Presenciaron el horror en su aldea del este de la República Democrática del Congo, y tuvieron que caminar decenas de kilómetros bajo el miedo y el frío para escapar de la masacre de civiles a manos de los rebeldes del grupo M23.
Un equipo de la AFP se encontró el viernes con Samuel, Tuyisenge, Eric, Florence y otros supervivientes en un campo de desplazados de la localidad de Kitshanga, en el territorio de Masisi, donde llegaron en los últimos días. En función del camino que tomaron, recorrieron entre 40 y 60 kilómetros por las colinas para llegar a este campo llamado Mungote, tras haber escapado de la matanza del 29 de noviembre en su aldea de Kishishe y la vecina Bambo.
Según una investigación preliminar de la ONU, al menos 131 civiles fueron ejecutados ese día por el M23, un grupo rebelde mayoritariamente tutsi que tomó en los últimos meses amplias extensiones de territorio al norte de Goma, la capital de la provincia de Kivu Norte, en el este de la RDC. Los rebeldes están también acusados de violaciones, secuestros y saqueos en actos de represalia contra la población civil tras un ataque de grupos armados mayoritariamente hutus.
“Los rebeldes del M23 empezaron a disparar en todas direcciones”, relató Samuel, un hombre muy joven que dice haber visto muertos ante sus ojos a tres familiares, incluido su hermano mayor, James, y otros tres habitantes de Kishishe.
“Tomé la decisión de huir y me ha tomado una semana para llegar a pie a Kitshanga”, declaró.
Tuyisenge es una madre de familia de 30 años. “Estaba en la iglesia y pude escapar. Algunos resistieron y fueron asesinados. He visto nueve muertos”, dice con lágrimas en los ojos. “Tengo siete hijos, pero he llegado aquí con tres. Los otros cuatro han desaparecido y de mi marido no tengo noticias”, añadió rodeada de otras mujeres que también quieren contar el terror que han vivido. No tienen nada y llegaron apenas con la ropa que llevaban al huir.
“Llegan sin nada”
Algo más lejos, en medio de unas chozas de desplazados, Florence, de 45 años, también anduvo durante varios días para llegar al campo. Tampoco tiene noticias de su marido ni de dos de sus hijos.
“En el campo, quien tiene piedad de mí me da batatas”, dice con tristeza. A Eric lo atormenta la imagen de sus dos sobrinos, Jacques y Musayi, que “salieron de casa gritando ‘hay disparos"”. “Los tirotearon en la puerta y murieron en el acto”, recuerdó.
Hace años que Kitshanga acoge desplazados de guerra, algunos llegados tras una ofensiva precedente del M23. El movimiento ocupó Goma durante una decena de días a finales de 2012 antes de ser derrotado al año siguiente por el ejército congoleño, respaldado por cascos azules de la ONU. Al final del año pasado, el M23 retomó las armas reprochando al gobierno de Kinshasa que no respetó sus compromisos sobre la desmovilización de sus combatientes.
Según los responsables del campo de Mungote, el recinto acoge ya más de “40.000 hogares”, de los que 4.000 han llegado recientemente. “Hasta cuatro familias duermen en una cabaña, hombres, mujeres y niños. La gente está muriendo”, declaró Vumilia Peruse, vicepresidenta del campo. “Llegan sin nada… Las autoridades deben intervenir lo más rápido posible para evitar una catástrofe”, alertó.
“Pensamos que esta guerra era entre militares y que nosotros nos veríamos al margen”, comentó Toby Kahunga, presidente de la agrupación de aldeas de Bashali. “Pero matan a la gente”, se indigna este hombre, que pide al presidente ruandés Paul Kagame que “retire a sus hombres”. Según el gobierno de RD Congo, expertos de la ONU y las diplomacias belga y estadounidense, Ruanda respalda al M23.
Kigali lo rebate y acusa a Kinshasa de apoyar a los rebeldes hutus implicados en algunos casos en el genocidio de tutsis en Ruanda en 1994.