Los socialistas de Bolivia han marcado un fulminante regreso con su resultado electoral, que según las primeras proyecciones es una victoria clara. Según los analistas, esta victoria les da legitimidad, pero el Movimiento al Socialismo (MAS) no debería dormirse en sus laureles ante los grandes desafíos.
El lento conteo oficial de votos en Bolivia va confirmando este martes la contundente victoria en primera vuelta del izquierdista Luis Arce, delfín de Evo Morales, proyectada por dos encuestadoras tras los comicios del domingo.
Con dos tercios de las actas de las mesas de sufragio escrutadas, Arce consigue el 51,14% de los votos, escoltado por el centrista exmandatario Carlos Mesa, con 31,27%, según el recuento oficial. En tercer lugar queda el derechista Luis Fernando Camacho, con 15,49%.
“Si se confirma la mayoría absoluta a favor de Luis Arce (MAS), después de un largo año de conflictos, crisis e improvisación, tendremos por fin un gobierno legitimado en las urnas. Esta es una buena noticia para Bolivia”, señala a DW María Teresa Zegada, socióloga y politóloga de la Universidad de Cochabamba.
Los discursos incendiarios no son un programa
Según Zegada, el resultado demostraría que el proyecto político del MAS no termina con la salida de Evo Morales, sino que sigue siendo una opción política atractiva para gran parte de los bolivianos. “Esto también se debe a que la oposición burguesa no ha sido capaz de presentar un programa claro con un candidato atractivo y un partido consolidado”, explica Zegada.
“No basta con hacer discursos incendiarios”, asegura, en alusión al populista de derecha Fernando Camacho, que iba delante en las encuestas en su bastión de Santa Cruz, pero ganó pocos votos en el resto del país y terminó en tercer lugar. La división de los opositores del MAS en dos bandos también costó votos. Sin embargo, para la académica Zegada, aunque Carlos Mesa y Camacho, que quedaron segundo y tercero respectivamente, se hubiesen aliado, no habrían podido superar los votos del MAS.
Nueva clase media inclina la balanza
Para Carlos Núñez, economista y consultor político de la metrópoli empresarial de Santa Cruz, la nueva clase media ha inclinado la balanza del lado del MAS. En los 14 años de gobierno del MAS, el producto interno bruto aumentó de 9 mil a 40 mil millones de dólares, el ingreso per cápita se triplicó, la moneda se mantuvo estable y la pobreza extrema se redujo del 38 al 16%.
Sin embargo, el ascenso de la nueva clase media fue precario. Se basaba en el consumo y la informalidad. El deseo de reformas estructurales en los sectores de salud y la educación, además del cansancio del creciente nepotismo y autoritarismo en el MAS alejaron a este grupo del socialismo en los últimos años.
“La pandemia y la crisis económica los han llevado de nuevo a los brazos del MAS”, comenta Núñez a DW. El modelo económico del MAS, que se basa únicamente en la explotación de materias primas, no tiene futuro”, advierte. El estilo autoritario de gobierno formado por Morales tampoco sería acorde con la actualidad: “Arce debe demostrar ahora que puede renovar el MAS”, considera Núñez.
Desafíos democráticos
Una tarea nada fácil, sobre todo porque Morales ya está preparando su regreso del exilio en Argentina. Los conflictos con Arce y, en especial, con su vicepresidente David Choquehuanca, que se distanció de Morales hace años, son inevitables.
Bajo estas circunstancias, gobernar se convierte en una cuerda floja para Arce. Por otra parte, el MAS ya no tiene tampoco una mayoría de dos tercios en el Congreso, por lo que tendrá que buscar alianzas para muchas leyes.
José Antonio Quiroga, columnista y editor de la editorial Plural, ve esto como el mayor peligro para la democracia: “Tanto el MAS como la élite alrededor de Camacho solo son democráticos si les conviene a sus intereses”. Y cuando es políticamente oportuno, polarizan el país.
A pesar de sus diferencias ideológicas, los dos ya habían hecho pactos en el pasado, principalmente a expensas del medio ambiente. Por ejemplo, la expansión de la soja transgénica y la amenaza de los incendios forestales fue una concesión del MAS para la agroindustria de Santa Cruz. “Una nueva edición de este pacto podría debilitar aún más el centro democrático”, advierte Quiroga.