“Somos un movimiento de vanguardia con incidencia en la protección, promoción y defensa de los derechos civiles y culturales en la Cuba presente y futura”, declaran en su página de Facebook. El colectivo tomó forma en 2018, al calor de una campaña contra la aprobación del decreto 349, que restringe el arte independiente en la isla.
Ya entonces, Luis Manuel Otero Alcántara y Yanelys Núñez, miembros fundadores de lo hoy se conoce como Movimiento San Isidro (MSI), denunciaban ante la DW las detenciones “arbitrarias y violentas” a que eran sometidos por supuestas “causas comunes”; citaciones diarias a unidades policiales, multas, intervención de teléfonos móviles, así como amenazas de agentes de la Seguridad del Estado: sus viviendas podrían ser decomisadas, sus familiares podrían perder sus empleos, y hasta “la enfermedad de la abuela” podría agravarse.
Otero Alcántara destacaba ya como un artista performativo incómodo y provocador. Era capaz de hacer un ‘striptease’ para llamar atención sobre la falta de privacidad con que los cubanos accedían a internet en parques con wifi. De crear con Núñez un Museo de la Disidencia en Cuba, donde incluía a Fidel Castro juntos a sus opositores. De protestar por la retirada del busto de un mártir comunista para hacer espacio a un hotel de lujo. O de organizar una bienal de artes plásticas alternativa a la oficial.
Bajo el lema de “Cultura y Libertad”, el MSI reúne hoy a “artistas, activistas, periodistas, intelectuales y todo aquel que se sienta parte del fenómeno de lo independiente”, se lee en su sitio web. Contra el decreto 349, organizaron recogidas de firmas virtuales y físicas, “tuitazos”, mesas de debate, lecturas de poesía, conciertos. Dirigieron cartas abiertas, quejas y solicitudes de diálogo a los titulares del Ministerio de Cultura (MINCULT) y a las asociaciones gremiales, a la Fiscalía General, a la Asamblea Nacional y su Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos, y hasta al presidente del Estado y el Gobierno.
Pero siempre han usado el performance, sus cuerpos en función de su arte y su activismo: han meditado en el espacio público, se han untado con excrementos, han “perreado” a ritmo de reggaetón o se han declarado en huelga de hambre.
¿Quiénes y por qué se encerraron y hasta se declararon en huelga de hambre (y sed)?
Catorce personas vinculadas al Movimiento San Isidro, aunque no todos son miembros, llegaron el lunes 16 de noviembre a su sede, la casa de Otero Alcántara, en la calle Damas 955, del barrio popular de San Isidro, en la Habana Vieja. Preparaban un “susurro poético” que transmitirían en redes sociales, luego de que les impidieran leer poesía en el espacio público.
Pedían la liberación del músico aficionado y activista disidente Denis Solís, condenado a ocho meses de cárcel por ”desacato”, en un proceso penal exprés de menos de 72 horas. Al día siguiente de su arresto, y con Denis aún en paradero desconocido para su familia y amigos, el grupo se había manifestado frente a la estación de policía local; pero fueron detenidos y abandonados en diversos puntos de la ciudad hacia la medianoche.
En los días sucesivos, se declararon acuartelados, en protesta por el dispositivo policial desplegado fuera de la vivienda de Otero Alcántara. El 18 de noviembre, 8 de ellos se declararon en huelga de hambre, y dos, además, de sed, luego de que la policía decomisara los suministros encargados a una vecina. Además, escalaron sus demandas, agregando la devolución de los insumos requisados y el cierre de las exclusivas tiendas en dólares que el gobierno opera desde hace unos meses.
Desde entonces, algunos han modificado o detenido la huelga. Y otros se han sumado. Pero la mayoría continúa acuartelada. El líder fundador del MSI, Otero Alcántara, el rapero Maykel (Osorbo) Castillo y el reportero Esteban Rodríguez, se declararon primero en huelga de hambre y sed que sostuvieron por siete, seis y tres días respectivamente. Y han depuesto ahora la huelga de sed, luego de que sus organismos comenzaran a deteriorarse, según dijeron.
Por su parte, el bioquímico Oscar Casanella, abandonó su huelga de hambre y la casa a los seis días, “por presiones familiares”. Y el emprendedor Osmani Pardo, el objetor de conciencia Adrián Rubio, y el pintor y rapero Yasser Castellanos pararon sus huelgas de hambre a los cinco, tres y un días respectivamente, “por motivos de salud”. En cambio, a la huelga de hambre sostenida también por la reportera Iliana Hernández, según informa el MSI, se han sumado en los últimos días la poeta y editora Katherine Bisquet y la profesora universitaria e historiadora del arte Anamely Ramos.
En la casa permanecen, además, el resto de los miembros que nunca se declararon en huelga pero sí acuartelados; entre ellos, la profesora e historiadora del arte Omara Ruiz Urquiola, enferma de cáncer y despedida de las aulas por su postura política.
Los activistas han denunciado la agresión física de un supuesto vecino que dijo acercarse a conversar, y golpeó a Álcántara y destrozó la puerta de la propiedad, sin que los agentes apostados interviniesen; así como el vertimiento de una sustancia química de fuerte olor hacia el interior de la vivienda, durante una madrugada.
A ellos se sumó este 24 de noviembre el escritor y periodista Carlos Manuel Álvarez, autor de la novela Los caídos (2018), director de la revista independiente cubana El Estornudo y columnista habitual en medios internacionales como The Washington Post, The New York Times o El País.
Viajó desde Nueva York, “por un gesto cívico, un gesto de solidaridad; lo sentía como un deber”, dijo a DW. “Y también porque, como cronista, creo que aquí se está jugando una narrativa principal de lo que puede ser, o de lo que es ya este país y quería presenciarla de primera mano para poder contarla”.
Álvarez recordó también en redes sociales que el conflicto que ha llevado a estos miembros del MSI a estos límites, no es nuevo ni nace con el encarcelamiento de Denis Solís. Si no, “¿cómo podemos explicar que hace dos meses Maykel Osorbo se estaba cosiendo la boca a sangre fría?”, insistió.
¿Quién es y por qué está preso Denis Solís?
“Soy cristiano y amo la justicia”, dice el hoy encarcelado Denis Solís, en su perfil y sus videos en vivo de Facebook. En uno de ellos, divulgó el incidente por el que fue condenado a ocho meses de cárcel por ”desacato”. En las imágenes, se ve como el joven llama “penco (cobarde) envuelto en uniforme” a un policía, tras reclamarle por entrar en su casa sin orden ni autorización que lo avalen, y profiere luego insultos homofóbicos contra el expresidente y líder del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro. Además de asegurar que su presidente es Donald Trump.
Solís, que según medios independientes habría tenido una biografía marcada por la pobreza, la orfandad y diversos conflictos con las autoridades, que incluyen una pena de cárcel anterior por protestar contra el Gobierno, ofreció disculpas “a los gays” en otro video publicado pocas horas después.
Los activistas del Movimiento San Isidro, otras organizaciones defensoras de derechos humanos y expertos independientes de la isla denuncian que su juicio y condena fueron irregulares, y que no contó con suficientes garantías procesales. Pero el Gobierno cubano contradice esta versión.
¿Cómo explica el Gobierno cubano lo que pasa?
Esta semana, el Gobierno reaccionó publicando su versión de los hechos en medios estatales, los únicos que circulan amplia y legalmente en la isla. Según las autoridades y periodistas oficialistas, incluido entre ellos un exagente de inteligencia, a Denis Solís “se le han respetado todas las garantías legales y sus derechos.”
Además, aseguran que Solís y sus compañeros acuartelados en San Isidro no son artistas, ni activistas, sino “bandidos”, “personas de baja catadura moral”, “en condiciones socioeconómicas desfavorables, que no trabajan o poseen antecedentes delictivos”.
Un “grupúsculo contrarrevolucionario”, “agentes de un gobierno extranjero” que recibirían, “desde los Estados Unidos, financiamiento y orientaciones para desarrollar sus acciones con fachada intelectual o artística”. Y tampoco habría activistas en huelga de hambre sino en “perfecto estado de salud.”
En la web, reproducen un video muy editado con una supuesta confesión de Solís. En él, las rastas que lucía antes de ser detenido le han sido rapadas de su cabeza. Es guiado por una voz que lo interroga y que le recuerda desde atrás de la cámara parte de lo que debe decir.
Y menciona vínculos con un supuesto terrorista cubano-estadounidense del sur de la Florida, a quien sus interrogadores identifican como Luis Fernández Figueras, y que habría sido acusado en ausencia de sabotaje en la isla.
¿Qué otras reacciones han generado dentro y fuera de Cuba?
El MSI ha pedido apoyo y mediación del cardenal de Cuba, Juan de la Caridad García, así como de la Cruz Roja. Hasta ahora, además del respaldo de las principales organizaciones opositoras en la isla, han recibido muestras de apoyo en redes sociales y en manifestaciones físicas, dentro y fuera de Cuba.
Figuras del ámbito cultural cubano como los músicos Haydée Milanés (hija del reconocido cantautor Pablo Milanés), Dayme Arocena y Descemer Bueno, o el actor Alexis Valdés, se han pronunciado individualmente en sus perfiles de redes sociales, pidiendo que el Gobierno se abra a un diálogo que evite un desenlace trágico.
Tampoco han faltado allí las críticas, memes y hasta un “challenge” con el que, los mismos partidarios del gobierno que trollean con perfiles falsos, se burlan de los motivos de la huelga y niegan también que los activistas la cumplan a cabalidad. Como “evidencia” presentan, por ejemplo, imágenes de recibos de envíos de comida a Damas 955, ignorando que, en caso de que estos comprobantes fuesen auténticos, hay activistas en la casa que no están en huelga.
Los huelguistas convocaron el fin de semana a los cubanos a manifestarse en plazas y parques de la isla. Pero los pocos que se decidieron a asistir y no fueron impedidos de salir de sus casas, se toparon con un amplio despliegue de seguridad y no pocos resultaron detenidos.
En redes sociales se encuentran videos donde grupos de personas de apariencia humilde, presuntamente convocadas por las autoridades, les gritan que “el pueblo es de Fidel”, y “que se vayan las escorias, que se vayan”, como ya se escuchó en la isla en 1980, durante el llamado éxodo del Mariel.
Por su parte, la agencia cubana del rap emitió un comunicado asegurando que Solís “no es representativo del rap cubano”, sino “un principiante sin obra consolidada”, que defiende intereses que “hacen parte del plan subversivo orquestado contra la Revolución Cubana.”
Por el contrario, los activistas recibieron solidaridad pública de una centena de cineastas, y de más de 200 sacerdotes y laicos cubanos. Poco más de 200 artistas, escritores e intelectuales firmaron y entregaron también una carta en las sedes del Ministerio de Cultura y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), para instar a las autoridades culturales a dialogar con los manifestantes del MSI. Y otros 600 de sus pares cubanos y extranjeros publicaron un apoyo similar online.
Organizaciones internacionales de defensa de derechos humanos como Human Rights Watch, Cuban Prisoners Defenders y Amnistía Internacional (AI) denunciaron que el Gobierno cubano “criminaliza”, “acosa e intimida” a sus opositores y “pretende censurar la expresión artística“ sin autorización oficial.
Y algo parecido aseguró el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo. Pero las declaraciones de Pompeo y otros funcionarios y políticos estadounidenses fueron inmediatamente usadas por las autoridades y la prensa estatal para insistir en la condición de “mercenarios” de los huelguistas.