Las grandes definiciones en Brasil, como la crucial reforma de las jubilaciones prometidas a los inversores, están pendientes de la recuperación del presidente Jair Bolsonaro, que desde hace más de dos semanas se recupera en un hospital de Sao Paulo de una cirugía abdominal, sostienen analistas.
Bolsonaro podría recibir el alta esta semana; pero este periodo de administración a media máquina ha expuesto fricciones y luchas de poder en su flamante gobierno, iniciado el 1 de enero.
Una de esas líneas de tensión se manifestó entre Bolsonaro y su vicepresidente Hamilton Mourao, que solo lo reemplazó en el cargo el día de la operación y el siguiente. Luego, Bolsonaro volvió a asumir sus funciones, aunque los médicos le mantuvieran hasta ahora un régimen de visitas restringidas y le recomendasen hablar lo menos posible.
“¿Me quieres matar?”, preguntó Bolsonaro a Mourao en una conversación telefónica el pasado fin de semana, según relató el vicepresidente a la prensa, aclarando que se trataba de una broma.
Varios analistas consideran que la actividad reducida de Bolsonaro genera consecuencias.
“Hay una especie de vacío de poder en estas semanas, con la ausencia alargada del presidente”, dijo Thomaz Favaro, director de la consultoría Control Risks.
Hay “un poco de preocupación” en los ministerios y las agencias y empresas gubernamentales acerca de cómo impulsar la agenda del nuevo presidente ultraderechista, agregó.
Bolsonaro, de 63 años, está hospitalizado desde el 28 de enero, un día antes de someterse a una cirugía que le retiró una bolsa de colostomía que llevaba a consecuencia de una puñalada que recibió en septiembre, durante un acto electoral.
El capitán
Durante su hospitalización, Bolsonaro, un excapitán del Ejército, ha querido mantener la imagen de un líder al frente del país. Su principal herramienta, como durante la campaña electoral, han sido las redes sociales, a través de las cuales informa con textos, fotos y vídeos de sus actividades diarias y del avance de su recuperación y comenta temas políticos.
A sus escasos visitantes se los ve portando mascarillas higiénicas, como clara condición médica para reunirse con el convaleciente jefe de Estado.
Los brasileños han seguido diariamente lo relacionado con su estado de salud a través de partes médicos y las conferencias de prensa de su portavoz, que informaron incluso de retrocesos como el registrado días atrás con un cuadro de neumonía.
Pero las disputas entre sus aliados, en torno a las prioridades de su gobierno y a los lineamientos de la reforma de las jubilaciones, han creado cierto desgaste que Bolsonaro deberá enmendar rápidamente al regresar a Brasilia.
Y deberá contener la influencia de Mourao, un general retirado que, pese a no haberlo reemplazado oficialmente, se ha mostrado activo en sus contactos con parlamentarios, periodistas y diplomáticos.
El vicepresidente enfureció al entorno de Bolsonaro -incluyendo a sus hijos, tres de los cuales son políticos- al cuestionar en público los argumentos oficiales que justificaban la flexibilización de la tenencia de armas y por poner en duda la promesa presidencial de trasladar la embajada de Brasil en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.
En un editorial, el Estado de S.Paulo lamentó la “parálisis administrativa” causada por la prolongada hospitalización de Bolsonaro.
“El gobierno es ejercido actualmente por alguien sin condiciones de salud para tal tarea, sufriendo la influencia directa y amplia de sus hijos, que no recibieron ni un voto para presidente ni ocupan cargos de ministros”, reseñó el texto.
Lucha en torno al sistema de pensiones
La reforma del sistema de jubilaciones tensa aún más la situación tras bastidores.
Bolsonaro ganó la presidencia, en parte, por prometer a inversores la revisión de la economía proteccionista de Brasil. La tarea ha sido delegada a su ministro de Economía, Paulo Guedes, un liberal formado en Estados Unidos.
Ambos han estado sincronizados públicamente, pero mantienen diferencias en torno al tópico de la reforma de ese sistema, esencial para sanear las cuentas públicas. El jefe del gabinete, Onyx Lorenzoni -de quien se afirma que mantiene una árida relación con Guedes- dijo que el proyecto será difundido esta semana antes de ser enviado al Congreso, pero sólo después de contar con el aval de Bolsonaro.
La filtración de un borrador la semana pasada mostró divergencias de los conceptos inicialmente defendidos por Bolsonaro en torno a la edad mínima para jubilarse.
La reforma requeriría cambios constitucionales que deben ser votados por una mayoría calificada de tres quintos del Congreso. De ser aprobada, podría generar ahorros de hasta un billón de reales (USD 273.000 millones) en una década, de acuerdo con Guedes.