El sanador espiritual brasileño Joao de Deus, denunciado por agresiones sexuales por casi 500 mujeres, clamó su inocencia al mostrarse este miércoles por primera vez desde el estallido del escándalo ante sus fieles en Abadiânia, en el centro de Brasil.
“No soy culpable”, exclamó el gurú de baja estatura, cara bondadosa y mirada penetrante, ante centenas de personas vestidas de blanco, venidas de todo el mundo, que le manifestaron su apoyo entre gritos, aplausos y lágrimas, comprobó la AFP.
Joao Teixeira de Faria, su nombre real, de 76 años, llegó pasadas las 09H00 (11H00 GMT) en un modesto coche blanco a esta localidad del estado de Goiás, a unos 100 km de Brasilia, donde oficia semanalmente su culto, en dos sesiones diarias de miércoles a viernes.
Avanzó protegido por sus colaboradores, en medio de un gran alboroto de cámaras que le siguieron entre forcejeos hasta la sala de oración en el templo de la Casa Don Ignacio de Loyola.
Subió a una tarima, pronunció unas breves palabras y volvió a salir.
“Está afectado, no puede hablar ni hacer incorporaciones [espirituales]. Para hacer trabajo espiritual hay que estar relajado”, explicó a la AFP Claudio José Pruja, voluntario desde hace 21 años en este hogar de peregrinación fundado en 1976.
Centenas de mujeres acusan al médium de haber abusado sexualmente de ellas con el pretexto de curarlas de enfermedades que van de la depresión al cáncer, con sus “cirugías sin corte”. Las denuncias se remontan a 2010.
El escándalo estalló el viernes, cuando TV Globo y el diario O Globo reportaron diez casos, entre ellos el de la coreógrafa holandesa Zahira Leeneke Maus, quien dijo que fue violada por el curador. Otras declararon, bajo anonimato, que fueron obligadas a masturbarlo o a hacerle una felación, en sesiones de “curación espiritual”.
La justicia del estado de Sao Paulo recibió denuncias de 252 mujeres y la de Goiás de 206. Entre estas últimas, una reside en Estados Unidos y otra en Suiza.
La asesora de comunicación del sanador, Edna Gomes, dijo este miércoles que él “está sereno, abierto a que la justicia investigue las denuncias”.
“Ni una sola prueba”
Su inocencia no plantea dudas entre los fieles que le aguardaron frente a la Casa Don Ignacio de Loyola, que recibe de manera gratuita y sin reserva previa a personas de todas las religiones y se nutre de donaciones particulares.
José Carlos, un contable de 63 años, llegó de Sao Paulo en busca de curación para su mujer, con un tumor cerebral, y su hija, en tratamiento psiquiátrico.
“Hasta ahora no vi ni una sola prueba contra él. Deberían hablar también de las curaciones que hizo”, lamenta.
“Creo que las acusaciones son falsas. Conozco a muchas mujeres brasileñas y extranjeras (…) que estuvieron en privado con Joao de Deus muchas veces, e incluso mujeres muy guapas, y nunca han tenido problemas con él”, asegura Duncan Ryan, un estadounidense de 66 años que tuvo cáncer de piel.
La Casa ocupa un amplio recinto con varias paredes blancas y azules y floridos jardines que dan a un gran balcón de meditación, con vistas sobre la espesa vegetación de la sabana brasileña.
Varias salas de oración y otras dependencias para baños de luz y sesiones energéticas, un comedor, un bar y una librería completan el espacio. Todo debe discurrir en silencio.
La reputación del curandero traspasó las fronteras. En 2012, recibió la visita de la estrella de televisión estadounidense Oprah Winfrey.
Los tres últimos presidentes brasileños lo visitaron: Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011-2016) cuando tuvieron cáncer y el actual mandatario Michel Temer, antes de una operación de próstata.
“Turismo espiritual”
Este escándalo, considerado por algunos medios como el “#MeToo brasileño”, desató la preocupación entre los vecinos de Abadiânia, una pequeña y apacible ciudad de 17.000 habitantes convertida gracias al curador en un concurrido destino de “turismo espiritual”, con miles de visitantes cada mes que generan cientos de empleos indirectos.
Por sus calles ordenadas, con coloridas casas de una o dos plantas, deambulaban este soleado miércoles los fieles, muchos europeos y de Estados Unidos, que se alojan en la cincuentena de posadas que florecieron con los años.
Hay restaurantes de comida ligera, tiendas (de ropa blanca, de motivos religiosos, de piedras energéticas) y pequeñas agencias que ofrecen excursiones a las cascadas de los alrededores.
“Todavía no sentimos el impacto, tal vez la semana que viene”, teme Luis Paranhos, propietario del restaurante “Delicias da Casa”, a pocos metros de la Casa de curación.
Paranhos, cuyo sobrio local está decorado con una imagen de Ignacio de Loyola y un triángulo de la energía, recibe cada día a unos 200 “turistas espirituales”.
“Queremos que él pague por los errores, si es que los tiene, pero pedimos a la Fiscalía que no cierre la Casa. Es un templo de oración, de paz”, declaró.