A sus 66 años, Hassan Sheikh Mohamud se convirtió este domingo en el primer expresidente de Somalia en ser reelegido para gobernar otra vez el tumultuoso país del Cuerno de África.
“Nuestro país necesita avanzar, no retroceder”, dijo el nuevo jefe de Estado somalí en su primer discurso, poco después de conocer los resultados de las votaciones desarrolladas en una sesión conjunta de las dos cámaras del Parlamento somalí.
“Prometo construir una Somalia en paz consigo misma y con el mundo”, añadió Momamud, tras agradecer a los legisladores, que eligieron al presidente, el apoyo que recibió durante estos comicios.
Aunque su paso por el Gobierno desde 2012 hasta 2017 estuvo empañado por acusaciones de corrupción y disputas políticas, Mohamud consiguió reunir en la tercera vuelta de estas elecciones casi el doble de votos -214- que su rival -110-, el presidente saliente Mohammed Abdullahi Mohammed Farmaajo.
El nuevo mandatario somalí -un experto en educación que antes de empezar su carrera política trabajó para la ONU e instauró con otros compañeros una de las universidades más prestigiosas del país- juró el cargo con un discurso que recordó al que pronunció en 2012.
Durante su primera legislatura, Mohamud ya había insistido en la necesidad de que Somalia recupere su “dignidad” perdida.
Después del colapso de la dictadura de Mohamed Siad Barre en 1991, que arrastró a Somalia a una situación de conflicto y caos, Mohamud se presentó a sí mismo como un aliado fiable para la comunidad internacional, animando a los socios de cooperación del país a ingresar miles de millones de dólares en ayudas.
Sin embargo, su reputación quedó ensombrecida por presuntos casos de corrupción, así como por la incapacidad de su Gobierno de eliminar la amenaza del grupo terrorista Al Shabab.
Dos años después de haber asumido la Presidencia, 115 diputados exigieron en el Parlamento la dimisión de Mohamud, al que consideraron incapaz de controlar la seguridad y reconciliar al país.
Una segunda oportunidad
El discurso de Mohamud puso anoche punto final a unas elecciones que se habían postergado durante más de un año por disputas políticas, discrepancias entre clanes y acusaciones de irregularidades.
Para proteger el proceso electoral de posibles atentados, los 329 legisladores de las dos cámaras del Parlamento votaron por el presidente en la zona blindada del aeropuerto internacional de Mogadiscio, que alberga a los trabajadores de la ONU y otros organismos internacionales, bajo estrictas medidas de seguridad.
Las autoridades somalíes también impusieron un toque de queda de treinta horas, hasta este lunes por la mañana, en Mogadiscio.
Sin embargo, simpatizantes de Mohamud festejaron la reelección del expresidente disparando al aire sus armas de fuego, lo que ocasionó un fuerte estruendo en algunas partes de la ciudad.
“Es difícil medir su popularidad. Sin embargo, puedo decir con cierta cautela que es relativamente popular en algunas partes del país, aunque no tanto como en 2012”, dice a Efe el analista político Farhan Isak Yusuf, director de la organización Somali Public Agenda.
En 2012, Mohamud sorprendió a los somalíes como un soplo de aire fresco en la política del país, después haber mantenido durante décadas una reputada carrera académica, una prestigio que Yusuf cree que el mandatario puede intentar recuperar con este mandato.
Antes de empezar su carrera a la presidencia, Mohamud también era conocido por su participación en acciones civiles, como la formación de grupos de presión para tratar de impulsar la reconciliación de las distintas facciones y formaciones políticas de Somalia.
“Espero que este no sea mero un cambio de guardia”, añade Yusuf.
Muchos desafíos
La inseguridad es uno de los principales desafíos que el presidente Mohamud tendrá que lidiar durante los próximos cuatro años, sobre todo ahora que Al Shabab -que se adhirió a la red de Al Qaeda en 2012- ha aprovechado la inestabilidad política par avanzar sus posiciones en el país y aumentar su número de ataques.
Para Yusuf, el Gobierno de Mohamud “parece bastante decidido a tratar el tema de Al Shabab, quizás más que su predecesor”.
Pero además de la amenaza de los terroristas, el nuevo Ejecutivo también tendrá que afrontar una sequía acuciante.
Unos 7,7 millones de somalíes -de una población total de unos 17 millones- padecen inseguridad alimentaria por la sequía, según advirtió este viernes la Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo (IGAD), bloque de ocho países de África oriental.