Atrás han quedado los lujos de una mujer que, tras su captura el pasado 29 de julio, amenazó con dar a conocer una larga lista de clientes en su país, que va desde empresarios, políticos colombianos y extranjeros, a quienes, según la acusación en su contra, ofrecía a adolescentes tanto de su país y venezolanas.
Su centro de operaciones, su paradisíaca ciudad, Cartagena, Colombia. Liliana del Carmen Campos Puello es ya una integrante más de las 131 reclusas que conforman la prisión de San Diego, ahora en ruinas y con derrumbes permanentes, según relatan sus mismas “huéspedes”.
Pero “La Madame” estaba acostumbrada a otra vida, antes de ser acusada de presunta inducción a la prostitución, trata de personas y concierto para delinquir.
Viajaba en yate y en este a menudo organizaba fiestas con menores de edad.
Los destinos eran las islas del Caribe, según la información que poseen los investigadores, quienes aseguran que en esos paraísos establecía contacto con extranjeros y las niñas que supuestamente había reclutado en la capital del departamento de Bolívar. Se trata de 250 adolescentes de nacionalidad colombiana y venezolana.
Su captura se hizo efectiva en la misma ciudad donde los medios de comunicación, con información policial, le han adjudicado el título de “mayor proxeneta de Cartagena”.
De acuerdo a la fiscalía colombiana y publicada en una detallada investigación por el periódico El Espectador, alias “Madame”, convencía a niñas y mujeres a las que ofrecía trabajo en Islas del Caribe.
Les ofrecía ayuda con los trámites de sus pasaportes y costear además su manutención. Sin embargo, una fuente fiscal le dijo al medio de comunicación antes citado que “en realidad, al llegar al otro país las despojan de sus documentos, las encierran y las explotan sexualmente”.
De los lujos a la ruina de una prisión
Las fotografías en las que alias Madame aparece, tras destaparse su caso, son clave, para entender el tipo de vida de lujos que llevaba la mujer.
Contaba fajos de billetes y lo publicaba en sus redes sociales, las exclusivas marcas que utilizaba, también la delataban.
Su poder adquisitivo era grande, según las autoridades, pero al ingresar a una de las audiencias en las que debe responder por los delitos que le son adjudicados, se mostró agresiva con un periodista del periódico El Universal, a quien le dijo que iba “tener problemas” si publicaba las fotos que estaba tomándole al momento de su ingreso a la audiencia de imputación de cargos.
Pero en la prisión de San Diego, sus compañeras de celda, la describen como una mujer apartada, a ratos triste y muy interesada en los espacios noticiosos televisivos.
Ya no hay yates, hoteles de lujo y otros similares. Su espacio es ahora la “celda 1” que comparte con otras reclusas.
Paola Maldonado fue la encargada de recibirla en el espacio en el que permanece encerrada. A su ingreso, muchas de las reclusas estaban pendientes de su llegada, pero el director del recinto, se encargó que este fuera lo más desapercibido posible.
Incluso, muchas se dieron cuenta de su llegada al siguiente día de su reclusión. La rodearon en el patio de la prisión, pero no para juzgarla, dijo una de ellas. “Suficiente tiene con la presión mediática y el estigma social”, le dijo al periódico El Espectador.
Pero no se ha dejado ver. La Madame no quiere hablar con los medios de comunicación, que han constatado la precaria situación en la prisión en la que está recluida.
Recientemente un paredón de la prisión se vino abajo, sintiéndose como una explosión, según las reclusas.
Ya es habitual para ellas, en tanto, la fiscalía, se preocupa de sustentar su acusación contra Liliana, como la llaman sus compañeras. Solo por uno de los delitos que enfrenta, Trata de personas, arriesga hasta 23 años de prisión.