El curso de la pandemia en Brasil se ha acelerado drásticamente. Una de las causas es la variante Manaos del coronavirus. Los expertos apuntan a otros factores, y piden drásticas medidas para evitar una catástrofe mayor.
Brasil vive actualmente el momento más crítico de la pandemia hasta ahora. Este 2 de marzo se registró un récord de 1.726 muertes en todo el país. En promedio, durante los últimos siete días han fallecido 1.274 personas, casi una cuarta parte más que hace dos semanas, también un récord.
“Sin duda, estamos viviendo el peor momento de la pandemia, con récords de muertes diarias y unidades de cuidados intensivos totalmente ocupadas en todo el país”, resumió la microbióloga Natália Pasternak en entrevista con la Deutsche Welle.
Antes de la actual crisis, el número de muertos tardó 34 días en pasar de una media de 1.000 a 1.100 por día, ahora pasó a 1.200 en solo tres días. Más de 257.000 brasileños han muerto ya a causa del coronavirus. Las nuevas infecciones están aumentando masivamente. Este 2 de marzo se contaron casi 60.000 nuevos casos.
Los expertos sospechan que la actual oleada está impulsada por la variante P.1, descubierta por primera vez en la región del Amazonas. Un estudio preliminar publicado este semana por la Universidad de Oxford y el Instituto Tropical de la Universidad de São Paulo sugiere que la variante es entre 1,4 y 2,2 veces más contagiosa que la original.
Además, se dice que la mutación ha provocado reinfecciones en muchos casos en pacientes ya curados.
Medidas laxas, falta generalizada de disciplina
El hecho de que la variante de Manaos haya podido surgir y propagarse rápidamente se debe probablemente a la falta de medidas de protección. “La mutación de Manaos, como todas las mutaciones, surge de la circulación incontrolada del virus”, dice Natália Pasternak.
“Por lo tanto, no se puede decir simplemente que la variante en sí misma haya causado el aumento de las cifras. Se relajaron las precauciones y la gente descuidó el aislamiento, lo que dio lugar a las variantes que ahora pueden ser más contagiosas y que, por tanto, aumentan la propagación del mal”.
El lunes, los secretarios de Estado de Sanidad habían pedido que se tomaran medidas drásticas para evitar el colapso del sistema sanitario, como la prohibición de eventos, el cierre de escuelas, playas y bares, y la restricción del transporte público.
También deberían restringirse los viajes aéreos nacionales e internacionales, así como el tráfico de pasajeros por tierra, dijeron. Los secretarios de Salud pidieron un toque de queda en todo el país entre las 8 de la tarde y las 6 de la mañana y los fines de semana, como medida más importante.
El vicepresidente Hamilton Mourão criticó las peticiones, afirmando que el comportamiento de la población en las regiones no permitía tomar medidas a nivel nacional. “¿Cómo se harían cumplir? ¿Con coacción? No somos una dictadura. Si fuéramos una dictadura, sería fácil”, aseveró.
Falta de vacunas
Pasternak también pide un cierre duro. “Si no hacemos algo, tanto el sistema sanitario público como el privado colapsarán. Y como no tenemos suficientes vacunas, necesitamos un verdadero bloqueo. No hay más tiempo para medidas tibias”.
En Brasil, la campaña de vacunación comenzó a finales de enero. Hasta ahora se han vacunado 7,1 millones de personas, alrededor del 3,3% de la población. Sin embargo, en muchas regiones el proceso tuvo que suspenderse en los últimos días debido a la escasez de vacunas.
La adquisición de cantidades suficientes de vacunas se trabó en el segundo semestre de 2020 debido a las luchas políticas internas entre el presidente Jair Bolsonaro y el gobernador de São Paulo, João Doria. Mientras Bolsonaro, que es crítico con las vacunas, solo le apostó a la de AstraZeneca, Doria negoció con el fabricante chino Sinovac.
Peor aún. El gobierno central impidió desarrollar vacunas, dice Dimas Tadeu Covas, director del Instituto Butantan, a DW.
El instituto, con sede en São Paulo, desarrolla vacunas propias y también procesa las materias primas suministradas por Sinovac. “De no haber sido por los problemas con Bolsonaro, habríamos tenido vacunas disponibles ya en diciembre”, resalta Covas.
En vista de los problemas del gobierno para suministrar vacunas rápidamente y en cantidades suficientes, las ciudades ya están buscando alternativas.
La FNP, una federación de las ciudades con más de 80.000 habitantes, tiene previsto firmar por su cuenta contratos de suministro con los productores de vacunas. El presidente de la FNP, Jonas Donizette, hizo un llamado a los alcaldes “para evitar una situación dramática en la que haya que decidir quién muere y quién sobrevive”.