El expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, fue desde 2014 el principal candidato para volver al Palacio de Planalto, así lo informaron también las encuestas hasta septiembre, cuando la justicia confirmó que no podía postularse nuevamente.

Lula fue condenado en segunda instancia por corrupción y cumple una pena de 12 años de prisión en una cárcel de Curitiba desde abril de este año, desde donde realizó una campaña electoral e intentó hasta último momento luchar por la Presidencia.

El PT declinó la decisión y presentó como su candidato a Fernando Hadad, quien originalmente sería el vice de Lula y que en las encuestas apenas marcaba un 3% de las preferencias
, pero al ser designado como su sucesor por el propio expresidente, sus opciones subieron de forma inmediata.

En menos de un mes, Haddad superó el 27% de las preferencias en la primera vuelta y aseguró un lugar en el balotaje, todo por el apoyo de Lula, aunque eso podría volverse en su contra.

“Si (Lula) estuviera en la disputa, probablemente estaríamos discutiendo las razones de porqué es el favorito a vencer
, incluso habiendo sido arrestado. Ya para Haddad, contar con Lula significó su paso a la segunda vuelta. Sus intenciones de voto despegaron en cuestión de días después de que Lula hubiera transferido su apoyo a él. Es por eso que, independientemente del resultado de esas elecciones, Lula ciertamente seguirá siendo importante los próximos años”, explica el analista de la Universidad Federal de Minas Gerais, Fernando Meireles.

ARCHIVO | Agence France-Presse
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El del PT y Lula

Para este exministro de Educación (2005-2012) y exalcalde de Sao Paulo (2013-2016), su principal lema, “Haddad es Lula”, le permitió acercarse al electorado del empobrecido nordeste, bastión histórico del PT.

Pero en el balotaje, ese puede ser su mayor obstáculo, dado que el exmandatario genera también un fuerte rechazo, explica el cientista político y académico de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, Mauricio Santoro.

“Lula es muy importante en las elecciones. Sin él, Haddad sería sólo un candidato con muy poco apoyo. Pero Lula no es sólo un ‘kingmaker‘ (influyente políticamente), hoy es también un político polémico y 60% de los brasileños creen que debe seguir preso, luego de su condena por corrupción y lavado de dinero. Muchos electores lo apoyan por el buen pasar económico en su gobierno, pero Lula perdió mucho de la popularidad que tenía con la clase media, que se volteó para candidatos más conservadores”, afirma Santoro.

También pueden perjudicarlo acusaciones como la de la Fiscalía de Sao Paulo, que le denunció en septiembre por supuesta corrupción en su gestión como alcalde, algo que niega rotundamente.

Licenciado en Derecho, con una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía, Haddad, casado con una dentista y padre de dos hijos, llegó en 2005 al Ministerio de Educación, una de las carteras de las que Lula se sentía más orgulloso.

No es la primera vez que Haddad, que asegura haber aprendido tanto de la vida en la tienda de telas de su padre como en la universidad, arranca mal una elección. Su perfil no era el más cotizado cuando se planteó competir por la alcaldía de Sao Paulo en 2012, y acabó ganando.

Aquellos, sin embargo, eran otros tiempos. Los del inicio del gobierno de Dilma Rousseff (2011-2016), todavía bajo los destellos de aquel Brasil que se comía el mundo de la mano de Lula y que parecía no tener techo.

Pero lo tuvo y el propio Haddad sufrió el golpe, cuando en 2016 tuvo que salir cabizbajo de su despacho en el corazón de Sao Paulo tras la humillante derrota en la primera vuelta de las municipales ante el empresario liberal Joao Doria.

El domingo 28 de ocutbre deberá enfrentar su prueba más difícil, al enfrentar al ultraderechista y declarado enemigo del PT, Jair Bolsonaro, quien ha tomado el rechazo que generan los petistas para aumentar su popularidad.

“Las distintas encuestas los ponen en empate técnico, a veces con una ventaja para cada uno. Es decir, cada uno tiene algo como un 50% de chances de victoria, pero el problema es que ambos también los candidatos con mayor tasa de rechazo entre los ciudadanos”, concluye Santoro.