Una delicada situación humanitaria se registra en los alrededores de los centros penitenciarios de El Salvador, donde miles de personas forman una larga fila mientras aguardan para recibir una respuesta del Centro Penal La Esperanza, mejor conocido como Mariona, respecto a sus seres queridos.
Según logró constatar el medio local El Faro, durante la noche mucha gente acampa precariamente afuera del lugar.
En la zona es poco habitual que alguien salga a dar alguna información de las miles de personas recluidas bajo el Régimen de Excepción que está por cumplir dos meses y que ha dejado a más de 30,000 capturados.
El régimen se decretó a petición de Nayib Bukele durante el fin de semana del 26 de marzo, cuando 87 personas fueron asesinadas por la Mara Salvatrucha-13.
Esto, en una presunta venganza contra el Gobierno después de que, según audios revelados por El Faro, la administración Bukele rompiera las negociaciones que habían sostenido desde 2019.
Medios locales aseveran que las miles de capturas durante el régimen han sido la reacción del Gobierno a sus fracasadas negociaciones con la MS-13.
Muchas personas llegan desde el interior del país, son campesinos, amas de casa, gente pobre que busca a sus hijos. En algunos casos, han tenido que recurrir a préstamos para desplazarse.
La crisis en El Salvador tiene rostro de mujer
Por otra parte se indicó que en la cárcel hay personas que nunca había viajado a lugar, donde campesinos con salarios mínimos esperan afuera del penal y las cárceles.
Cabe destacar que el Régimen de Excepción en El Salvador permite que cualquier persona pueda ser capturada. Esto, si el policía o soldado de turno sospecha que puede tener vínculos con alguna pandilla.
Es debido a esto que cientos las mujeres permanecen afuera de algunas cárceles del país centroamericano a la espera de la liberación algún pariente.
Madres, abuelas, hermanas, tías, compañeras de vida o encargadas han pasado días o semanas en la calle frente al penal La Esperanza.
En el escenario también se observa a jóvenes madres cargando a bebés de meses de nacidos, y a otras cambiando el pañal a sus hijos o dándoles de comer.
“Si los sacan (a los detenidos) y no hay un familiar que responda por ellos, los vuelven a meter (a la cárcel)”, comentó una mujer adulta que era acompañada por dos menores.