“Pensando que yo era fea, que yo venía de unos negros esclavos y que tenía que parecerme a ellos lo menos posible”, comentó Edna Liliana Valencia, como tantas mujeres afrodescendientes en América Latina.
Eso “me hizo transformar mi cuerpo —¡porque el pelo es cuerpo!— con químicos que afectaron mi salud y mi autoestima”, contó hace unos días esta periodista afrocolombiana.
Esto, al explicar en la radio dominicana la relación entre cabello, cuerpo, historia, estética e identidad.
“No somos descendientes de esclavos, somos descendientes de gente que fue esclavizada y que no pudo escoger dónde iban a morir en el trayecto”, aclaró Mayra Santos-Febres.
Se trata de la coordinadora del programa de Afrodescendencia y Racialidad de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
“Diferentes imperios juntaron bajo la raza genérica de negros a personas de muchas naciones y etnias. Las repartieron en espacios que ahora mismo forman parte de una comunidad de naciones extensísima”, insiste.
“La gente tiene conciencia de que hay una diáspora afroestadounidense, mucho más visible, que está conformada por unos 50 millones de personas. Hay un poco más de conciencia de la diáspora brasileña, de la diáspora caribeña —de países como Haití o Jamaica—”, explicó Edna Liliana Valencia.
Pero a las personas de América Latina hispanoparlante, el mundo “no los imagina como países donde haya presencia afro”, sostiene.
“Estamos en América Latina y no hacemos parte de la imagen, ni de la iconografía latinoamericana. Ni nos reconocemos a nosotros mismos como descendientes de africanos, porque esa historia nos ha sido robada por la historiografía tradicional”, añadió Valencia, que se ha formado en Estudios Afrolatinoamericanos.
Además, fue consultora de representación afro para la última producción animada de WaltDisney, Encanto.
Afrodescendientes, “la minoría más invisibilizada de América Latina”
Cuando se habla de la esclavización, de 400 años de tráfico trasatlántico sistemático de africanos desde la costa occidental de África hacia Sudamérica, “nadie se pregunta qué pasó con esta gente, con sus descendientes”, reclamó la comunicadora afrocolombiana.
Habla de ellos —de sí misma—, como “la diáspora latinoamericana”, ”la diáspora perdida”, que estima en una población de hasta 200 millones de afrodescendientes, de los cuales un 51% serían mujeres.
“En términos prácticos, tenemos países con un altísimo porcentaje de población afro, desprovistos de esos elementos de identidad”, lamenta.
En efecto, entre el 20% y el 30% de los latinoamericanos y caribeños se identifican como afrodescendientes. Esto es, al menos uno de cada cuatro: entre 133 y 180 millones de personas, según el censo que se tome como referencia.
Se considera que estas personas están concentradas sobre todo en Haití, Brasil, Cuba, Panamá, República Dominicana, Costa Rica, Ecuador, Colombia, Uruguay, Perú, Venezuela y Honduras.
Pero las cifras y los métodos para obtenerlas son variables y discordantes.
“Se han creado mecanismos para no contar a las poblaciones afrodescendientes en nuestros países”, explica la escritora y profesora afroboricua Mayra Santos-Febres.
Por eso, la Cumbre Internacional de Afrodescendencia organizada por Santos en la UPR, desde este lunes 21 y hasta el 27 de marzo de 2022, celebra, entre otras cosas, que México restableciera la opción de identidad afro en su censo, en el 2019.
“Racismo estructural e infraestructural”
En Latinoamérica y el Caribe, considerada la región más desigual del mundo, este racismo estructural, reflejado tanto en la historiografía como en las estadísticas, ha llevado también a un “racismo infraestructural”, asegura Valencia.
“Si tú vas a las ciudades de mayoría afro de cualquier país en América Latina, son ciudades con una infraestructura menos desarrollada”, explica.
La activista puso como ejemplos las localidades de Quibdó, Buenaventura y Tumaco, en Colombia. O Colón, en Panamá.
“Con una gran diferencia en infraestructura con respecto a otras ciudades del país, porque se considera que los africanos debemos vivir mal, ya sea en África o fuera de ella. Esta idea de la pobreza generalizada de los africanos trasciende las fronteras y nos alcanza donde quiera que estemos en la diáspora”, observa.
Un estudio reciente de la OPS sobre las poblaciones afrodescendientes en 18 países de la región confirma que viven en contextos de discriminación y racismo institucional.
Esto, sumado a desventajas sociales y económicas exacerbadas por desigualdades de género, que repercuten en su salud y bienestar.
Mayores tasas de mortalidad materna y embarazos precoces, así como enfermedades drepanocíticas (anemia) y crónicas como la diabetes, la hipertensión y el VIH.
Además, la OPS confirma su menor acceso a la educación, el empleo, viviendas adecuadas, y servicios básicos como el agua potable y el saneamiento.