Símbolo latinoamericano de la resistencia a Estados Unidos, Fidel Castro, fue el líder histórico de la revolución cubana, que 57 años después de su conquista del poder sobrevive como uno de los últimos regímenes comunistas del mundo.
Último de los grandes protagonistas de la Guerra Fría, Castro encarnó el desafío a Washington: el guerrillero de barba y uniforme verde olivo que instauró un régimen marxista-leninista a sólo 150 km de las costas de Estados Unidos y se alió con su enemigo acérrimo, la entonces Unión Soviética.
Con mano de hierro, Castro gobernó 47 años la isla, pero siguió siendo el máximo líder y guía ideológico del régimen después de que enfermó y entregó el mando a su hermano Raúl, cinco años menor, el 31 de julio de 2006.
Fidel Castro irrumpió en la historia el 1 de enero de 1959 cuando, al frente de un ejército de “barbudos”, derrocó al dictador Fulgencio Batista, tras 25 meses de lucha en las montañas de la Sierra Maestra.
Ese día comenzó una pesadilla para Washington y una era de polarización en América Latina, mientras Cuba se transformaba en el laboratorio de Fidel y la plataforma para su proyección internacional.
Bajo su mando, Cuba protagonizó la crisis de los misiles, la más grave de la Guerra Fría, se convirtió en santuario de la izquierda insurgente latinoamericana enzarzada en un cruento conflicto armado con dictaduras militares y gobiernos de derecha apoyados por Estados Unidos, y envió a sus tropas a África para defender al gobierno izquierdista de Angola contra las fuerzas del apartheid sudafricano.
El patriarca
Fidel, llamado así familiarmente por sus partidarios, dirigió los destinos de los cubanos, para unos como un padre insustituible y protector, para otros como un patrón severo, soberbio y mesiánico. Bajo su gobierno nació 70% de los 11,1 millones de habitantes de la isla.
Sus opositores lo vieron como un implacable dictador que confiscó libertades y propiedades, sometió a la población a penurias económicas y no admitió el disenso. Más de 1,5 millones de cubanos partieron al exilio, sobre todo a Miami, Estados Unidos.
Para sus admiradores fue un paradigma de justicia social y solidaridad con el Tercer Mundo, que elevó a Cuba a potencia mundial en deporte, con niveles de salud y educación descollantes en América Latina.
De personalidad excepcional, compleja y aplastante, a nadie le fue indiferente.
Opositores en la isla y el exilio, e incluso algunos “fidelistas”, trazan un retrato contrastado: inteligente, ambicioso, audaz, voluntarista, valiente y autoritario.
El eterno guerrillero
Nació en la aldea oriental de Birán el 13 de agosto de 1926, tercero de siete hijos del inmigrante español Angel Castro -convertido en terrateniente-, y de la campesina cubana Lina Ruz.
Fidel forjó su disciplina educado de niño por jesuitas y moldeó su rebeldía en la Universidad de La Habana, a la que ingresó a estudiar derecho en 1945, graduándose de abogado en 1950.
Prendió la mecha de la revolución a los 26 años, el 26 de julio de 1953, cuando con poco más de un centenar de seguidores intentó tomar por asalto la segunda fortaleza militar de la isla, el Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba.
En su alegato “La historia me absolverá”, que usó para defenderse cuando fue juzgado por el Moncada, mostró la conciencia que tenía del poder de las palabras. Fue un orador incansable, con discursos infinitos.
Tras salir de la cárcel en 1955 partió al exilio a México y regresó a la isla al mando de 82 hombres, entre ellos el argentino Ernesto Che Guevara y su hermano Raúl, en un accidentado desembarco el 2 diciembre de 1956 para iniciar la lucha guerrillera que derrocó a Fulgencio Batista.
Su historia se confunde con la de su régimen. Sobrevivió a la invasión de Bahía de Cochinos organizada por la CIA en 1961, a la crisis de los misiles soviéticos instalados en la isla con ojivas nucleares en 1962 y a la desintegración en 1991 de la Unión Soviética, sostén militar, ideológico y económico de la isla durante tres décadas.
Una decena de ocupantes de la Casa Blanca –desde Dwight Eisenhower a George W. Bush- buscaron derrocarlo o asfixiar a su gobierno con un embargo económico impuesto en 1962, considerado “criminal” por La Habana, pero que según algunos de sus detractores le sirvió a Fidel para justificar el fracaso económico del régimen, la represión y descalificación de los disidentes como “mercenarios” de Washington.
Según la seguridad cubana, 638 complots para asesinarlo fueron orquestados, sobre todo por la CIA.
Todo cambió dramáticamente el 17 de diciembre de 2014, cuando el presidente Barack Obama anunció un giro en la política hacia La Habana que Washington había mantenido durante medio siglo, tras reconocer que los intentos de aislar a Cuba habían acabado por aislar a Estados Unidos en el continente.
Al reaccionar públicamente al histórico anuncio de Obama, el 26 de enero de 2015, Fidel aclaró que seguía desconfiando de su viejo enemigo, pero que no se oponía al deshielo: “No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos”, escribió.
Estados Unidos y Cuba restablecieron lazos diplomáticos en 2015.
Encantador de serpientes
Conspirador nato, testarudo, y maestro en el arte de la estrategia, la emoción del riesgo fue el mayor estímulo en su vida. En cada derrota vio una victoria disfrazada. Fue un pésimo perdedor.
De joven practicó natación, básquetbol, béisbol, caza submarina y otros deportes. De disciplina férrea, en 1959 fumaba media caja de habanos al día, pero en 1985 dejó de fumar para combatir el tabaquismo en un país tabacalero por excelencia.
Hombre de acción, lector voraz dotado de una memoria envidiable, conversador empedernido, noctámbulo incansable, Castro vivió a golpe de tambor y en relativa austeridad.
Hasta que enfermó en julio de 2006 mantuvo un régimen de trabajo alucinante, ocupado del mínimo problema doméstico de la isla y del movimiento más calculado del ajedrez político internacional. Pero un desmayo en 2001 y una caída en 2004 encendieron las alarmas sobre la salud de un hombre mitificado, a quien muchos cubanos creían inmortal.
Tras alcanzar el poder erigió un inexpugnable muro entre su vida pública y privada. Se le conocen ocho hijos: su primogénito Fidelito, del matrimonio con Mirta Díaz-Balart; Alina Fernández y Jorge Angel, de otras dos relaciones; Alejandro, Antonio, Alexis, Alex y Angel, con Dalia Soto del Valle, que fue su mujer por décadas hasta su muerte.
Muchos amores signaron su vida, aunque se decía tímido con las mujeres. En un país jocoso, musical y sensual, era poco dado a las bromas y no sabía bailar.