Gran parte de los latinoamericanos que abandonan su país migran a otro país en América Latina. Emigrar es, a veces, su última opción para salvar la vida. Para muchos, la pregunta no es a dónde emigrar, sino cuándo huir.
“Aunque aislados y no representativos, los últimos actos de odio, intolerancia y xenofobia en Iquique, Chile, son sumamente preocupantes”, dice Eduardo Stein, representante de ACNUR y OIM para los refugiados y migrantes venezolanos, en declaración pública de su oficina.
Y muchos ya decidieron que es momento de salir de Chile.
“El clima para los migrantes en Chile y Brasil, especialmente para los venezolanos y haitianos, se ha enrarecido en los últimos tiempos”, constata por su parte en entrevista con Deutshe Welle el politólogo Ronal Rodríguez, director del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario de Colombia, y recuerda que “el presidente de Chile pasó de prometerles a los venezolanos que en Chile iban a estar protegidos, a deportarlos, así requieran asilo político, en trajes de presidiario, acompañados de agentes, sin ni siquiera dejarles presentar las peticiones de refugio”.
Un claro caso de “violación del derecho internacional humanitario”, añade el estudioso del régimen venezolano.
Riesgos de principio a fin
Al otro extremo de las Américas, las autoridades de Estados Unidos empezaron a hacer algo similar en septiembre, esta vez con haitianos.
El gobierno de Joe Biden empezó deportar a Puerto Príncipe a miles de haitianos –se calcula que serán 14 mil personas en las próximas semanas- que habían logrado llegar tras una peligrosa travesía, provenientes, en su mayor parte de Chile y Brasil, y que creían haber alcanzado territorio seguro.
Entonces, ¿a dónde van los migrantes y refugiados en América Latina y por qué?
“Los haitianos, una de las dos mayores poblaciones migrantes en América Latina, no piensan a dónde podrían emigrar, sencillamente no tienen otra opción que la de huir de su país que se ha vuelto invivible”, dice a la DW el científico colombo-haitiano Wooldy Edson Louidor, investigador de migraciones y desplazamiento en América Latina.
La situación de los haitianos es tan crítica, explica Louidor, que sólo les quedan dos posibilidades: “morir dentro o fuera de Haití”. Y recalca que la actual migración haitiana no es otra cosa que una “masiva estampida de la desesperación”.
Pérdida del trabajo, discriminación y erosión de garantías
El investigador, que promueve campañas de información de los migrantes haitianos, calcula que en Brasil habría unos 80 mil y en Chile cerca de 200 mil migrantes haitianos. “Muchos de ellos han perdido su trabajo, sufren discriminación racial y ven que pierden las garantías de seguridad”, explica el profesor Rodríguez.
“Entre 2010 y 2019, el número de migrantes dentro de América Latina aumentó en un 66%, mientras que el número de emigrantes hacia afuera de la región, aumentó un 26%”, detalla a DW Jairo Acuña, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Esto quiere decir que la gran mayoría de los latinoamericanos que abandonaron su país se fueron a otro país de América Latina, sea de paso o como destino.
Entre ellos, se cuenta a los casi 6 millones de venezolanos que han abandonado su país -cerca de dos millones de ellos con dirección a Colombia y cientos de miles a Ecuador, Perú, Chile, Argentina y México– además de los 265.000 migrantes que han salido de El Salvador, Guatemala y Honduras desde 2014.
Atrapados sin salida
El PNUD estima que sólo uno de cada cinco de los que van a Estados Unidos tiene “éxito”, o sea que no son detectados en la frontera. El otro 80% es detenido por las autoridades mexicanas o estadounidenses. Un número creciente de migrantes varados genera tensiones en comunidades locales de casi todos los países de tránsito, de ida o de regreso.
Necoclí, un pueblo al margen del Tapón del Darién colombiano, ha sido noticia desde el comienzo de 2021 porque miles de migrantes, sobre todo haitianos, cubanos y venezolanos, habían quedado varados en la antesala de la selva: hoy, el mismo Necoclí reporta un nuevo atasco de migrantes, pero en dirección contraria.
Se trata de haitianos que al escuchar de las deportaciones a Puerto Príncipe han interrumpido la travesía y buscan devolverse a los países que abandonaron hace meses: Chile y Brasil. “Empresas de buses ya garantizan transportarlos desde el noroeste de Colombia hasta Ipiales, en la frontera con Ecuador”, reseña Ronal Rodríguez, director del programa de radio “Esta no es una frontera, esto es un río”.
Los haitianos están atrapados en su propio continente. “Si logran llegar y pasar la frontera con Estados Unidos, temen ser deportados al país del que tuvieron que huir, pero tampoco ven a Colombia u otro país como un destino”, agrega.
¿Cumbre de las Américas por los migrantes?
Al contrario de los venezolanos, que pueden desenvolverse más fácil hablando castellano en cualquier país de América Latina, “los haitianos intentan emigrar al país en donde cuenten con un contacto o un familiar, y ese es, por lo general Estados Unidos”, explica Wooldy Edson Louidor, autor del libro “La hospitalidad entre la ética y el derecho”, en el que reflexiona sobre la creciente “hostilidad de las políticas migratorias”, en especial de los países más ricos.
¿Necesita el hemisferio una gran Cumbre de las Américas para atender el problema migratorio y la tragedia de haitianos, venezolanos y otras poblaciones migrantes? ¿Por qué no diseñar un plan de cuotas de acogida de los migrantes que no tienen dónde ir?
“Definitivamente”, responde Luoidor, pero “la iniciativa debe salir de las organizaciones civiles, académicas, confesionales, del derecho internacional humanitario y la ONU, que le confieran legitimidad y convoquen a los países, cuyos Ejecutivos han demostrado ser incapaces de solucionar el problema”.