Mientras en Chile está en plena vigencia la discusión por las condiciones de vida de nuestra tercera edad, con serias carencias en torno al monto de las pensiones y un debate abierto sobre el trabajo durante la vejez, en otros países de América Latina encontramos ejemplos realmente impactantes sobre la desprotección de los adultos mayores.
Conozcan a don Adrián Romero. Un conocido residente de la localidad de Ayutuxtepeque, uno de los municipios parte del área metropolitana de San Salvador, capital de El Salvador. Podría ser otro esforzado trabajador más de esta nación centroamericana de no ser por un duro antecedente: sigue ejerciendo como cargador a sus 100 años de edad.
Presenciar las labores del “abuelito Adrián”, como lo conocen en su barrio, resulta impactante. Todos los días a las 9 de la mañana, de lunes a domingo, coge un gran recipiente que carga al hombro con maíz, para llevarlo hasta los molinos de la zona.
Para Adrián, su labor está lejos de ser una satisfacción personal. No tiene otra alternativa, empujado por la precariedad extrema en que vive la tercera edad en El Salvador.
“No podemos estar de balde (vagos) porque entonces no comemos. Así conseguimos la comidita que podamos, honradamente”, le relata al equipo del noticiero Hechos de Canal 12.
De hecho don Adrián debe conseguir al menos 80 dólares mensuales (67 mil pesos chilenos), con lo cual paga la renta del “mesón” donde vive, un tipo de conventillo en El Salvador. El resto de lo que consigue lo usa para comer y vestirse.
Su historia es también una de abandono. Nacido en 1919, tuvo una vida de trabajo en el campo, pero debido a su edad ya no le contratan. Su esposa murió hace 35 años y, aunque tiene dos hijos, no viven con él. Sus vecinos destacan que aún en las lluvias del invierno tropical, Adrián se cubre sólo con una capa para realizar sus “mandados”.
“Gracias a Dios hay gente que me regala unas fichitas (monedas). Me miran con amor y me dicen ‘tome don Adrián’. Así la vamos pasando”, reconoce.
Sólo un 15% de los salvadoreños en edad de trabajar recibirá una pensión
Desde inicios de siglo, El Salvador atraviesa una seria crisis previsional. En 2002 se agotaron las reservas del Instituto Nacional de Pensiones de los Empleados Públicos (INPEP), por lo que el Estado decidió tomar más de 400 millones de dólares anuales desde las cotizaciones de AFP -a imagen del modelo chileno- generando incertidumbre sobre la viabilidad futura del sistema de pensiones.
Ya en 2016, las AFP de El Salvador calificaron el movimiento como una “confiscación al ahorro de los trabajadores. Esta reforma implica un ciclo infinito de generación de deuda, la cual iría creciendo sin control en el tiempo, sin garantía de pago para los trabajadores”.
Adicionalmente y pese a que El Salvador bajó su población en extrema pobreza de un 11,7% a un 8,3% entre 2014 y 2017 según la Cepal, se trata de un índice engañoso, ya que gran parte de esta mejora se debe al envío de remesas desde por parte de los salvadoreños que han emigrado al exterior.
“Paradójicamente, El Salvador es una de las sociedades más igualitarias de la región, (pero esto porque) casi la mitad de la población tiene un ingreso cercano al umbral de pobreza”, añadió a la BBC un experto del Banco Mundial.
“El país ha visto un pequeño aumento en su clase media, pero su tamaño sigue estando por debajo de los estándares centroamericanos y regionales”, sentencia.
De hecho, en El Salvador la pensión mínima legal no se reajusta desde 2011 desde sus 207 dólares mensuales (173 mil pesos chilenos), pero sólo para los 600 mil salvadoreños que han impuesto formalmente cotizaciones en el sistema de AFP, apenas un 15% de los 4 millones de habitantes en edad laboral que tiene la nación.
Y don Adrián, claramente, no es uno de ellos.