicación provoquen grandes cambios en el escenario a estas alturas” de la campaña, sostiene Grassi.
No obstante, los candidatos siguen apostando por afirmaciones que fortalezcan sus bases, que les permitan conquistar a los indecisos o ir a la caza del “voto útil” de quienes se decantan por aspirantes prácticamente sin posibilidades de ir a una segunda vuelta.
Así, Lula ha exagerado algunos logros económicos de su mandato, mientras que Bolsonaro ha alimentado suposiciones de que su rival se opone al agronegocio o a las iglesias evangélicas y de que apoya el aborto.
El presidente “busca reforzar el rechazo a Lula en esos segmentos específicos. Porque una elección tan polarizada como esta termina siendo en gran medida una disputa de rechazos”, afirma Grassi.