Brasil ha experimentado una significativa reducción en el número de casos y muertes por coronavirus gracias a los efectos de la campaña de vacunación, aunque las autoridades se mantienen en alerta ante el goteo de infecciones con la variante delta.
Después de una segunda ola de la pandemia, la incidencia de la covid-19 en el país ha remitido levemente, aunque de forma muy lenta.
En los últimos siete días, la media diaria de contagios por coronavirus es de cerca de 40.000, un 50% menos respecto a finales de junio, y la de fallecidos de casi 1.200, un 43% menos frente al pasado 21 de junio, según los últimos datos oficiales.
De continuar esa tendencia, Brasil podría bajar en próximas semanas del trágico promedio de 1.000 fallecidos al día en el que permanece desde enero pasado y que ha llevado la cifra total de óbitos hasta los 545.604 desde el inicio de la crisis sanitaria.
Esa mejoría de los indicadores pandémicos también se ha notado en el sistema público de salud, donde las unidades de cuidados intensivos de los 27 estados brasileños están por debajo del 90% de ocupación por primera vez desde diciembre de 2020.
Factores de la desaceleración
La principal causa de ello es el avance de la campaña de inmunización, que empezó el pasado 17 de enero.
Después de unos primeros meses de incertidumbre por la escasez de dosis, ya empieza a tomar velocidad de crucero.
En la mayoría de los estados brasileños estos días se están vacunando las personas entre 30 y 40 años de edad. Casi un 45% de la población ha recibido la primera de las dos dosis que requieren casi todos los fabricantes y un 17% tienen el ciclo completo.
Los beneficios ya son visibles en muchas regiones del país. Por ejemplo, en Sao Paulo, el estado brasileño más poblado y también el más castigado por la covid-19, no hubo nuevas muertes asociadas a la covid-19 en 288 de los 645 municipios paulistas en la última semana.
Otro factor es el alto número de casos acumulados a lo largo de estos diecisiete meses de pandemia: casi 19,5 millones, según el Ministerio de Salud, si bien los expertos sanitarios creen que el número real es al menos un 20 % más alto por la subnotificación.
“Con la vacunación creciendo sumado al número de personas que ya estuvieron enfermas, que no es pequeño, uno comienza a dificultar la circulación del virus”, explicó Marcelo Cecilio Daher, médico infectólogo y consultor de la Sociedad Brasileña de Infectología (SBI).
A pesar de esa tendencia positiva, los gobiernos regionales y municipales han reforzado la importancia de mantener el distanciamiento y el uso de mascarilla, aunque lo cierto es que la población prácticamente hace vida normal, alentados por otra parte por el presidente Jair Bolsonaro, quien niega la gravedad del virus.
Preocupación por la Variante Delta
Ahora la principal incógnita es la posible diseminación generalizada de la variante delta en el gigante latinoamericano.
La cepa del coronavirus detectada en la India, considerada de “preocupación” por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y más agresiva, se extiende silenciosamente en algunos estados brasileños.
Según el Ministerio de Salud, el país registraba hasta el miércoles 135 casos de la variante delta.
Las autoridades de Sao Paulo y Río de Janeiro, las ciudades más pobladas del país, sospechan que ya se transmite de forma comunitaria entre sus habitantes.
Si bien Brasil podría contar con una ventaja para ponerle freno: la alta prevalencia en todo el territorio nacional de su propia variante, la P.1 o gamma, que surgió en la ciudad de Manaos (norte).
La brasileña está también en el grupo de variantes de preocupación de la OMS, es igualmente más agresiva que el linaje original, y Daher cree que su alta incidencia podría poner en dificultades la propagación de la delta.
“Pero todo indica que la delta ganará fuerza y puede convertirse en la variante dominante a no ser que avancemos muy rápido en la vacunación y ahí no consiga tener toda esa fuerza”, advirtió el especialista.
No obstante, considera que aunque la variante delta se extienda por Brasil no provocará tantos estragos como los que causó la P.1 entre marzo y abril, cuando el país vivió el colapso generalizado de sus hospitales con días en los que hubo picos de más de 4.000 fallecidos y 100.000 casos.