Hasta hace tres semanas, Venezuela y Colombia no tenían relaciones diplomáticas. Pero la vida da unos giros radicales, y la política no está exenta de esos bruscos cambios.
Con la asunción de Gustavo Petro al poder en la Casa de Nariño, las cosas entre Bogotá y Caracas se fueron suavizando, al punto de que ahora ambos países no solo tienen embajadores, buscan fortalecer sus relaciones comerciales y reabrirán la frontera el 26 de septiembre, sino que además sus mandatarios se reunirán e incluso ocurrió que Petro pidió a su par Nicolás Maduro que asuma como garante en las negociaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
“Venezuela acepta el carácter de garante con el ELN. Pondremos nuestra mejor voluntad en nombre de Dios padre todopoderoso”, dijo Maduro en un programa de televisión. La propuesta tiene sentido, porque el ELN tiene presencia en zonas limítrofes y provoca dolores de cabeza a ambos lados de la frontera.
Caracas “participó en las negociaciones con las FARC en La Habana, por lo que hay una experiencia acumulada que puede ser clave para el buen desarrollo de las conversaciones”, dice a la Deutsche Welle el politólogo colombiano Sebastián Ronderos, académico de la Universidad de Essex, en Inglaterra.
Además, agrega el especialista, “Venezuela es un actor fronterizo fundamental en espacios donde se han desarrollado dinámicas de violencia y su presencia en las negociaciones sirve para generar confianza y afianzar la implementación en un escenario de posconflicto”.
Queridos y aceptados en Venezuela
El analista político venezolano Félix Seijas comparte esa visión. “El ELN tiene operaciones importantes en Venezuela y, por tanto, el Gobierno venezolano tiene bastante que decir en todo esto. Creo que no se trata de un gesto simbólico, porque, específicamente en el caso del ELN, Venezuela tiene arte y parte”, dice a DW.
“La presencia del ELN es tan importante en algunas zonas de Venezuela, que hay sectores donde prácticamente son la autoridad, y de hecho la gente los acepta y los quiere, porque sienten que brindan más seguridad que las propias fuerzas armadas venezolanas. Eso es reconocido, no es ningún secreto”, dice Seijas.
El cambio de tono entre ambos países, cuyo diálogo estuvo marcado en los últimos meses por un ánimo beligerante más que conciliador, tiene varias razones: políticas, sociales, comerciales, militares y humanitarias. Ronderos explica que el quiebre diplomático tuvo efectos no menores en las dinámicas internas.
El distanciamiento buscaba, por parte del Gobierno colombiano del centroderechista Iván Duque, “fortalecer un ambiente de aislamiento de Nicolás Maduro que cambiase la correlación de fuerzas dentro de Venezuela”, dice Ronderos, algo que finalmente nunca ocurrió.
Giro en las relaciones internacionales
La afectación llegó también al campo económico, porque el cierre de las fronteras debilitó a pequeños y medianos comerciantes, afectó la producción de fertilizantes y desató un “incremento de la violencia por la presencia de actores violentos paraestatales y un alza en los campos de cultivo de coca en Colombia”, explica el académico de la Universidad de Essex.
Por ello, la llegada de Petro implicó un giro que, por lo demás, no fue sorpresivo, toda vez que el actual mandatario, ya en su campaña para las presidenciales de 2018, había declarado que protegería los acuerdos de paz y cambiaría el paradigma de las relaciones internacionales.
Legitimación de Maduro y Cuba
¿Legitima más a Maduro este acercamiento con Colombia? “No”, dice Seijas. “No legitima nada, simplemente entra en relación con un Gobierno que ahora es amigo, de la misma tendencia, como sucedió antes con Argentina, Ecuador y Bolivia. Esto no cambia el juego, y además hay que considerar que Colombia tiene sus propios intereses y Petro ha dado señales de que no quiere enemistarse mucho con Estados Unidos”, pondera el analista venezolano.
¿Supone este giro una aproximación, más que a Venezuela, a Cuba? “No”, dice Ronderos. “Yo no leería esta aproximación como una aproximación del petrismo y del progresismo colombiano hacia el modelo chavista o cubano”, se extiende.
Sin embargo, no duda de que esto será explotado por la oposición “en la disputa discursiva, justamente para argumentar que el petrismo tiene una tendencia de régimen semejante a Venezuela y Cuba. Habrá que ver los efectos de dicha disputa retórica en el electorado”.