La vida de Gustavo Petro ha estado ligada a la política desde su juventud, primero con la militancia en la extinta guerrilla del M-19 y después por su labor en el Congreso durante décadas. Petro encabezó una coalición que logró romper con las mayorías conservadoras que tradicionalmente han dominado el país andino.
Optar a la Presidencia no era una experiencia nueva para Gustavo Petro y aunque las encuestas lo mostraron hasta la primera vuelta como el candidato favorito, su camino hacia la segunda vuelta no fue fácil, menos teniendo en cuenta la tradición conservadora de Colombia. Una nación en la que nunca ha gobernado la izquierda. Hasta ahora.
Por eso Petro bautizó a su coalición como ‘Pacto Histórico’ y tejió una serie de alianzas con diferentes actores políticos de la sociedad colombiana. Algunos emergentes y olvidados históricamente por un país extremadamente centralista, pero otros encasillados en el establecimiento político desde hace años.
La figura de Petro es probablemente una de las más reconocidas en la política colombiana. Su trabajo en el Congreso durante las últimas décadas lo ha convertido en un referente para la izquierda gracias a sus investigaciones sobre el paramilitarismo y sus vínculos con la política, aunque también en un perfil altamente rechazado por sus contrincantes, quienes lo consideran una amenaza.
Los orígenes de un joven que respiraba militancia
Gustavo Petro nació hace 62 años en Ciénaga de Oro, una pequeña población del Caribe colombiano alejada de cualquier foco de poder. Petro siempre hace alusión a sus orígenes, aunque la mayoría de su vida la haya pasado cerca de Bogotá. Cuando apenas tenía unos meses, su familia se trasladó a Zipaquirá, una ciudad fría donde la vida es muy diferente a la del Caribe.
Se dice que el joven Gustavo Petro adquirió conciencia política desde sus años más tempranos. Los viajes anuales que realizaba junto con su familia a su pueblo natal le ayudaron a entender dos cosmovisiones muy diferentes, la andina y la caribeña. Petro siempre se ha sentido más cómodo representándose como parte de la segunda, la que está lejos de la élite que ha dominado Colombia durante décadas. Esa élite de la que tantas veces ha renegado.
El candidato izquierdista proviene de la clase media del país y tuvo la oportunidad de acceder a estudios superiores durante su juventud. Pero según su relato, aunque no pasó estrecheces durante su vida, fue muy consciente de que, en su entorno, había millones de colombianos que sí las pasaban.
Su activismo político comenzó de esa forma, como lucha contra las desigualdades que azotan a una nación profundamente clasista, algo que lo llevó directamente a la política. Primero como concejal independiente en Zipaquirá, después como parte clandestina de la extinta guerrilla del M-19.
La militancia en esta guerrilla durante su juventud es una de las cosas que más critican sus opositores. El M-19 fue una guerrilla que es conocida en Colombia por actos como la toma del Palacio de Justicia en 1985, aunque el carácter que tuvo durante la mayoría de su existencia fue diferente al de otros grupos armados como las FARC.
El M-19 tuvo un desarrollo fundamentalmente urbano y estudiantil más que militar, y en él Gustavo Petro nunca fue parte de acciones armadas. Su punto fuerte siempre fue la oratoria y los discursos políticos, algo que comenzaría a explotar con la desmovilización de la guerrilla.
La paz que lo llevó a la política
Petro se adhirió a los acuerdos de paz entre el M-19 y el Gobierno en 1990. Esta firma supondría el inicio de su dilatada carrera política a nivel nacional. En 1991, fue elegido representante de la Cámara por Alianza M-19, un movimiento formado por exmiembros de la extinta guerrilla y militantes de partidos de izquierda.
Su etapa política lo alejó de la clandestinidad, pero nunca del miedo a ser asesinado por su ideología. La izquierda en Colombia fue perseguida durante años por parte de grupos paramilitares y fuerzas estatales.
Petro vio peligrar su vida en numerosas ocasiones y asistió al asesinato de varias personas de su entorno más cercano. Después de su primera toma de contacto con la política nacional no fue reelegido en 1994, aunque sí pudo volver como Representante de la Cámara en 1998 a través del Movimiento Vía Alterna.
Esta nueva etapa fue la que empezó a hacer resonar el nombre de Gustavo Petro en los pasillos del Congreso colombiano. Su facilidad para la oratoria en medios de comunicación, unida a las acusaciones contra diferentes corruptelas hicieron que las personas comenzaran a reconocer al joven político.
Entre los primeros casos que pudo investigar está el uso indebido del Presupuesto de Desarrollo Rural, aunque lo que le llevó a la fama fueron sus denuncias contra los nexos que tenía la política colombiana con el paramilitarismo.
El final de la década de 1990 y comienzo de la del 2000 vio como estos grupos armados experimentaron su mayor auge, en algunos casos con el beneplácito del poder estatal. Gustavo Petro fue capaz de demostrar como representante y después como senador las relaciones que tenían numerosos políticos regionales y nacionales con el paramilitarismo, especialmente durante el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
De hecho, llegó a defender que el expresidente apoyó a estos grupos armados y que había permitido asesinatos incluso en terrenos de su propiedad.
Sus investigaciones contra políticos de la costa Atlántica llevaron a algunos de ellos a la cárcel y su confrontación directa con el expresidente Uribe elevó su popularidad hasta el punto de ser el tercer senador elegido con mayor número de votos en todo el país en 2006, durante su militancia en el partido Polo Democrático.
Campañas presidenciales y alcaldía de Bogotá
Esta ola de apoyos hizo que Gustavo Petro se lanzara a la Presidencia por primera vez en 2010. Sus expectativas estaban muy altas después de su reconocida labor en el Congreso contra una parte de lo que consideraba como el “establecimiento” político, sin embargo, falló en el intento. Petro obtuvo un irrelevante cuarto puesto en la primera vuelta de las elecciones, una posición que lo alejó de poder disputar el poder al uribismo.
En el resultado influyeron mucho las divisiones internas en su propio partido y la falta de apoyo a su candidatura, pero Petro logró recomponerse denunciando corrupción en miembros de su propia organización. Este acto hundió al Polo Democrático, pero lo elevó como una figura implacable ante la corrupción para una parte importante del electorado.
Es así como por medio de una formación totalmente nueva, Bogotá Humana, decidió lanzarse en 2011 a la alcaldía de la capital del país y sorpresivamente lo logró.
Su etapa al frente de la alcaldía, el segundo puesto más importante del país, fue extraordinariamente polémica. Sus rivales lo acusan de no completar la mayoría de los proyectos y sus defensores aseguran que no lo dejaron gobernar. Durante su etapa incluso fue destituido por la Procuraduría cuando intentó cambiar el esquema de recolección de basuras, un caso que el entonces alcalde llevó hasta la justicia internacional, donde finalmente ganó y fue restituido en su cargo.
Su poder en Bogotá quedó patente gracias al apoyo que recibió durante esos años, algo que le hizo lanzarse a la Presidencia bajo el proyecto de la Colombia Humana. A esta candidatura Petro se lanzó como el líder indiscutible de la izquierda colombiana y recibió un amplio respaldo de un electorado cada vez más dividido entre uribismo y antiuribismo.
En esta dicotomía, Petro representaba la lucha clara contra el poder establecido desde el año 2002 por el expresidente Álvaro Uribe y, posteriormente, por su partido, el Centro Democrático.
En las elecciones de 2018 Gustavo Petro logró la hazaña de pasar a segunda vuelta contra el candidato del Centro Democrático Iván Duque. La contienda política finalmente se decantó por la opción derechista, pero sentó una sólida base que consagró a Petro como la alternativa al oficialismo. Una situación favorecida por la polémica gestión del Ejecutivo de Duque, que ha alentado las ansias de cambio en una parte importante del electorado.
Una alternativa que no está exenta de polémica
El perfil de Gustavo Petro es uno de los más polarizados del panorama político en Colombia junto al del expresidente Álvaro Uribe. El amor lanzado por una parte importante de sus seguidores ante lo que creen que es una esperanza de cambio, contrasta con el odio destilado por un sector de votantes que lo consideran “extremista” y un “peligro” para Colombia.
La mayoría de las críticas vienen desde los sectores opuestos a su figura y tendencia política, aunque también han existido controversias desde sectores de la izquierda.
Una parte de sus adversarios ven en su proyecto político algo a lo que temer. Las comparaciones con Venezuela son constantes desde el sector ideológico de la derecha.
El miedo a lo sucedido en el país vecino es patente en Colombia y este argumento fue el principal dardo lanzado desde el sector conservador en 2018, una tesis que para su simpatizantes es un mantra de la derecha para apelar al miedo en la sociedad colombiana, pero que funcionó e hizo que la candidatura de Iván Duque fuera la más votada.
Lo cierto es que su proyecto actual del Pacto Histórico es una opción muy transversal en el arco ideológico, con integrantes que van desde la izquierda a la centroderecha. De los “nadie”, olvidados por el estado colombiano durante décadas, a figuras arraigadas al establecimiento político del país. Una cuestión que ha levantado también controversia entre sectores de la izquierda.
Durante meses, se ha visto como políticos que en anteriores ocasiones habían apostado por representar a partidos derechistas, han cambiado su apoyo hacia Petro. Aunque el que quizá sea el apoyo más controvertido es el del pastor evangélico Alfredo Saade, una persona que en anteriores ocasiones había defendido a partidos conservadores y se había alineado con posturas contrarias al aborto, la eutanasia o el matrimonio igualitario.
La otra gran polémica de Petro es en torno a su posición respecto al feminismo. Algunos sectores que formaron parte del Pacto Histórico criticaron posiciones del candidato izquierdista a la hora de incluir una agenda feminista en su programa o dar más protagonismo a las mujeres en las listas cerradas.
Sin embargo, la candidatura vicepresidencial de Francia Márquez, con quien ha mantenido más de una disputa previamente, ha limado las asperezas lanzadas con anterioridad.
Polémicas aparte, a sus 62 años y en su tercera carrera presidencial, con un contexto social que pide cambios, un país hastiado del “establecimiento” de los últimos 20 años, la pobreza, la inseguridad y el debilitamiento de los Acuerdos de Paz, Gustavo Petro ganó las presidenciales en un giro histórico para la política colombiana.
El líder de izquierdas afronta así el mayor desafío de su vida política: tomar las riendas de uno de los países más conservadores de América Latina.