El diputado ultraderechista y excapitán del Ejército Jair Messías Bolsonaro oficializa este domingo su candidatura presidencial en Brasil, con las encuestas sonriéndole para las inciertas y polarizadas elecciones de octubre.
Su figura pone los pelos de punta a muchos brasileños, pero una parte importante de la población lo ve como un verdadero Mesías, capaz de rescatar a un país hundido en la crisis política, económica y social y hastiado de los escándalos de corrupción.
Consciente de su gran poder de convocatoria, Bolsonaro, de 63 años, quiere lucir músculo en la convención del Partido Social Liberal (PSL), que lo ungirá como su candidato en un gran evento en Rio de Janeiro, donde forjó su carrera política.
“Tengo gente que me apoya en todo Brasil. Algunos hasta me aman”, dijo esta semana este nostálgico de la dictadura militar (1964-85) en Goias (centro-oeste), donde volvió a prometer la legalización del porte de armas y encendió la polémica al hacer que una niña simulara con sus dedos una pistola.
Bolsonaro tiene garantizados más votos hoy que ningún otro candidato, a excepción del expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva, preso por corrupción desde hace cuatro meses, y cuya candidatura será muy probablemente invalidada por la justicia electoral.
Pero eso no es suficiente para ganar los comicios más imprevisibles de la historia moderna del país.
El exmilitar, conocido por sus exabruptos racistas, misóginos y homofóbicos, parece haber tocado un techo, pese a haber conseguido vencer las reservas de varios sectores sociales, incluyendo los medios empresariales.
Si Lula no deja de sobrepasar el 30% de intenciones de votos, Bolsonaro nunca logrará llegar al 20%, incluso en escenarios sin el líder de la izquierda. Y, en simulaciones de segunda vuelta, es derrotado por todos los candidatos, según Datafolha.
A la espera de que se verifique la solidez de los sondeos, el “fenómeno” Bolsonaro mantiene en vilo a Brasil, después de la experiencia de Donald Trump en Estados Unidos.
Vicepresidente
A favor del “mito”, como le llaman sus seguidores, está el hecho de no haberse visto salpicado por los escándalos de corrupción que involucran a partidos de derecha e izquierda desde hace años.
Pero la búsqueda de un vicepresidente se le hizo difícil y Bolsonaro llega a la proclamación de su candidatura después de haber sido rechazado por dos personalidades a las que cortejaba como compañeros de fórmula.
Y su sueño de tener a un general a su lado se desvanece.
Todo podo parece apuntar a que su número dos será la abogada Janaina Paschoal (PSL), una de las impulsoras del impeachment a la presidenta de izquierda Dilma Rousseff en 2016, sin experiencia política y tan histriónica como él.
“Mi sensación es que ella está con ganas de ayudar a transformar a Brasil. Estamos ‘saliendo’ por teléfono. Ella dio la señal verde”, dijo Bolsonaro el viernes al diario O Globo, sin asegurar al 100% que esa vaya a ser su opción final.
Sin un vicepresidente de otro partido, Bolsonaro tendría apenas 8 segundos en cada bloque de propaganda gratuita de radio y televisión de la campaña, ya que el PSL es una formación pequeña.
Eso podría restar visibilidad al candidato, aunque este enemigo de la prensa tradicional y de sus supuestas “fake news” asegura que no está preocupado, porque millones de brasileños siguen su frenética actividad en las redes sociales.