El presidente ultraderechista de Brasil, Jair Bolsonaro, firmó este martes un decreto que flexibiliza la posesión de armas de fuego, una de sus principales promesas de campaña, que según sus detractores incrementará los ya disparados índices de violencia en el país.
“Para garantizar el legítimo derecho a la defensa, como presidente voy a usar esta arma [bolígrafo]”, afirmó el mandatario al firmar la medida, que entra en vigor inmediatamente sin necesidad de pasar por el Congreso, durante una ceremonia en el palacio de Planalto, en Brasilia.
Acompañado por varias autoridades, entre ellos el ministro de Justicia y exjuez anticorrupción, Sergio Moro, implicado en la redacción del texto, Bolsonaro dijo que el decreto “restaura lo que el pueblo quiso en 2005”.
Ese año, casi el 64% de los brasileños rechazó por referéndum una ley que pretendía establecer una prohibición total de la venta de armas en Brasil.
Hasta ahora, la posesión de armas de fuego estaba permitida a los mayores de 25 años sin antecedentes criminales, con una ocupación lícita, capaces de comprobar la capacidad técnica y psicológica para su uso y de justificar su necesidad.
El decreto permite que ciudadanos que cumplan los requisitos puedan comprar hasta cuatro armas e incluso más si “otros hechos o circunstancias” lo justifican.
Además, incluye entre los motivos de “efectiva necesidad” para tener un arma en casa a los “residentes de áreas rurales” y los “residentes en áreas urbanas con elevados índices de violencia”, con una tasa de homicidios mayor a 10 por cada 100.000 habitantes, con lo que en la práctica afecta a todo el país.
El gigante sudamericano es uno de los países más violentos del mundo, con un récord de 63.880 homicidios en 2017, un promedio de 175 por día y una tasa de 30,8 por cada 100.000 habitantes.
El decreto también flexibiliza la posesión de armas a los “titulares o responsables legales” de establecimientos comerciales o industriales.
Y amplía de cinco a diez años la vigencia de cada registro.
En los hogares donde “vivan niños, adolescentes o personas con deficiencia mental” será necesaria una declaración de que la residencia tiene un lugar seguro y cerrado para su almacenamiento.
La posesión, no el porte
Bolsonaro, un exmilitar de 63 años electo con promesas de mano de dura contra el crimen, recordó que el decreto “trata específicamente” la posesión de armas de fuego, y no del porte fuera del domicilio, algo con lo que el mandatario se ha manifestado abiertamente a favor.
“Otras cosas dependerían de un cambio en la ley (a través del Congreso)”, recordó Bolsonaro, que tiene un amplio apoyo de los diputados del lobby de la seguridad, conocido como “bancada de la bala”.
El porte de armas seguiría entonces reservado principalmente a militares, policías y personal del ramo de seguridad.
En su programa electoral, Bolsonaro definió las armas “como objetos inertes que pueden ser usados para matar o salvar vidas” y recuerda que, en países como Estados Unidos, Alemania, Noruega o Suiza “hay armas de fuego en casi todas las casas”, pero con índices de violencia menores que en Brasil.
El proyecto de ese decreto desató la indignación en parte de la sociedad brasileña.
En un manifiesto firmado el domingo pasado, una decena de organizaciones y movimientos sociales, entre ellas el Foro Brasileño de Seguridad Pública, considera que la flexibilización de la posesión de armas “traerá más inseguridad”.
“Estudios brasileños e internacionales muestran que el aumento de la circulación de armas de fuego se relaciona con una mayor incidencia de homicidios cometidos con armas de fuego”, señala el texto.
“Poca gente lo sabe, pero la seguridad es uno de los primeros derechos asegurados por el Estado moderno. La liberación de las armas nos remite a la pre-modernidad y nos conducirá a la privatización de ese servicio público”, escribió por su parte en twitter el excandidato presidencial izquierdista, Fernando Haddad.
Según un sondeo reciente de Datafolha, un 61% de los brasileños considera que la posesión de armas de fuego debe ser prohibida, pues representa una amenaza a la vida de otras personas.
– Promesas de campaña –
En otra medida para satisfacer las expectativas de su electorado, Bolsonaro entregó la responsabilidad de la demarcación de las tierras indígenas al ministerio de Agricultura, comandado por una exintegrante del lobby del agronegocio.
Puso igualmente a una pastora neopentecostal al frente de un nuevo ministerio de la Familia, la Mujer y los Derechos Humanos.
Y en espera de que su ministro de Economía, Paulo Guedes, dé con una fórmula para hacer aprobar una espinosa reforma del régimen de pensiones y defina un programa de privatizaciones, autorizó la fusión entre Embraer y el gigante de la aeronáutica estadounidense Boeing.
Un bagaje con el que llegará la semana próxima a Davos (Suiza), su primera salida de Brasil como presidente, para defender sus concepciones ante la élite financiera y política planetaria en el Foro Económico Mundial.